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Reflexiones sobre la Encíclica Fides et Ratio.

 

Luis Miguel Pastor García.

 

Catedrático de Biología celular (Universidad de Murcia) y Editor de Cuadernos de Bioética (España)[1].

 

 

Resumen

Tras más de diez años tras su publicación por el Papa Beato Juan Pablo II la encíclica Fides et Ratio conserva una gran actualidad debido a los continuos debates que en nuestra sociedad occidental se dan entre la razón y la fe cristiana en diversos sectores de ella sean científicos, políticos o culturales. En este breve trabajo se exponen las tesis principales que a juicio del autor contiene este documento así como algunas propuestas de futuro que pueden derivarse del mismo, para que la relación entre fe y razón sea fecunda y recíprocamente beneficiosa. En conclusión, ambas fe y razón se necesitan mutuamente para que ninguna de las dos sucumba al relativismo que hoy impregna nuestra cultura postmoderna.

Palabras Claves: fe, razón, modernidad, pensamiento débil, filosofía, ciencia, teología.

 

Abstract

After more than ten years after the publication by Pope Blessed John Paul II of encyclical Fides et Ratio is still very relevant because to the current discussions in our western society between reason and Christian faith in various sectors of our society as the scientific, political or cultural. This brief article presents the main thesis of this document according to the author thought as well as some future proposals derived from the same in order that the relationship between faith and reason is fruitful and mutually beneficial for both. In conclusion, both faith and reason need each other not to succumb to the relativism that exists today in our postmodern culture

 

 

Key Words: faith, reason, modernity, weak thought, philosophy, science, theology

 

1. Introducción

En éste articulo voy a realizar unas reflexiones que se enmarcan dentro de una postura creyente pero necesitada de dialogo con la razón. Porque considero que una autentica inculturación de la fe sólo se puede dar de una manera plena si ésta alcanza el mundo del pensamiento. Este reto es similar -y probablemente se repetirá a lo largo de la historia -al que tuvieron que realizar los primeros cristianos, pero hoy se hace mas necesario en una sociedad donde no sólo hay indeferencia hacia la fe sino que en muchos sectores de ella existe hasta desconfianza en la propia razón. Es tal la situación, que muchos cristianos consideran que la fe no tiene nada que ver con la razón, o que esta última suele estar en contradicción con la primera en muchas ocasiones. Se llega en determinados ambientes a consolidar mentalidades cristianas que desconocen que la fe por el contrario eleva y perfecciona en continuidad a la razón. Mentalidades para las cuales es imposible la integración de ambas. Para ellos no es posible la existencia de cristianos que vivan una experiencia intelectual unitaria de las dos. Es decir, cristianos en los cuales sea imposible advertir donde se encuentra las fronteras de su razón y de su fe pero que ellos saben distinguirlas y unirlas orgánicamente en su mente de creyentes.

Pasados ya mas de doce años que se publicó por Juan Pablo II la encíclica Fides et Ratio considero que su actualidad sigue siendo vigente tanto para inculturar la fe cristiana como para ayudar a la razón humana a no ceder ante el pensamiento débil actual. El propósito de este breve artículo es recordar algunas de las tesis principales de esta encíclica y mostrar su validez en el debate cultural actual.

 

2. La fe es verdad sobre el hombre y el mundo dirigida a la persona entera

La primera idea que me gustaría resaltar de Fides et Ratio, y que pienso es interesante respecto al momento cultural presente es la de insistir en que la fe es conocimiento de la realidad. Uno de los mensajes mas repetidos por el Beato Juan Pablo II fue desde el inicio de su pontificado la afirmación -recogida en el concilio Vaticano II- de que Cristo descubre al hombre su propio ser y su propia verdad[2]. Abrir las puertas a Cristo y no tenerle miedo supone no sólo encontrar a Dios, sino reencontrase cada hombre consigo mismo, descubrir la verdad de su vida. La encarnación y el posterior misterio pascual no es solo una liberación  por la cual el hombre es hecho participe de la naturaleza divina, por la gracia, y elevado a la condición de hijo de Dios, sino que esta redención se despliega vitalmente y libremente en cada sujeto. De esta forma, la identificación con Cristo supone el desarrollo de todo lo humano que hay en el hombre, pues Cristo es Camino y Vida porque es la Verdad.

