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Desenmascarando mentiras: la Nueva Izquierda.


Pedro Luis Llera Vázquez

 
Licenciado en Filología Hispánica, profesor, ensayista y articulista en el periódico La Nueva España y en los medios de Internet Análisis Digital, Arbil o Forum Libertas.



 

Afortunadamente, el marxismo agoniza. Sólo malvive en Cuba, Corea del Norte o China. Por desgracia, sus nefastas consecuencias siguen oprimiendo, encarcelando y asesinando a personas inocentes que siguen bajo el yugo del comunismo. Pero sus días están contados.

Tal vez el caso más sangrante sigue siendo China. Allí siguen matando impunemente y encarcelando a cuantos le plantan cara al todopoderoso partido comunista. En vísperas de la clausura de los Juegos Olímpicos, por poner un ejemplo, la policía china detuvo al Obispo de Hebei, Mons. Julius Jia Zhiguo, Prelado fiel a la Santa Sede que se encontraba bajo arresto domiciliario y que ya había estado encarcelado durante 15 años. Y lo hicieron por el grave delito de decir misa en una iglesia.



En España, el comunismo prácticamente ha desaparecido y va camino de convertirse en un grupo extraparlamentario y marginal. La mayoría de los comunistas han culminado su viaje a la "casa común" de la izquierda y han buscado acomodo en el Partido Socialista. Pero, ¿cuál es la ideología de este Partido Socialista? ¿Qué principios defiende esta nueva izquierda?.



La base de la Nueva Izquierda es la misma que la del marxismo tradicional: fomentar el odio, la muerte y el totalitarismo estatal. Lo que ya no predican es la "dictadura del proletariado". Entre otros motivos, porque ya no hay proletariado. Ahora lo que propugnan es una nueva revolución cultural que pretende socavar los cimientos de la civilización occidental para sustituir los principios cristianos y su visión del hombre y de la sociedad por unos nuevos "valores" totalitarios y anticristianos.



Tras el fracaso económico de los planteamientos marxistas, la Nueva Izquierda ha trasladado la lucha de clases a otros ámbitos. La Nueva Izquierda, por ejemplo, asume las ideas del feminismo radical y del homosexualismo político y traslada el enfrentamiento de clases a la lucha entre sexos. El fin último es destruir a la familia. De ese modo, el Estado puede inmiscuirse sin pudor en el círculo más íntimo del ser humano. Sin el amparo de la familia, el hombre queda huérfano y desamparado ante los avatares de la vida y necesitado del apoyo del Estado en situaciones de necesidad como el desempleo, la enfermedad, la educación de los hijos o las calamidades que la naturaleza o el infortunio nos pueden acarrear a lo largo de la vida (catástrofes, accidentes, atentados, etc.). El Estado gobernado por la Nueva Izquierda se cree en el derecho a inmiscuirse en todo: tiene que protegernos, educarnos, sanarnos, suicidarnos y decidir quién puede nacer y quién no. El Estado es el nuevo Dios a quien todos debemos rendir pleitesía. La religión del Estado decide lo que está bien y lo que está mal; lo que es bueno y lo que no.



En este proyecto de nueva sociedad que propugnan, el amor y la familia están de más. El auténtico amor – el que implica la unión de por vida entre un hombre y una mujer que libremente deciden unir su existencia y comprometerse a mantenerse juntos en fidelidad para compartir lo bueno y lo malo y educar a sus hijos – se sustituye por la pura superficialidad, por el puro instinto. La Nueva Izquierda no quiere personas: quiere animales que den rienda suelta a sus necesidades, al margen de cualquier tipo de compromiso. Se inventan así nuevos derechos humanos, como el derecho al placer. Todo vale con tal de satisfacer ese derecho. El hedonismo es el nuevo medio de alienación de la plebe, el nuevo opio del pueblo. ¿A quién no le gusta oír que lo bueno es dar rienda suelta a los deseos sexuales y buscar el placer a toda costa? Ya no hay que pensar en el pecado ni en reprimirse. Lo que hay que hacer es dar rienda suelta a los deseos.

 

Todo vale, con tal de que el otro lo consienta. Lo importante es disfrutar aquí y ahora. Vivir a tope. La búsqueda del placer a cualquier precio se ha convertido en la auténtica obsesión del europeo contemporáneo. De ahí la proliferación del consumo del alcohol, la cocaína o de cualquier otra droga que permita a la persona evadirse de la realidad y evitar cualquier tipo de sufrimiento; de ahí la erotización de la sociedad, la banalización del sexo y la promiscuidad galopante; el aumento exponencial en el número de divorcios, las campañas institucionales de propaganda masiva a favor del uso de anticonceptivos o el pavoroso incremento anual del número de abortos, promovidos, fomentados y pagados por las administraciones públicas. No se puede desligar esta mentalidad asquerosamente hedonista e inmoral del problema cada vez más grave de la pornografía infantil, la pederastia o las violaciones.

