Ab Urbe condita[27-25 a. C].
Tito Livio.
Historiador romano [59 a. C.-17 d. C.).
No se sí haría gran provecho en escribir las cosas notables e insignes del pueblo romano, desde el principio que la ciudad de Roma fue fundada. Y aunque supiese aprovechar de ello, dudo si me bastaría el atrevimiento para lo hacer, porque veo ser cosa así antigua, como moderna, y entre los nuevos historiadores vulgar, que tienen por cierto, o que traerán en las cosas mayor certidumbre, ó que ayudados con el artificio de escribir, vencerán la rudeza de los antiguos. Como quiera que sea aprovechará algo, que yo también trabaje con todas mis fuerzas, para que no se pierda la memoria de los hechos de un pueblo, que es Príncipe y Señor de todo el mundo. Y aunque en tan gran numero y multitud de escritores pienso que mi fama será, poco ilustre, pero consolarme he con la nobleza y grandeza, de los que no empecerán mí nombre. Allende de esto es cosa de inmenso trabajo, haber de repetir las cosas, que ha más de setecientos años que acaecieron, y que con haber tenido pequeños principios, han subido tanto, que su misma grandeza les es peligrosa.
Y pienso que muchos de los que leerán estor no habrán mucho placer de oír los principios y cosas a ellos muy cercanas, teniendo siempre ojo, y deseando llegar a los hechos de ahora, con los cuales las mismas fuerzas de este poderoso pueblo se van ya días ha consumiendo. Mas yo por el contrario tomaré en galardón y premio de mí trabajo, poderme tanto apartar de la vista de males, que en este nuestro tiempo pasan, cuanto pusiere todo mi entendimiento en considerar las cosas antiguas: y en esta manera seré libre de todo cuidado, el cual, aunque no baste del todo desviar el ánimo del que escribe de la verdad, pero es suficiente á fatigarle. No es mi intención de afirmar, ni de reprobar las cosas, que antes que Roma se fundase, ó fundarse debiese, fueron escritas; mas con la hermosura de fabulas poéticas, que con autoridad y testimonio de verdadera historia. Esto se le perdona a la antigüedad, que mezclando las cosas divinas con las humanas, haga muy más claros e ilustres los principios de las ciudades. Y si algún pueblo parece que conviene consagrar sus principios, y decir que los Dioses fueron de ellos autores, esta gloria es por cierto del pueblo Romano , para que, pues se precia tener al Dios Marte por padre suyo, y de su fundador Rómulo, sufran esto con tan buen corazón las otras naciones , como sufren su imperio. Empero poco caso hago de que estas cosas las tome cada uno como quisiere. A esto querría que se me tuviese mucha atención, que vida, cuáles costumbres haya habido, y porque varones, y con qué artes en paz y en guerra haya sido ganado y aumentado este imperio , y como perdiéndose poco a poco la disciplina y gobernación, se siguió la diversidad de costumbres , y después como han ido cayendo mas y mas, y al fin , corno del todo se perdieron, hasta que hemos venido a tales tiempos, en los cuales ni podemos sufrir nuestros vicios, ni los remedios de ellos. Esto es principalmente lo más saludable y provechoso en el conocimiento de la historia, que mirando las doctrinas y ejemplos puestos en ilustre memoria, te amonesten, tomes lo que debes imitar para ti, y tu República, y también lo que debes evitar y huir, por ser feo su principio y fin. Y cierto, o la aflicción de la obra comenzada me engaña, o no ha habido jamás Republica alguna , ni mayor, ni mas llena y abundante de buenos ejemplos, ni ciudad en la cual hayan tardado tanto en venir la avaricia y lujuria , ni adonde tan grande honra se haya hecho y por tan largo tiempo, a la pobreza y templanza. Porque como tenía menores riquezas, así tenía menor codicia.
Pero de poco acá, las riquezas han traído la avaricia, y la abundancia de deleites el deseo de perder todo cuanto hay por solo fausto y lujuria. Mas estas mis quejas, ni aun al tiempo que por ventura fueren necesarias, serán agradables, y por esto en el principio de esta obra tan grande, las dejaremos estar. De mejor gana la comenzaríamos con buenos agüeros, con promesas y ruegos a los Dioses y Diosas, como lo acostumbran a hacer los Poetas, así también lo acostumbrásemos nosotros, para que quieran ellos dar buen suceso y fin prospero a esta obra.
Extraído de la edición “Las décadas de Tito Livio” de la Imprenta real de Madrid (vol. I, 1793). Traducción de Fr. Pedro de la Vega, corregida y aumentada por Arnaldo Brickman.
La Razón Histórica, nº12 , 2010 [4-5], ISSN 1989-2659. ©IPS.