Es aquí donde se produce el gran encuentro del cual la Iglesia es testigo y fiel servidora -diácona de la verdad-. El hombre que naturalmente busca la verdad, que necesita de ella, se ve envuelto por un conocimiento -la revelación- que aun excediendo sus posibilidades cognoscitivas le resuelve sus interrogantes más profundos y le libera de la angostura que produce la ignorancia y el error. Como es evidente, esta recepción de la Revelación de Dios, hecha plena en Cristo, es recibida por el creyente no como un mito o una superstición que harían al hombre un ser estúpido, sino como verdades que no limitan la razón, sino que la perfeccionan en su función principal: alcanzar la verdad. Esta es la experiencia básica cristiana, la de los apóstoles, la de la Tradición, la de nuestros padres, la de la Iglesia. No sólo hemos recibido el don del amor de Dios hecho hombre sino indisolublemente unido a el, el don de la verdad hecha hombre.

Ahora bien, Dios se dirige a todo el ser del hombre, no sólo a su entendimiento sino al mismo tiempo a su voluntad y corazón. El Kerigma –predicación apostólica- no es una doctrina esotérica o fantasiosa, es verdad autentica, real, que se enraíza en la Verdad de Dios y por lo tanto en el ser de las cosas. La aceptación de la fe es, pues, por su origen, por sus contenidos y por el modo con que el hombre la asume, una realidad que si bien es sobrenatural no adviene al hombre forzando sus estructuras naturales, sino que se encarna en ellas actualizando sus propias potencialidades: su propio ser. La fe nos da un conocimiento de realidades que son y cuyo origen está en aquel que “Es”. Esto hace que pueda integrarse en armonía con todo aquello que “es” y que “es conocido” por vía natural. Así, es posible afirmar, como hace la encíclica, que la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad.

Esta afirmación- en contraste quizá con lo políticamente correcto- es más necesario ponerla de relieve en nuestra sociedad relativista postmoderna. Como insiste Benedicto XVI, ambas, la razón y la fe, se necesitan mutuamente, la primera para no atrofiarse en un discurso superficial o débil como sucede en los postmodernos, la segunda para no disolverse sólo en una experiencia subjetiva desligada de la realidad[3]. En consecuencia la persona con la razón aislada y sin relación con la fe estaría siendo privada de un conocimiento esencial para su propia autocomprensión. Y, al mismo tiempo, su fe separada de la razón, no alcanzaría tampoco a manifestarse en toda su razonabilidad a ella misma[4].

 

 

3. Situación actual y consecuencias

Este ligamen entre fe y razón fue comprendido en los inicios del cristianismo por los primeros cristianos[5]. Pero si  ellos asumieron con espíritu positivo la tarea de entender para creer y creer para entender, como dos caras de una misma moneda, en la tarea de conocer la verdad del mundo y del hombre, y entendieron que entre ambos planos no podía existir contradicción, la situación actual no parece responder a esos mismos planteamientos. Hoy prevalece el neutralismo, la emancipación de la razón, la autonomía frente a cualquier heteronomía o el cientifismo que afirma la razón “científica” como la única válida para realizar un discurso racional. En síntesis, trata de poner entre paréntesis la fe cuando se razona o considerarla como algo que no tiene que ver con la realidad. Realidad que previamente se ha reducido sólo a lo empírico.

Ahora bien, el postmodernismo decadente, aquel que solo afirma un discurso débil a la razón se está precipitando, poco a poco, hacia un nihilismo radical que parece triunfar en nuestra cultura. La consecuencia es que la propia razón cada vez esta más desprestigiada y la confianza en ella se encuentran bajo mínimos. Estamos -considero- ante una fuerte crisis del pensamiento y de la cultura. ¿Cuales son las causas de esta crisis del pensamiento? ¿Es posible que la fe y la teología se hayan escapado de tal situación? o ¿por la unidad anteriormente indicada ambas sufren la misma? ¿Puede ser que esta crisis cultural tenga como un elemento importante en su origen una inadecuada relación entre ambas realidades a partir de un momento concreto de la historia del pensamiento humano?

