El Idealismo modernista en Santiago del Estero en 1917: La asociación cultural Los Inmortales: conformación, ideas y lugar de los intelectuales.
Mgt. Héctor Daniel Guzmán.
Proyecto Historia de las ideas en Santiago del Estero en el Siglo XX. Movimientos culturales y revistas, UNSE (Argentina) (2014).
Resumen: En este artículo el autor analiza la conformación de un grupo de intelectuales idealistas en Santiago del Estero (Argentina) en 1917, sus formas de intervención intelectual, su procedencia social, el papel de la prensa y los estudiantes, y su impacto en el mundo cultural de aquella época. A través del recorrido por la constitución de este cenáculo de letrados, podemos observar cómo se va configurando la bohemia modernista que fue un rasgo distintivo en toda América Latina.
Palabras claves: intelectuales-idealistas-bohemia
Summary: In this article I discuss the creation of a group of idealistic intellectuals in Santiago del Estero (Argentina) in 1917, forms of intellectual intervention, social background, the role of the press and students, and their impact on the cultural world at that time. A tour through the creation of this upper room of lawyers, we can see how it is shaping the modernist bohemia that was a hallmark throughout Latin America.
Keywords: bohemian intellectuals, idealists
Resumo: Neste artigo, vou discutir a criação de um grupo de intelectuais idealistas, em Santiago del Estero (Argentina) em 1917, formas de intervenção intelectual, origem social, o papel da imprensa e estudantes, e seu impacto sobre o mundo cultural naquele momento. Um passeio através da criação deste cenáculo de advogados, podemos ver como ele está moldando a boemia modernista que foi uma marca em toda a América Latina.
Palavras-chave: boêmios intelectuais, idealistas
En Santiago del Estero en 1917 bajo el gobierno de José Cabanillas, se lanzó una política cultural, en forma de subvenciones a toda institución dedicada a la cultura, remodelando el Archivo histórico y el Teatro 25 de mayo, y comprando libros a la Biblioteca 9 de julio. Incluso el gobierno difundió al “ciudadano ilustrado”, como modelo de intelectual oficial, inmerso en el aparato estatal, y signo del progresismo gubernamental. En el ámbito municipal, el intendente Alejandro Gancedo (h), tuvo su política cultural centrada en el Teatro 25 de Mayo, desde donde se trajeron compañías teatrales nacionales de primer nivel, se proyectaron películas en consonancia con Buenos Aires, se organizaron en su salón exposiciones de pintura, y se reunieron allí grupos filodramáticos. En el ámbito privado, el Conservatorio Santiagueño, y el Club de ajedrez, organizaron veladas culturales, que reunieron gran cantidad de público. En este contexto, se multiplican las sociedades culturales juveniles, no sólo en la capital, sino en todo el territorio provincial, algunas son modestas en sus objetivos, otras, como la estudiada, son ambiciosas en su proyecto. Lo cierto es que hay una ebullición de estas agrupaciones y Los Inmortales forman parte de esta oleada culturalista generacional.
La agrupación Los Inmortales apareció el 13 de febrero de 1917, liderada por Horacio Maldonado (imprentero), Rodolfo Diaz Yolde (empleado postal) y Napoleón Taboada (h) (estudiante del Col. Nacional), los tres jóvenes se conocían del Colegio Nacional, el primero procedía de los sectores medios, y los segundos de los sectores altos de la sociedad santiagueña. Formaron una sociedad literaria, neutral en política y religión, y dedicada sólo a la producción cultural, que no tuvo una base institucional –Sociedad Sarmiento, Colegio Nacional- lo que los obligó a crear su propio espacio cultural, que fue la prensa escrita –periódicos, revistas- desde donde hicieron conocer sus ideas. Esta forma de intervención intelectual ayudó a su sostén como grupo, y los diferenció de sus pares locales. Según El Liberal, se presentaron como “una asociación cuyos fines fueron fomentar el arte escénico nacional, cultivar la literatura, y organizar veladas periódicas y reuniones recreativas”[1], todo un programa cultural que se mantuvo hasta 1919.
