Magister vitae.
"La política al servicio de la vida en común".
Carlos Fernández.
Historiador y ensayista. IEHS (España).
“El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan”.
(A.J. Toynbee).
El poder de los partidos políticos, que monopolizan casi en exclusiva la “política” en las sociedades contemporáneas, parece no tener fin, cuando no límite. El recurso a los grandes hombres de Estado se convierte en campañas mediáticas o en el culto a la personalidad; la participación de la sociedad civil parece limitarse a la subvención o a la preeminencia de ciertos sectores de opinión y de presión; la gestión técnica de lo público o se denuncia como tecnocracia despolitizadora o se convierte en mero cálculo administrativo. La vida en común necesita pues, de nuevos paradigmas que, quizás se encuentren más allá de la propia patria o en los legajos de la tradición, abriendo los partidos a las comunidades naturales o a la democracia directa. En ello se juega su destino nuestra civilización, ante un mundo globalizado en sus ideas y en sus recursos.
Al respecto, en los albores de la Edad moderna, Johannes Althusio [1563-1638] definía la Política como “el arte de unir a los hombres entre sí para la vida social común”, siendo la “consonciación” la fórmula para asegurar la “participación del ciudadano en la comunidad”, desde su identidad natural y profesional[1]. Así aparece en Politica methodice digesta, atque exemplis sacris et prophanis ilustrata (1603).
La “consonciación” de Althusio consistía en una entidad “con la cual, por pacto expreso o tácito, los simbióticos se obligan entre sí a una comunicación mutua de aquello que es necesario y útil para uso y consorcio de la vida social”, llevaba a la corporativización política; respondía al mismo “fin del hombre político”: “santa, justa, provechosa y feliz vida y simbiosis”. Los simbióticos eran “los que se unen y consoncian con un vínculo de pacto, por consenso de derecho. El orden social surgido por la actividad profesional, determinaba la acción y constitución política; así la representación política venía condicionada por la profesión económica. La sociedad aparecía como una “comunicación mutua de cosas, servicios y derechos”, constituida de abajo arriba por sucesivos actos de consenso; generaba una jerarquía de agrupaciones o consonciaciones con sus ordenamientos propios, distinguiéndose entre si, por su naturaleza, como simples-privadas o mixtas-públicas[2]. Por ello, el Estado era la “consonciación última”, la fase final de un proceso de organización social fundamentado en una “solidaridad orgánica, positiva y normativa”.
En el décimo número de La Razón histórica recogemos distintas visiones y propuestas sobre “La Política” como instrumento para la vida en común. Propuestas y análisis que hacen hincapié en la necesidad de subrayar la esencia de “lo político” al servicio del Bien común; dónde las entidades naturales de la sociedad civil se conviertan en el elemento básico de la regeneración del Estado en las democracias occidentales; dónde se recuperen, en su justa medida, conceptos como armonía social, jerarquía y autoridad, o política técnica.
Comenzamos con dos textos que nos alumbran sobre el ejercicio de la política en Hispanoamérica. El politólogo chileno Luis René Oro aclara la noción actual del pensamiento y praxis democrática en la democracia resiliente, tomando como escenario la situación de Chile; y el pensador argentino Mario Meneghini, doctor en ciencia política, en su trabajo Identidad nacional y el Bien común argentino fundamenta un fenómeno global, no tan novedoso, de apatía de la comunidad cívica, de la ciudadanía respecto a la Política contemporánea, y dónde la sociedad argentina demuestra ser un ejemplo palmario. En Notas sobre el juicio político (1948), el maestro del Derecho político Rodrigo Fernández-Carvajal nos introduce en las claves de de toda “valoración de la realidad política”. En Política, autoridad y trabajo. Eduardo Aunós y el Estado corporativo en España, el historiador Sergio Fernández realiza una semblanza vital y teórica del que fuera ministro de Trabajo con Primo de Rivera y promotor durante medio siglo de la posibilidad de un Estado corporativo en España. Finalmente, el almirante chileno Jorge Arancibia Clavel nos ofrece el magnífico texto Política, el aporte de Santo Tomás. Para terminar, en los falsarios de la historia rendimos homenaje a la figura de Arnold J. Toynbee, uno de los grandes historiadores de nuestra época, y en un libro ejemplar glosamos la reedición del clásico de Juan Donoso Cortés “Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo”.
[1] Juan Althusio, La Política. Madrid, Centro de estudios constitucionales, 1990, págs. 5 y 6.
[2] Entre las “especies de consonciación por necesidad” establecía una jerarquía: la “consonciación conyugal”, la simple-privada (dentro de ella la natural-familiar o la civil- contractual) y la pública-mixta (dentro de ella particular o universal). Ídem, págs. 33 sq.
La Razón Histórica, nº10, 2010 [2-3], ISSN 1989-2659. © IPS.