Evidentemente la circularidad entre la razón y la fe, que con tanta naturalidad vivieron los primeros cristianos- no sin las normales tiranteces y limitaciones - está rota en nuestros días. En muchas ocasiones parece observarse, o así nos lo hacen creer, que la razón no ayuda a recibir la fe cristiana. En otras, la fe puede estar aislada en consideraciones hermenéuticas o sumida en un subjetivismo tal, que la racionabilidad de la fe es sustituida por experiencias personales o es interpretada por filosofías o ciencias humanas, que más que entenderla la hacen partícipe a ella de sus dudas y debilidades. Evidentemente la modernidad, sea racionalista o ilustrada, o la postmodernidad, no alcanzan a articular bien el binomio fe-razón, con el agravante de que tanto la razón técnica o científica y la pura voluntad se adueñan del pensamiento, e incluso diría de cómo se concibe y vive la misma fe.

Las dos alas han enfermado[6], no solo porque la razón ha pretendido emanciparse de la fe a través de una filosofía basada en las certezas y no en la verdad, patológicamente más preocupada por el método en el pensar que por los propios contenidos del conocimiento- principio de inmanencia y relegación del ser-, sino que la misma fe ha aceptado- probablemente afectada por este planteamiento- quedarse al margen de la racionalidad convirtiéndose a lo mucho en una actividad individual, privada, subjetiva: desvinculada del compromiso y de la verdad. Esto es lo que el Beato Juan Pablo II denomina nefasta separación de dos realidades distintas pero no opuestas dialécticamente. El resultado es patente y afecta tanto a la fe como a la razón. Por un lado, una fe que tiende a quedarse encerrada en la conciencia, algo opuesto a su finalidad redentora universal. Por otro lado, una razón perpleja, que ya no sirve al hombre para acercarle a la verdad. Ante este panorama en estos momentos lo más fácil es apelar a la libertad autónoma como fundamento de lo real. Del “cogito ergo sum” pasamos a una  postura nihilista en la que todo vale y en donde el relativismo es el logro máximo de nuestra razón.

¿Que hacer? ¿Como reconstruir la armonía, por la cual desde el esfuerzo por comprender la fe se hizo una reflexión filosófica autónoma y fuerte pero concordante con la fe? ¿Cómo devolverle a la fe esa racionalidad que le aportó el contacto con la filosofía griega y que supuso la entrada de ella en la cultura occidental? La solución evidentemente requiere años y supone un acercamiento recíproco entre fe y razón. A esta aproximación mutua nos convocaba el Papa Juan Pablo II en la encíclica Fides et Ratio. Esto supone un diálogo urgente entre ambas, en cuanto tanto la razón como la fe para ser salvadas requieren de un reforzamiento mutuo, de tal forma que no se vean arrastradas por la fuerza actual del nihilismo postmoderno[7].

 

4. Propuestas de solución

Haciendo un pequeño resumen, y exponiendo de forma sintética, Fides et Ratio propone algunas soluciones para restablecer el dialogo fructífero entre fe y razón:

a) Profundizar en la idea de que antropológicamente la recepción de la fe es un don dotado de racionalidad, y que como tal no es un acto que violenta la naturaleza de nuestro humano conocer. La revelación sigue pues el camino pedagógico más adecuado para acceder a la razón humana. Ahora bien, por la fe sabemos que el hombre - y en él la razón- nunca ha existido en un estado “natural”; o ha estado bajo la gracia o bajo el efecto de su perdida. Es decir, el don de la verdad divina es revelado a la propia razón natural desde los albores de su existencia. Así pues, la actitud inicial de dar crédito a nuestra propia experiencia racional es esencial para la armonía de fe y razón. Una opción de rechazo o no fiarse de la evidencia natural por parte del hombre, cierra por completo a percibir el don de la fe, que se nos presenta también como algo verdadero. No por que ésta sea una idea clara y distinta sino porque presenta una racionalidad en sus enunciados que se apoyan en un Alguien que revela y del que nos podemos fiar. Para ello el hombre debe reconocer que es un ser que busca la verdad y que al mismo tiempo vive de creencias, del fiarse del propio conocimiento y del que le aportan otros hombres. En el caso de la fe es fiarse de la misma Verdad -logos- hecho carne. En síntesis, la fe tiene el mismo objeto que tiene la razón: la verdad, con la diferencia que en la fe la verdad se nos revela en una persona que es el mismo Cristo[8].

