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La venganza de Lucio Anneo Séneca.

 

Manuel Fernández Espinosa.

 

Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Escritor y diplomado en Ciencias religiosas (España)

 

 

VIDA DE SÉNECA.

            Perteneciente a una familia del orden ecuestre, Séneca nació en Córdoba allá por el año 4 después de Cristo. El padre de nuestro filósofo se llamaba Lucio Anneo Séneca el Viejo. Los Anneos habían echado raíces en Córdoba, capital de la Bética. Sabemos del progenitor de Séneca que era un hombre chapado a la antigua, de tendencias republicanas pro-pompeyanas, y que aprovechaba su ocio componiendo una monumental obra historiográfica sobre las guerras civiles que, por desgracia, no se nos ha conservado.

            El paterfamilias Lucio Anneo Séneca casó con Helvia Albina, más joven que él. Tuvieron tres hijos: Marco Anneo Novato, nuestro filósofo Lucio Anneo Séneca y Anneo Mela, éste último sería padre del poeta Lucano. A. Vassileiou vio como muy probable que el abuelo materno de Séneca fuese Marco Helvio Novato, de quien existe un documento epigráfico en que se hace constar su presencia en Urgavo, la actual Arjona en la provincia de Jaén (CIL, II, 2.115).

            Marco Helvio Novato fue duunviro y pontífice urgavonense, según consta en la lápida sobre la que llamó la atención Vassileiou. Los Helvii eran probablemente de origen itálico, asentados en el valle del Betis y la Beturia como consta en muchos de los hallazgos epigráficos de la zona. El hermano mayor de Séneca el Filósofo, Marco Anneo Novato conservó el "Novato" hasta que fue adoptado por un amigo de su padre, pasando a llamarse desde su adopción Marco Junio Galión.

 

LA APOCOLOCINTOSIS.

            De entre toda la prolija obra literaria de Séneca (diálogos, tratados, epístolas y tragedias), los eruditos han mostrado su asombro por una obra insólita: la "Apocolocintosis" ("ludus" o divertimento satírico que viene traduciéndose vulgarmente como "Conversión del emperador Claudio en Calabaza").

            La "Apocolocintosis" es un texto singular, sin parangón en la literatura latina. Pocas habían sido las personalidades romanas que habían tenido el privilegio de ser proclamadas "divinas" en la ceremonia pública que se denominaba "apoteosis" o "catastarismo". Después de su muerte, Julio César y Octavio Augusto habían sido proclamados dioses, tal y como había sucedido en la leyenda sobre la muerte, más que sospechosa para Tito Livio, de Rómulo, el fundador de Roma.

            Cuando Tiberio Claudio Druso fallece el 13 de octubre del año 54, a consecuencia de un envenenamiento, la calculadora y fría Agripina, madre de Nerón y esposa del emperador, se las ingenió para celebrar públicamente la "apoteosis" de su cónyuge. Parece fuera de toda duda que la misma Agripina fue la que suministró el tóxico que llevó a su tío y esposo, Claudio, a la tumba y, en un alarde más de cinismo, fue la misma envenenadora Agripina la que pidió la apoteosis de su víctima, esa especie de "elevación a los altares".

            Es entonces cuando Séneca el Filósofo compone su satírica "Apocolocintosis", especie de panfleto que ridiculiza al emperador Claudio y la ceremonia de su "apoteosis". La caricaturización del emperador Claudio practicada por Séneca en esta extravagante sátira menipea ha producido perplejidad en los biógrafos y estudiosos de Séneca. ¿Cómo puede explicarse que un hombre como Séneca, filósofo que incluso en su época reconocía la humanidad de los esclavos, reverenciando la dignidad humana, pudiera escribir con tan desalmada crueldad sobre un difunto?

            Es cierto que quien hubiera conocido de cerca a Claudio, habría estado de acuerdo en que Claudio poco tenía que ver con los dioses inmortales, a menos que aceptáramos que entre los dioses haya tontos rematados (que todo es probable en el panteón pagano). La vida de Claudio es la vida de un hombre débil, reputado de idiota y maltratado desde su más tierna infancia por sus parientes consanguíneos más próximos. Su misma madre lo llamaba "sombra de hombre" y "aborto infame de la Naturaleza", como nos cuenta Suetonio. Y parece que nunca tuvo abuela, o, al menos, vivió como si no la tuviera; o mejor que no la hubiera tenido, pues su abuela Livia sintió hacia él un profundo desprecio y evitaba a todo trance el trato personal con su desdichado nieto. Nos cuenta Suetonio que para advertirle cualquier cosa, Livia prefería escribirle a Claudio cartas en tercera persona, en vez de dirigirse a él en segunda persona.