Este “movimiento intelectual” según Arturo Bustos Navarro, llegó a tomar el centro de la actividad cultural local, y fue “la primera inquietud literaria” para Horacio Rava, aunque para Emilio Christensen, verdadero testigo de aquella época, fue un “movimiento de reacción cultural”, caracterizado por su “diletantismo literario”, donde la figura de escritor aún no estaba profesionalizada[2].
La reunión fundacional supo congregar a “Horacio Maldonado, Leandro N. Piriz, periodista, José M. Paz, periodista, Raúl Figueroa, estudiante, Dardo Espeche Tula, inspector de rentas de la provincia, y Enrique Almonacid”, periodista, al decir de Carlos A. Virreira otro de los periodistas fundadores, pero otra fuente nos dice que Alfonso Quinzio, empleado estatal y Carlos Blanes, estudiante del Nacional, también fueron socios fundadores, que se caracterizaron por su pasión por el periodismo y las letras. Según Virreira, estos tomaron “el padrinazgo intelectual del mítico grupo porteño Los inmortales, cuya influencia buscaron a través de las lecturas de Carriego, Ghiraldo, Darío, Lugones, y Jaimes Freyre, y fue este último el escritor que más influenció a Los Inmortales, visitando dos veces al grupo en Santiago[3].
Impresiona el número de adherentes, y simpatizantes, pues reúne en 1917 casi sesenta miembros en los inicios de la campaña. Pero no debemos confundirnos, los socios activos fueron un puñado, que son realmente los que le dieron vida a la asociación, caracterizada por la heterogeneidad de los miembros, y la mayoría juvenil de su recluta[4]. Su principal cuadro, provenía de los diarios, El Liberal, La Libertad, y El Siglo, y otros periodistas que ya habían militado en alguna hoja cultural, o política, que reflejaban un rico florecimiento en el período estudiado, de todo tipo de periódicos, que no solamente informaban, sino que brindaban al lector material de lectura (crónicas deportivas, sociales, y delictivas, poesías, narraciones, discursos, y ensayos). Estos materiales ponían en contacto al lector con los debates intelectuales, como los artículos tomados de revistas porteñas, por El Liberal en 1917, sobre la primera guerra mundial, el 9 de julio, y el idealismo novecentista, para citar algunos de estos núcleos de actualización intelectual que ofreció la prensa al público local.
Los periodistas se dividían en dos grupos: los profesionales (abogados, ingenieros) que no vivían de su pluma, y los que dependían del periodismo, y como éste fue un trabajo muy mal pagado no les quedaba otra opción que buscar en un puesto del estado provincial el sustento diario. Los principales militantes Inmortales pertenecieron a este último grupo.
Estos periodistas tuvieron una formación cultural actualizada, porque tenían un contacto fluido con sus colegas de Tucumán, Rosario, y Buenos Aires, formándose un bloque de poetas/reporter, adheridos al modernismo, que se visitaban en acciones de camadería, pues era muy común que un periodista local fuese y viníese de Buenos Aires, como Héctor Aliaga Rueda, periodista de El Siglo, lo cual era un prestigio, ya que se iba a la metrópoli, se establecía conexiones con otros camaradas (había periodistas locales trabajando en Buenos Aires), y se volvía con las novedades culturales.
Esto permitió que Los Inmortales tuvieran un representante en Buenos Aires, que fue el poeta Tirso Lorenzo, colaborador de El Hogar, y contacto con la Biblioteca de autores jóvenes, y la revista literaria La Nota, esta última relacionada con el grupo de la revista Nosotros, de tal manera que podemos decir que Los Inmortales pasaron a formar parte de una importante red de literatos/periodistas, que llegaban a todas las provincias a través de la figura del corresponsal, enlace de las mismas con la metrópoli. Esto sirvió para que el grupo tuviese contactos con Caras y Caretas (corresponsal Arturo Helman Gauna), el diario La Epoca de Buenos Aires ( Manuel Ruiz), La Asociación argentina latina Sud (Bartolome Galindez), Biblioteca de autores jóvenes (Horacio Maldonado) y Letras argentinas (Luis Soria) todos medios donde escribieron los poetas modernistas, y cuyos representantes en Santiago pertenecían al citado grupo.