 

b) Ambas la fe y la razón se necesitan recíprocamente. Ambas se fortalecen mutuamente. Así, no hay eficacia evangelizadora o incisividad de la fe, donde haya un hueco o ausencia de razón. La fe adulta sólo se desarrolla con una razón adulta y viceversa. Concretando más, la fecundidad de ese encuentro tiene que realizarse en el marco de una filosofía que recupere lo real, es decir, una filosofía que se base en el ser. Un discurso filosófico que esté más preocupado por la verdad misma que por asegurar las condiciones de certeza en obtenerla o en deducirla desde la propia conciencia. De esta manera este tipo de pensar filosófico salva a la razón en cuanto la abre al universo de lo real, sea natural o sobrenatural, pues lo segundo es entendido por la razón en cuanto real.

Al mismo tiempo que la filosofía debe plantearse la preguntas fundamentales del ser humano, y en concreto sobre el sentido de la vida, la teología debe aceptar que sin la ayuda de la filosofía, sus propuestas teológicas quedan muy limitadas en su racionalidad, lo que implica una deficiente transmisión de la mismas a los hombres. Vivida así, la fe se convierte al mismo tiempo en un acicate que inclina al hombre a pensar sobre todo lo real. La fe, al dotar al hombre de un conocimiento de verdades universales, que solo pueden expresarse y comunicarse con la luz de la razón natural, exige y empuja a la filosofía a que llegue a las estructuras ontológicas, causales y comunicativas de la realidad[9]. La filosofía, al contacto con la fe, se ve reforzada e impulsada a no eludir las grandes cuestiones ni quedarse solamente en análisis formales o históricos. Es evidente que una filosofía depauperada, que solo acepta verdades fragmentarias o eclécticas, es sinónimo de una razón débil, y como tal incapaz de recibir la luz de la fe. Tanto para entender la fe como para fortalecerse ella misma y abrirse a nuevos horizontes la filosofía tiene que aspirar a lo máximo. Se podría en síntesis decir que la fe y el intento por profundizar en ella ha sido motor para el desarrollo de la filosofía y a su vez ésta, manteniéndose autónoma pero ligada a la fe, se muestra como el instrumento mas valido para difundirla y comprenderla.

Por esto la Iglesia "considera a la filosofía como una ayuda indispensable para profundizar en la inteligencia de la fe y comunicar la verdad del Evangelio"[10]. De hecho, esto permite que en el intelectual cristiano se den unidas sin confusión, la fe y la razón. De tal manera que ambas puedan ser utilizadas por separado o cooperativamente, consiguiendo dar razón de nuestra esperanza desde lo humano, con la certeza de que la fe completa sin contradicción lo que la razón obtiene en sus indagaciones. Y al mismo tiempo anunciar el Evangelio directamente con la certeza que su mensaje es compatible con las aspiraciones más profundas de la naturaleza humana. Tales perspectivas dependerán de las circunstancias o la materia a tratar, pero lo que está claro para el creyente, de forma vital es que fe y razón no se oponen, ni pueden contradecirse pues ambas tienen a Dios por autor[11]. Como dice Santo Tomas "lo que es verdadero quienquiera que lo haya dicho, viene del Espíritu Santo"[12]. O parafraseando el adagio latino de Publio Terencio Africano podemos afirmar que nada de lo humano es ajeno a la fe, ni nada de lo sobrenatural es ajeno a lo humano.[13].

c) En consecuencia con lo anteriormente indicado sería muy positivo que determinados ambientes cristianos abandonaran prejuicios críticos frente a la filosofía del ser. Tal situación ha sido fruto de la ósmosis de muchos teólogos ante la filosofía moderna. La aceptación indiscriminada de la modernidad por algunos teólogos, que han podido considerar a la metafísica como realismo ingenuo, ha tenido un efecto disolvente sobre la teología por ellos elaborada. Algo lógico en cuanto una teología sin horizonte metafísico no consigue ir más allá del análisis de la experiencia religiosa y es incapaz de expresar con coherencia la verdad revelada.