            El biógrafo de los Césares, Suetonio, nos ha contado estos chismorreos palatinos, y sobre Claudio nos declara que, incluso después de su aclamación como emperador, Claudio no ganó en respeto para los moradores de palacio: "...si se dormía después de la comida, cosa que le ocurría a menudo, disparábanle huesos de aceitunas y de dátiles, o bien los bufones se divertían en despertarle como a los esclavos, con una palmeta o un látigo. Solían también ponerle en las manos sandalias cuando roncaba, para que al despertar bruscamente, se frotase la cara con ellas" ("Los Doce Césares", Tiberio Claudio Druso XIII). Como podemos ver, fue un hombre desgraciado a quien hasta los bufones palaciegos le perdían fácilmente el respeto.

            Pero, no obstante, los rasgos que Suetonio destaca de la personalidad de Claudio son la desconfianza y el miedo. Esta desconfianza lo convirtió en un paranoico peligroso, según podemos juzgar por las represalias que tomó sobre cuantos existiera la mínima sospecha de conspiración contra él, represalias muchas veces instagadas por sus esposas o sus libertos.

            En el año 41, tras el tiranicidio de Calígula, Claudio es elevado a emperador. Séneca cae en desgracia. A instigación de Mesalina, se le acusa al filósofo cordobés de mantener relaciones adulterinas con Julia Livilla, una de las princesas imperiales de moral distraída. Pero, ¿cómo había llegado un caballero hispano de Córdoba al palacio de los Césares?.

 

LA CARRERA DE UN HISPANO EN ROMA.

            Tras su estancia en Egipto, donde había sido acogido bajo el techo de su tío Cayo Galerio, Séneca había regresado a Roma. En la Urbe, ayudado por su tía materna que no escatimó ninguna de sus influencias, Séneca comenzó su carrera como abogado y orador. Su tía fue clave en la carrera de Séneca, como él mismo nos lo confiesa: "En sus manos fui traído a la Ciudad, gracias a sus cuidados afectuosos y maternales me restablecí tras un largo tiempo de enfermedad; ella desplegó su influencia en apoyo de mi cuestura..." (Consolación a mi madre Helvia 19, 2).

            En efecto, allá por el año 33, gracias a las aldabas de su tía, Séneca es nombrado cuestor. Ha comenzado su escalada al poder, mientras que crece su fama. En el año 35 accede al Senado y contrae matrimonio con su primera esposa, con la que parece que no congenió muy bien y de la que se separó. Bajo el imperio de Calígula, Séneca se granjeó la envidia del vesánico emperador. Todo indica que Calígula pensó en acabar con la joven promesa de la oratoria y el Foro, pero Calígula le terminaría perdonando la vida, en la creencia de que la enfermedad asmática del cordobés acabaría con él sin necesidad de intervención imperial. Su celebridad en la Urbe le había franqueado las puertas de palacio, y, si hemos de conceder crédito a la acusación, también las de la alcoba de Julia Livilla.

            Cuando se descubre su relación con la princesa, Claudio condena a Séneca al exilio. Séneca abandonará Roma y tendrá que malvivir en Córcega. En su destierro insular el filósofo redactará sus "consolaciones" a Marcia, a su madre Helvia y a Polibio, uno de los esclavos de Claudio que había ganado la libertad por sus oficios de lector del emperador. Los años del aislamiento corso serán para el filósofo de una provechosa productividad en obras filosóficas y dramáticas.

            Siete años después, Agripina, recién casada con Claudio, consigue arrancar del emperador Claudio su clemente perdón. Séneca regresa a Roma, para ocuparse de la educación del hijo de Agripina, Nerón.

            Hasta la hora presente se ha sostenido que esos siete años de destierro impuestos a Séneca por Claudio son la razón de esa cruel sátira irreverente contra Claudio. Sin embargo, el exilio no es el único agravio que Claudio hizo a Séneca. Por si el destierro fuese poco, Séneca, amigo del género humano, tenía poderosas razones para no tener ni pizca de compasión por la memoria ni la dignidad póstuma del difunto Claudio.

            En la "Apocolocintosis" Séneca nos describe a Claudio como un "príncipe saturnalicio". El mandato de este emperador había sido una constante Saturnal, un mundo invertido que Suetonio nos describe como una inversión del orden de las cosas. Claudio fue, según Suetonio, gobernado por sus libertos y esposas: "...antes vivió como esclavo que como emperador". Entre esos libertos Suetonio menciona al eunuco Posides, a Félix, a Arpocras, a Polibio (el mismo a quien Séneca dedicaría una aduladora consolación en su exilio, muy probablemente con la intención de lograr la clemencia del emperador), a Palas, nombrado por Claudio intendente, y, por último, al liberto Narciso, secretario de Claudio. Estos dos últimos llegaron a acaparar una inmensa fortuna sirviéndose de la amistad que tenían con Claudio.