En menor medida acompañaron al grupo los estudiantes del Colegio Nacional, y la escuela Normal de maestras, los miembros del grupo filodrámatico del club Atlético Estudiantes dirigido por Marcos Figueroa, Tiro Federal de la Banda, y el Conservatorio Santiagueño. Una respuesta a ello, fue que los estudiantes influenciados por sus profesores, militaban en un positivismo que aún creía en la ciencia, por lo que no se sintieron atraídos por un idealismo a ultranza. Fue más adelante, en 1918, cuando algunos grupos de estudiantes se adhirieron a Los Inmortales, producto de las luchas reformistas.
Los universitarios que se hicieron eco del llamado, procedían de Buenos Aires, donde se había fundado un círculo de cultura y mutualismo de residentes santiagueños, llamado grupo “Almafuerte”[5], que se constituyó en un centro social y una Biblioteca, y fue fundado por universitarios y profesionales, que tuvieron la misma organización que Los Inmortales. Fomentaron la cultura física, intelectual y moral de sus socios, y el perfeccionamiento y progreso material de la provincia5. También ayudaron a que en la provincia se instalase una sucursal del Conservatorio Verdi, apoyaron toda obra que tuviese como fin la fundación de una biblioteca o un diario, y actuaron en la promoción de figuras locales en Buenos Aires. Ejemplo de ello fue el homenaje a Julio A. Rojas, considerado un santiagueño ilustre, y el apoyo a la gira de Andrés Chazarreta en Buenos Aires.
Ante tanta juventud, la madurez intelectual la propusieron Los Inmortales provenientes del aparato político provincial, y municipal, la Liga comercial/industrial, y Boy Scouts, organización nacionalista laica que adhririó en gran número al grupo; y algunos elementos de las prestigiosas instituciones Sociedad Sarmiento, Club de ajedrez, y Parque Lawn Tennis Club. Muchos de ellos, distinguidos caballeros pertenecientes a la Unión democrática, al radicalismo, y al socialismo, destacados por su arraigado liberalismo ochentista, ya que casi todos, venían militando en el periodismo, en la docencia, y en los cuadros políticos del conservadurismo liberal, hegemónico desde 1880 en la provincia.
Formaron Los Inmortales: los periodistas de El Siglo, Dr. Rodolfo Arnedo, Ramón Carrillo, J. Garay Bernasque, José Montiel, Nicolás Montiel, y Manuel Ruiz; de El Liberal, Juan Figueroa, Ing. Carlos A. Fernández, Guillermo Carabajal (h) (radicado en Buenos Aires), Enrique Almonacid , José M. Paz, Manuel Maldonado (h), y Carlos Schaefer Gallo (radicado en Buenos Aires); y de La Libertad, C. Abregú Virreira, P. N. Rodríguez, y Miguel Carol Lugones; Marcos J. Argañaraz, ex/ director de El Interior, Ramón A. Diaz, ex/Estímulo y defensa, Dr. Federico Pinto Gallo, y Anibal Paz, ex/ Razón, Dr. Napoleón Taboada, ex/ País, y Angelino Santillán, ex/ La Idea (Colonia Dora).
Los dependientes del Estado provincial (empleados), fueron: Florencio Guastavino, docente Andrés Chazarreta, Dr. Luis Soria, Diego Blanco Maders, Alfonso Quinzio, Dr. Raul García Gorostiaga, Atilano Fernández, Dr. Marcos Figueroa, D. Espeche Tula; los dependientes de la municipalidad capitalina; médico A. Fernández Frías, Ing. Alejandro Gancedo (h), y Manuel Maldonado (h).