d) Hay que devolver la esperanza al hombre. Para ello hay que plantearse la cuestión del sentido de la vida, unificar a través de la filosofía como sabiduría, la atomización actual del saber y recobrar una visión orgánica de la existencia. Junto a esto es necesario volver a una razón no solo instrumental sino que recupere la capacidad de pensar en relación a las causas últimas. Este objetivo solo podrá ser alcanzado si empezamos  hacer filosofía y teología sin los complejos de la modernidad y siguiendo -no simplemente repitiendo- las huellas que nos han dejado tantos filósofos cristianos o no cristianos que se han preguntado con audacia sobre las cuestiones importantes de la existencia humana. En esta línea hay que ir aplicando ese nuevo pensar filosófico y teológico a las nuevas situaciones. Sin caer en mimetismos culturales por temor a ser llamados retrógrados, integristas o faltos de sensibilidad hacia los nuevos tiempos hay que tener valentía en dar soluciones que nos liberen de la tiranía actual del pensamiento débil.

e) No puede olvidarse por último, que el problema moral depende de la verdad. Negar la capacidad de la razón para conocer la verdad, como dijimos anteriormente, lleva a la hipertrofia de la libertad y al propio suicidio de ésta y por lo tanto de toda la vida ética del hombre. Por esto, hay que recordar que verdad y libertad van juntas o juntas perecen[14].

 

Recobrar la fuerza de la razón es también salir del fideísmo en la razón científica, auténtico enemigo tanto de la fe como de la razón práctica. El cientifismo se opone tanto a la fe como a la ética, no porque plantee verdades opuestas a la fe o a la ética, sino porque se muestra impermeable a ellas y empuja a un ethos pragmático y consecuencionalista. La teología moral requiere, para la fundamentación del ethos cristiano, una correcta filosofía moral, centrada en la verdad y alejada de la conciencia autónoma. Es preciso apoyarse en la palabra de Dios pero, al mismo tiempo, reflexionar filosóficamente sobre una metafísica del bien y del obrar humano, lejos de filosofías utilitaristas o pragmáticas. De esta profundización saldrán ganando tanto la teología moral como la propia ética y podrá ser anunciado y aceptado de forma mas pacifica, dentro y fuera de la Iglesia, por ejemplo, todo lo referente al Evangelio de la vida.

e) Por último una buena relación entre la fe y la razón como he dejado entrever, es un  paso necesario para una correcta relación entre el conocimiento científico experimental y la fe. Recobrar la sintonía entre ciencia y fe, exige también una filosofía que encamine su discurso sobre el ser. De esta forma, no solo estará la filosofía más en sintonía con la fe, sino que no claudicara al reduccionismo cientifista o razón científica que ha pretendido suplantarla en estos últimos siglos como única vía de acceso a la verdad. Atreverse a filosofar de “verdad”, conlleva no sólo que la ciencia se coloque en una situación subordinada frente a la filosofía, sino también que la misma fe encuentre un camino de mutua armonía con el saber experimental, siempre y cuando desde la propia fe se tenga también el valor de filosofar para hacerse entender.

 

5. A modo de conclusión

En la hora actual más que nunca es necesaria la existencia de hombres profundamente creyentes, pero que en el interior de ellos no exista una fractura entre la fe creída y la vivida[15]. Es decir personas en las que la fe no se encuentre en una porción del yo y, el mundo de los conocimientos científicos profesionales, de forma separada en otra parte del mismo. Se requiere personas que inculturen la fe desde la propia unidad, vivida en ellos mismos- síntoma de perfección-, con naturalidad[16]. Que practiquen diariamente, corrientemente, sencillamente, la realidad de que sólo hay una única verdad hecha de carne y de espíritu. Pienso, pues, que hay que huir del sentimentalismo religioso o de la religión racional, del positivismo cientifista o del relativismo científico. Con ambas, con la fe y la razón siguiendo las huellas de muchos de nuestros antepasados hay que buscar con humildad y con sinceridad ser deslumbrados por el esplendor de la verdad[17]. En última instancia huir de la hipócrita actitud escéptica que recluyéndose en un neutralismo no comprometido e hipercrítico es capaz  de condenar a la misma verdad cuando se la tiene delante. Necesitamos hombres y mujeres que no condenen otra vez  a la Verdad con un pensamiento débil, que no secunden la irónica pregunta de Pilatos ante Jesús: ¿Quid est veritas?[18]