 

El amor, la responsabilidad, el sacrificio personal a favor del marido, la esposa o los hijos; la lealtad y la fidelidad; el cumplir la palabra dada al cónyuge; sacrificar el tiempo y la vida para educar a tus hijos; compartir la vida, el dinero, las penasy las alegrías, la salud y la enfermedad; todo eso ya no se lleva. No es "progre". "Amar para toda la vida es imposible", dicen. "Ser fiel es antinatural" apostillan los predicadores del nihilismo de Estado. "El ser humano es infiel por naturaleza". Ya: pero es que el hombre no es sólo "naturaleza". El hombre, además de naturaleza e instinto, es civilización y cultura; es inteligencia y voluntad. Las personas no sólo "sentimos"; además, pensamos, conocemos, sabemos, tomamos decisiones y nuestra voluntad puede llevarlas adelante. Pero la Nueva Izquierda no quiere personas. Quiere animalitos sensibles, títeres de sus instintos y esclavos de una emotividad blandengue y tornadiza; bichitos domesticables y fácilmente manipulables que respondan solamente a estímulos primarios. El ser humano se vuelve así un ente desvalido, débil y sin voluntad; esclavo de sus instintos y de su emotividad; incapaces de sufrir o de sacrificarse por nada ni por nadie. La Nueva Izquierda propugna la mutación del "homo sapiens" por el "homo ludens". El hombre ya no es un ser que piensa, sino un ser que disfruta. Y cuando llega el sufrimiento, consustancial a la propia vida, es el Dios Estado el que tiene que salvarnos a base de subsidios de desempleo; asistencia de psicólogos (los nuevos sacerdotes del Dios Estado) en caso de accidente, catástrofe o muerte violenta (sea del tipo que sea); y en último extremo, ayudándonos al suicidio cuando disfrutar ya no sea posible porque la edad o la enfermedad nos impidan seguir jugando. El hombre es pura animalidad, fruto de un azar ciego y despiadado y sin más sentido en la vida que el de disfrutar. De ahí que todo se reduce a consumir y gozar. De ahí que se fomenten los espectáculos de masas como nunca. De ahí la obsesión por reducir la educación a puro juego; de ahí que hacer pensar o exigir esfuerzo al alumno sea perseguido y mal visto; de ahí que el sistema educativo persiga al profesor que enseña , en lugar de entretener al niño y dejarle ser "feliz".



Ya no hay Dios ni moral ni mandamientos ni pecado. Ya no hay alma ni transcendencia alguna. Somos animales que quieren disfrutar pero saben que van a morir. Y el deber del único dios, que es el gobierno- estado, es facilitarnos el goce e impedir que suframos. A eso se reduce la vida. El Progresismo nos quita la dignidad de Hijos de Dios y nos condena a volver a la condición de simple animal. Un animal más. Por eso se promulga la ampliación de los derechos "humanos" a los chimpancés. En realidad para los progresistas poca diferencia hay entre cualquier simio y un hombre. Incluso entre una mosca y un hombre. Nuestro ADN es muy similar. Al final cualquier bicho es igual a nosotros y nosotros somos un bicho más. Ni más ni menos. Por eso se reivindica que no se experimente con cobayas y los ecologistas se indignan por la utilización de animales en los laboratorios, mientras se ve con buenos ojos la experimentación con embriones humanos. Por eso se protege a los urogallos, a los osos o a la ballena, mientras los mismos fomentan y promueven el asesinato de niños indefensos mediante la legalización del aborto, transformado de la noche a la mañana de delito perseguible en derecho fundamental de la mujer.



Es el dios Estado el que debe salvar al ser humano, bueno, frágil y débil por naturaleza. El pecado ahora es oponerse a la voluntad del todopoderoso Estado. Por eso la libertad y la democracia ya son pura ficción. Occidente se parece ya más a un zoológico regido por una oligarquía ávida de mantenerse en el poder a costa de engañar y manipular a los ciudadanos, convertidos ahora en mascotas a las que alimentar y entretener. Comed y gozad, que mañana moriréis. Eso es todo.



Por todo ello, me declaro subversivo y enemigo del progresismo que pretende degradarme a la categoría de animal doméstico . Me niego a que me enjaulen y me ceben con sus mentiras. Me opongo a que eduquen a mis hijos en sus repugnantes doctrinas materialistas. Me opongo a adorar al nuevo Dios del Estado. Yo sé de dónde vengo y a dónde voy. Vengo del amor del Dios de Jesucristo, camino hacia Él y espero gozar algún día de ese amor misericordioso en la casa del Padre. El amor y la verdad dan sentido a mi vida. Comulgo con el credo de la Iglesia y, aun reconociendo mi condición de pecador, confío en el perdón de Dios. Mi único salvador es Jesús, que murió y resucitó. Esa es mi fe. La única ciencia en la que confío y la única sabiduría que quiero es la que procede de la cruz de Cristo: cruz que sigue siendo escándalo para quienes se creen sabios y poderosos, para los soberbios que se creen dueños de la vida y de la muerte. Creo en Dios Padre, creador, señor y dador de vida. Creo en el Dios que nos hizo libres y con capacidad de pensar y de amar, a su imagen y semejanza. Creo en Dios: el camino, la verdad y la vida. Y sólo creo en el único Dios verdadero: el que anuncia la Iglesia Católica y en el que han creído santos como Francisco de Asís, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Teresa de Calcuta, Juan Bautista de La Salle, Ignacio de Loyola y tantos otros que con su vida, sus palabras, sus obras y, muchas veces con su propia sangre, han sido testigos de la fe en el Resucitado hasta hoy.



El Estado de la Izquierda (supuestamente) Progresista es el callejón sin salida, la mentira y la muerte; el aborto y el suicidio; el camino hacia la nada y el totalitarismo liberticida. Nos ofrecen la felicidad y nos dejan al borde del abismo del sinsentido y sin más respuesta al sufrimiento que la degradación moral, la evasión de la droga o la muerte programada.

Vuelven las persecuciones a los cristianos por negarnos a adorar al César.

 

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