            Hemos dicho más arriba que el abuelo de Séneca fue muy probablemente magistrado en Urgavo. Recordemos que el nombre del abuelo materno de Séneca era el de Marco Helvio Novato. ¿Qué sabemos de Marco Helvio Novato?

            Pues sabemos de Marco Helvio Novato que casó en primeras nupcias con la que sería la abuela del filósofo cordobés, aunque el nombre de su consorte no esté claro. Marco Helvio Novato tuvo, que sepamos, dos hijas: Helvia Albina y la tía de Séneca, la que tanto lo ayudó en su carrera y esposa de Gayo Galerio, prefecto en Egipto que hospedó al joven Séneca en su residencia alejandrina.

            En la "Consolación a mi madre Helvia", opúsculo filosófico compuesto en el exilio corso (escrito en una fecha imprecisa que se mueve en el paréntesis que va del año 41 al 49), Séneca nos descubre que su madre había casado muy joven con su padre, quien la superaba en edad. Helvia Albina no llegó a conocer a su madre, pues ésta murió al darla a luz. Helvia, huérfana de madre, pronto tendría una madrastra, la segunda esposa de Marco Helvio Novato. En el año en que Séneca redacta la "Consolación a mi madre Helvia", Helvia ha enviudado, pero Marco Helvio Novato, el padre de Helvia Albina, vive todavía, aunque parece que lejos de su hija, tal vez en Hispania. Prueba de ello son los conmovedores renglones que Séneca dedica a su madre Helvia, cuando le recuerda el consuelo que ella puede encontrar en su padre:

            "Entre tus grandes consuelos contaría también a tu padre si no estuviera ausente. Ahora, sin embargo, según tu cariño por él, piensa cómo es el suyo por ti: comprenderás cuánto más justo es reservarte para él que consagrarte a mí. Siempre que te acometa incontrolada la violencia del dolor y te ordene seguirla, piensa en tu padre. Cierto es que, al darle tantos nietos y biznietos, has hecho que no le quedaras tú sola; pero la conclusión de su tiempo transcurrido felizmente te corresponde a ti. Estando él vivo no te es lícito quejarte porque hayas vivido." (Cons. a mi madre Helvia, 18, 9).

         Pero cuando escribía estas palabras a su madre, Séneca no contaba con que la desgracia también visitaría la casa de su abuelo Marco Helvio Novato. Todo apunta a que, en efecto, aunque Séneca nunca dejó constancia explícita del caso, así parece que ocurrió.

            El fatídico desenlace de Marco Helvio lo encontramos justamente al término de la "Apocolocintosis".

           Séneca ha conducido a Claudio por el mundo del más allá, en un fantástico y grotesto viaje por el mundo de ultratumba. Claudio se ha presentado ante los dioses, pero estos han considerado oportuno expulsarlo del Olimpo por tirano sanguinario y cretino irremediable. Claudio es precipitado a los infiernos. Allí le espera su fiel Narciso, el esclavo liberto que había sido encargado de la correspondencia imperial en vida de Claudio. Será Narciso quien avise a las sombras de cuantos fueron víctimas de Claudio. Séneca nombra a algunos de estos desafortunados que murieron condenados por Claudio, los que lo aguardan en el mundo de las sombras.

            "Estaban ahí Gayo Silio, cónsul designado, Junco, ex pretor, Sexto Traulo, Marco Helvio, Trogo, Cota, Vetio Valente, Fabio, caballeros romanos que Narciso había hecho matar." (Apocolocintosis 13, 4). La negrita cursiva es nuestra.

            De cuantos se mencionan en este pasaje, están identificados todos, con excepción de Marco Helvio, Cota y Fabio. Más adelante, Séneca da la cifra exacta de las víctimas del príncipe saturnalicio: "Por la muerte de treinta y cinco senadores, trescientos veintiún caballeros romanos y otros `tantos como la arena o el polvo´" (Apocolocintosis 14).

            Creemos que es muy probable que el Marco Helvio, del orden ecuestre, al que alude Séneca no sea otro que su mismo abuelo, Marco Helvio Novato, el magistrado de Urgavo, padre de Helvia Albina. Y según se nos dice en la "Apocolocintosis", Marco Helvio Novato, resultó víctima de una de las purgas instigadas por Narciso y perpetradas por el emperador Claudio.

          Atendiendo a este dato que ha pasado desapercibido para la historia podemos comprender mejor que el filósofo se ensañe tan acerba y cruelmente con la memoria de un difunto que lo había condenado al exilio y había condenado a muerte a su abuelo.

            Dicen que la venganza es un plato que hay que servirlo frío. Y la peor de las venganzas es la que desata las risas. Séneca se ensañó con aquel turulato Claudio. El cordobés supo emplearse con el arma más mortífera: suscitando las risas y las carcajadas de sus contemporáneos, en una de las "damnatio memoriae" más egregias de la literatura clásica... Con carcajadas capaces de asesinar incluso a un muerto.

 

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