Además pertenecieron al grupo: Arturo Helman Gauna, universitario; Juan N. Díaz, bibliotecario; los residentes santiagueños Dr. Antonio De Nucci, y profesor Ricardo Rojas pertenecientes al círculo de cultura de residentes santiagueños en Buenos Aires; C. Funes Albarracín, empresario del box, Gabriel Chissone, industrial y agricultor, los estudiantes, Leandro N. Piriz (Corrientes), Raúl Figueroa (Tucumán), Luis Cazzulo (Nacional) Carlos Blanes (Nacional), A. Bertuzzi, (Escuela técnica de Córdoba), R. P. Ruiz (Centenario), Juan Pujol (h) (nacional), Fortunato Molinari (h)(nacional), Javier Belascuen (Normal de la Banda); las señoritas Clara Achaval Vieyra, Adela ZaÍn, Lesita Abalos Gorostiaga, Lesita Aguiar Gorostiaga, Margarita Tisseyra, y Manuela, Sara Olga, y Rosario Lezana Corvalán; las docentes y artistas, Antonio Borull, Elvira Helman Gauna, Victoria Rodríguez, Alfredo Grandi, Daniel Tapia, Patrocinia Diaz, María Aliaga Rueda, Audelina C. Rodríguez, Elsa Gorostiaga de Aguiar, y Anita Maciel Garzón de Marín.
Si miramos la lista, veremos que predominan los jóvenes, y varones, muchos de ellos insertos en el aparato estatal, el periodismo, las agrupaciones políticas juveniles -socialistas, radicales, y conservadores-, y los centros de estudio ya sea secundario o universitario, aunque este último sector estudiantil no tiene impronta aún en el grupo. Está claro que es un grupo formado mayoritariamente por miembros de los sectores medios, que aspiran a tener un lugar en la sociedad, y esto se evidencia en que muchos miembros del Conservatorio santiagueño-grupo cultural de clase alta- no acompañaron a su directora en esta empresa, y se unieron al Apostolado de la Oración.
La importancia del núcleo juvenil que Rava destaca como rasgo del grupo, nos indica que fueron jóvenes (en su mayoría no pudieron seguir estudios universitarios) que necesitaron ingresar a la escena intelectual de la mano de algún padrino. Por lo tanto, fue una red de literatos que dedicaron sus producciones a Marcos Figueroa, Alejandro Gancedo (h), y Napoleón Taboada, los dos primeros, maduros dramaturgos, y el último, mecenas de los jóvenes artistas, símbolos de presentación para los nuevos valores en el circuito local, especialmente para los que no ostentaban algún blasón de alcurnia. Esta práctica cultural, de dedicar un homenaje mediante una poesía o un ensayo, a un maestro, (en el caso que estudiamos, resaltan las dedicatorias a Alejandro Gancedo (h) y Marcos Figueroa, promovidas por los jóvenes que reconocen en estos, los maestros a seguir), nos indica la influencia del modelo arielista del guía, que ilumina a la juventud.
Estos maestros fueron orientadores para la juventud intelectual, pues generaron un destacado movimiento teatral que data del año 16, en el cual participaron Enrique Almonacid, y Carlos Abregú Virreira; pues no sólo nuclearon conjuntos teatrales estables, sino que ofrecieron espacios de expresión artística a un número creciente de jóvenes amantes del teatro[6].
Evidentemente, cuando Los Inmortales llegan a la arena local, el modelo de intelectual científico –positivista- se bate en retirada, ante el dramaturgo o poeta, modelo modernista, ya que este movimiento –modernismo- fue hegemónico, porque todos los grupos culturales locales difundían sus postulados: americanismo, idealismo, helenismo, orientalismo, bohemia, etc.. En el momento en que se forman Los Inmortales la cultura oral, fue la forma de las relaciones intelectuales de la época, a través de discursos, conferencias, declamaciones, recepciones, y teatro, siendo este último registro el área cultural por excelencia. Aunque debe aclararse que este tipo de intelectual –dramaturgo-, comenzaba a ser amenazado por el poeta, figura que crecía en la sociedad local a partir de sus intervenciones en reuniones o veladas culturales, rasgo acentuado por las poesías dedicadas en 1917, que muestran cómo una red de poetas, se reconocen como iguales y formando parte de una comunidad del espíritu, y por los homenajes que la prensa local ofrece a Almafuerte, y Guido y Spano, poetas modelo para muchos jóvenes amantes de la poesía. A este dato le podemos agregar la preferencia que tiene la literatura para la masa lectora que asiste en 1917 a la principales bibliotecas capitalinas (3000 lectores en 1917). Por último, la Asociación se encontró transida por una corriente epocal de entreguerra que la sustentó y cuya referencia posibilitó su formación y evolución. Me refiero al idealismo que se nutrió del modernismo en boga, practicado por Arturo Capdevila, Ricardo Jaime Freyre, Bartolomé Galíndez, Alcides Grecca, José Maturana, Baldomero Fernández Moreno y Atilio García Mellid, casi todos modernistas consagrados, y poetas que publican en las revistas idealistas, y son difundidos por El Liberal, y la Biblioteca 9 de julio. Por ello, Los Inmortales se hicieron llamar Modernistas, haciendo referencia al estudio de Rodó sobre la obra de Darío, pues en ella, Rodó se reconoce un modernista como Darío, y desde esa visión, Los Inmortales como los intelectuales americanos se autoidentificaron con esa posición de reacción moderada contra el positivismo extremo, y así el modernismo literario y el arielismo unieron fuerzas a través de la “estética de la belleza”, siendo los mismos intelectuales la elite difusora de la nuevas ideas y guía de las masas[7].