[1] Departamento de Biología Celular e Histología. Facultad de Medicina. Universidad de Murcia. Campus de Espinardo. 30100 Murcia. Mail: bioetica@um.es

[2] “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. Nada extraño, pues, que todas las verdades hasta aquí expuestas encuentren en Cristo su fuente y su corona”. Concilio Vaticano II. Constitución Gaudium et Spes nº 22. http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html . Consultado (13.08.2011)

[3] Para muchos el problema actual es que la desconfianza en la razón es tal, en estos momentos, que parte del pensamiento moderno ha caído en los brazos de la voluntad autónoma, degenerando el mismo hacia un nihilismo asfixiante que se apoya en un relativismo que niega cualquier posibilidad de alcanzar la verdad en el  conocimiento humano. Tal decisionismo a ultranza se muestra como una opción intelectual que al mismo tiempo que niega la existencia de verdad propone una única verdad que es que no hay verdad. Tal planteamiento denunciado por algunos como la dictadura del relativismo condena a la razón a empequeñecerse con un discurso sin sentido y sin capacidad de abordar las grandes cuestiones que interrogan al hombre desde siempre. Así “(…) el relativismo (…) parece como la única posición a la altura de los tiempos modernos. Se va constituyendo una dictadura del relativismo, que no reconoce nada como definitivo, y que deja como última medida solo el propio yo y sus deseos” Joseph Ratzinger “Homilía en la misa ‘pro eligendo pontífice’ (18.4.2005). Esta corriente de pensamiento sería para muchos la continuación obvia de la modernidad, una postmodernidad ya anunciada en Schopenhauer y Nietzsche en el siglo XIX y propuesta por autores del  XX como Michel Foucault, Jacques Derrida, Gianni Vattimo y Richard Rorty  a los que  se suele denominar autores del  pensamiento débil. Tal es la situación de la razón postilustrada que hay muchas propuestas para rehabilitarla, incluida también la necesidad de no separarla del influjo de la fe cristiana pues tal actitud ahonda aun más su situación de debilidad. “La razón, preocupada por su presunta pureza, hace oídos sordos al gran mensaje que le envían la fe cristiana y su sabiduría, se agosta como un árbol cuyas raíces no logran alcanzar ya las aguas que le dieron vida. Pierde la valentía de la verdad y, al perderla, lejos de crecer, se empequeñece. Aplicado a nuestra cultura europea, ello significa que si la razón sólo aspira a autoconstruirse sobre la base del círculo de sus propias argumentaciones y de lo que en cada momento la convence y, preocupada por su laicidad, se desprende de las raíces que le dan vida, en vez de volverse más razonable y pura se descompone y se hace añicos”.   Benedicto XVI “Mantener despierta la sensibilidad a la verdad”. Discurso Que Benedicto XVI Tenía Previsto Pronunciar En La Universidad «La Sapienza» de Roma el 16-1-2008 [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/january/documents/hf_ben-xvi_ spe_ 20080 117 _la-sapienza_sp.html]  Consultado ( 30.08.2009).

[4]  Benedicto XVI ha hecho hincapié en varias ocasiones en el feliz encuentro en la fe y la razón helenística en los inicios del cristianismo y en la importancia que esto ha tenido  para ambas. Así, entre otros textos podemos leer algunos del discurso de Ratisbona:“ El encuentro entre el mensaje bíblico y el pensamiento griego no era una simple casualidad. La visión de san Pablo, ante quien se habían cerrado los caminos de Asia y que en sueños vio un macedonio que le suplicaba: «Ven a Macedonia y ayúdanos» (cf. Hch 16, 6-10), puede interpretarse como una expresión condensada de la necesidad intrínseca de un acercamiento entre la fe bíblica y el filosofar griego…. En el fondo, se trata del encuentro entre fe y razón, entre auténtica ilustración y religión. Partiendo verdaderamente de la íntima naturaleza de la fe cristiana y, al mismo tiempo, de la naturaleza del pensamiento griego ya fusionado con la fe, Manuel II podía decir: No actuar «con el logos» es contrario a la naturaleza de Dios… Porque, a la vez que nos alegramos por las nuevas posibilidades abiertas a la humanidad, vemos también los peligros que surgen de estas posibilidades y debemos preguntarnos cómo podemos evitarlos. Sólo lo lograremos si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación, y le volvemos a abrir sus horizonte en toda su amplitud “. Encuentro con el mundo de la cultura. Discurso del santo padre en la universidad de ratisbona [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2006/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20060912_university-regensburg_sp.html] Consultado (13.8.2011). Mas recientemente y aplicando estas ideas a la Sagrada Escritura indicaba: “También en este caso, pues, es necesario invitar a ensanchar los espacios de nuestra racionalidad…La unidad de los dos niveles del trabajo de interpretación de la Sagrada Escritura presupone, en definitiva, una armonía entre la fe y la razón. Por una parte, se necesita una fe que, manteniendo una relación adecuada con la recta razón, nunca degenere en fideísmo, el cual, por lo que se refiere a la Escritura, llevaría a lecturas fundamentalistas. Por otra parte, se necesita una razón que, investigando los elementos históricos presentes en la Biblia, se muestre abierta y no rechace a priori todo lo que exceda su propia medida. Por lo demás, la religión del Logos encarnado no dejará de mostrarse profundamente razonable al hombre que busca sinceramente la verdad y el sentido último de la propia vida y de la historia.” Benedicto XVI Exhortación Apostólica Verbum Domini: [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/apost_exhortations/documents/hf_ben-xvi_exh_20100930_verbum domini_sp.html#La_hermenéutica_de_la_sagrada_Escritura_en_la_Iglesia]. Consultado (25.08.2011)

[5] De hecho, los cristianos de la Iglesia naciente no consideraron su anuncio misionero como una propaganda, que debiera servir para que el propio grupo creciera, sino como una necesidad intrínseca derivada de la naturaleza de su fe: el Dios en el que creían era el Dios de todos, el Dios uno y verdadero que se había mostrado en la historia de Israel y finalmente en su Hijo, dando así la respuesta que tenía en cuenta a todos y que, en su intimidad, todos los hombres esperan. La universalidad de Dios y la universalidad de la razón abierta hacia Él constituían para ellos la motivación y también el deber del anuncio. Para ellos la fe no pertenecía a las costumbres culturales, diversas según los pueblos, sino al ámbito de la verdad que igualmente tiene en cuenta a todos”. [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20080912_parigi-cultura_sp.html] Benedicto XVI. Encuentro con el mundo de la cultura en el  collège des Bernardins  Consultado (25.08.2011)

[6]"Tanto la Fe como la razón se han empobrecido y debilitado la una ante la otra. La razón, privada de la aportación de la revelación, ha recorrido caminos secundarios que tienen el peligro de hacerle perder de vista su meta final. La Fe, privada de razón, ha subrayado el sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo de dejar de ser una propuesta universal." Es ilusorio pensar que la fe, ante una razón débil, tenga mayor incisividad; al contrario, cae en el grave peligro de ser reducida a mito o superstición. Del mismo modo, una razón que no tenga ante sí una fe adulta no se siente motivada a dirigir la mirada hacia la novedad y radicalidad del ser.” Juan Pablo II; Fides et ratio nº 48: [http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html] Consultado (25.08.2011).

[7] “Por eso deseo indicar que el mundo de la razón y el mundo de la fe —el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas— necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización”. Benedicto XVI Encuentro con representantes de la sociedad británica: [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2010/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20100917_societa-civile_sp.html] Consultado (25.08.2011).

[8] Si Él no se revela, nosotros no llegamos hasta Él. La novedad del anuncio cristiano es la posibilidad de decir ahora a todos los pueblos: Él se ha revelado. Él personalmente. Y ahora está abierto el camino hacia Él. La novedad del anuncio cristiano consiste en un hecho: Él se ha mostrado. Pero esto no es un hecho ciego, sino un hecho que, en sí mismo, es Logos -presencia de la Razón eterna en nuestra carne. Verbum caro factum est (Jn 1,14): precisamente así en el hecho ahora está el Logos, el Logos presente en medio de nosotros. El hecho es razonable. Ciertamente hay que contar siempre con la humildad de la razón para poder acogerlo; hay que contar con la humildad del hombre que responde a la humildad de Dios”. Benedicto XVI [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2008/september/documents/hf_ben-xvi_spe_20080912_parigi-cultura_sp.html] Benedicto XVI. Encuentro con el mundo de la cultura en el  collège des Bernardins  Consultado (25.8.2011)

[9] La fe cristiana confía en la razón para alcanzar a comprender la realidad y contempla a ésta como una realidad comprensible “Esta buena noticia descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad”. Encuentro con profesores universitarios jóvenes en El Escorial [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documents/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-el-escorial_sp.html]. Consultado (25.08.2011).