El idealismo que pregonaron tenía sus raíces en el malestar del siglo, que Max Nordau, Arturo Schopenhauer, Federico Nietzsche, Ernesto Renán, y José E. Rodó, autores leídos por el grupo, localizaron en la crisis moral y estética releída en contacto con la gran guerra, la revolución mexicana, y la revolución rusa. Casi todos estos intelectuales estuvieron convencidos de que había que salvar a la civilización, portadora del progreso que el país necesitaba, por lo tanto no sólo le escribieron a los sentimientos, sino que pensaron que la solución a la crisis de entreguerras estaba en los ideales y la cultura. En este punto fueron más que poetas y dramaturgos modernistas, fueron o intentaron serlo, pensadores en Santiago del Estero, con una propuesta cultural innovadora y moderna.
[2] Bustos Navarro, A., Fecundo desarrollo tuvieron las instituciones culturales, en El Liberal, Número de cincuentenario, p. 198 ; y Rava, Horacio, Desde el Coplero del pueblo a los modernos poetas de hoy, en Ibidem., p. 108; y Christensen, Emilio (1923), El desenvolvimiento de la cultura en Santiago del Estero y sus actuales manifestaciones en la vida intelectual, en El Liberal, Número extraordinario, 3/11/23, p. 52. Para José Rivas, fue el primer cenáculo esencialmente literario, ver, Rivas, José (1988), Santiago en sus letras, Herca, Sgo. del Estero, p. 18.
[3] Abregú Virreira, Carlos (1970), Ricardo Freyre y los poetas santiagueños de los Inmortales, en Nueva Imagen Nº1, Sgo. del Estero, p. 44. Freyre fue uno de los poetas difundidos por el Liberal, y tuvo el mismo éxito que Terán, otro intelectual tucumano muy conocido en Santiago.
[4] Rava, Horacio (1978), Panorama de las letras santiagueñas, Dirección Gral de Cultura de la Prov. de Sgo. del Estero, Sgo. del Estero.p. 14.
[5] Estatutos del Círculo de cultura y mutualismo de residentes santiagueños, s/e, Buenos Aires, 1917, p. 1.
[6] Christensen, Emilio, Historia del teatro en Santiago, en Ibid., Número del cincuentenario, p. 126. Sobre el teatro como género predominante en el periodo estudiado, ver, Viñas, David, Literatura argentina y política. De Lugones a Walsh, Sudanericana, Buenos Aires, 1996, p. 85.
[7] Veáse sobre modernismo y arielismo en: Bernabé, Mónica (2006), Vidas de artista, Beatriz Viterbo editora, Rosario, p. 39, Funes, Patricia (2006), Salvar la Nación. Intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos, Prometeo Libros, Buenos Aires, p. 216, Teran, Oscar (2005), El espiritualismo y la creación del anti-imperialismo latinoamericano, en Salvatore, Ricardo (comp.) (2005), Culturas imperiales, Betraiz Viterbo editora, Rosario, p. 307, y Montaldo, Graciela (1999), Ficciones culturales y fábulas de identidad en América Latina, Betraiz Viterbo editora, Rosario, p. 85.