[10] Juan Pablo II. Fides et Ratio nº 5 en : [http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/encyclicals/documents/hf_jp-ii_enc_14091998_fides-et-ratio_sp.html ] Consultado (25.08.2011).

[11] Cf. Summa contra Gentiles, I, VII.

[12] C.f. Suma Theologica I, II, 109, 1 ad 1, que retoma la conocida expresión del Ambrosiastro, In prima Cor 12,3 : PL 17, 258.

[13] Como es sabido San Justino es uno de los primeros pensadores cristianos en desarrollar esta idea “Ahora bien, todo lo que los hombres han expresado correctamente nos pertenece a nosotros, los cristianos, ya que nosotros adoramos y amamos, después de Dios, al Logos de Dios inengendrado e inexpresable, pues por nosotros se hizo hombre para participar en todos nuestros sufrimientos y así curarlos. Y todos los escritores, por la semilla del Logos inmersa en su naturaleza, pudieron ver la realidad de las cosas, aunque de manera oscura…. (Apología, II,13).

[14] Entre verdad y libertad hay una relación estrecha y necesaria. La búsqueda honesta de la verdad, la aspiración a ella, es la condición para una auténtica libertad. No se puede vivir una sin otra. La Iglesia, que desea servir con todas sus fuerzas a la persona humana y su dignidad, está al servicio de ambas, de la verdad y de la libertad. No puede renunciar a ellas, porque está en juego el ser humano, porque le mueve el amor al hombre, «que es la única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma» (Gaudium et spes, 24), y porque sin esa aspiración a la verdad, a la justicia y a la libertad, el hombre se perdería a sí mismo. Benedicto XVI Visita a la catedral de Santiago de Compostela. [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2010/november/documents/hf_ben-xvi_spe_20101106_cattedrale-compostela_sp.html]. Consultado (25.08.2011).

[15] En esta línea están las recientes palabras de Benedicto XVI “Con ellos nos sentimos unidos a esa cadena de hombres y mujeres que se han entregado a proponer y acreditar la fe ante la inteligencia de los hombres. Y el modo de hacerlo no solo es enseñarlo, sino vivirlo, encarnarlo, como también el Logos se encarnó para poner su morada entre nosotros. En este sentido, los jóvenes necesitan auténticos maestros;

personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar; personas convencidas, sobre todo, de la capacidad humana de avanzar en el camino hacia la verdad”. Benedicto XVI. Encuentro con profesores universitarios jóvenes en El Escorial [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documents/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-el-escorial_sp.html]. Consulta (25.08.2011).

[16] Tal unidad supone también una inseparable relación entre conocimiento y amor: “el camino hacia la verdad completa compromete también al ser humano por entero: es un camino de la inteligencia y del amor, de la razón y de la fe. No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad: pues “no existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor” (Caritas in veritate, n. 30). Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y amor”. Benedicto XVI.  Encuentro con profesores universitarios jóvenes en El Escorial [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documents/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-el-escorial_sp.html]. Consulta (25.08.2011).

[17]  Esta actitud de sencilla receptividad viene muy bien expresada por la idea de dejarse poseer por la verdad “En segundo lugar, hay que considerar que la verdad misma siempre va a estar más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a nosotros y la que nos motiva. En el ejercicio intelectual y docente, la humildad es asimismo una virtud indispensable, que protege de la vanidad que cierra el acceso a la verdad” Benedicto XVI. Encuentro con profesores universitarios jóvenes en El Escorial [http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documents/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-el-escorial_sp.html]. Consultado (25.08.2011).

[18] Evangelio según San Juan 18, 38. “Pilato le preguntó: "¿Qué es la verdad?".

 

 


La Razón Histórica, nº15, 2011 [9-19], ISSN 1989-2659. © IPS.

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