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Paul Ricoeur y Hayden White: Una mirada hacia la comprensión de la narración en la Historia.

 

Mariana Imaz Sheinbaum.

 

Licenciatura en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora en la Facultad de Filosofía y Letras y en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales la Universidad Nacional Autónoma de México (México).

 

Resumen:Este artículo propone hacer una revisión del pensamiento de Paul Ricoeur y Hayden White acerca de la importancia de la narración en la historia. Partiendo del hecho de que provienen de diferentes posiciones filosóficas, ambos reivindican a la narrativa y a la imaginación como parte fundamental del quehacer histórico, conceptos que fueron despreciados durante décadas por la predominancia de la visión positivista en la historia y que son fundamentales para entender a la disciplina misma. A partir de una exposición y revisión de los planteamientos de White y Ricoeur en torno a la narración, se desarrolla un ejercicio de comparación crítica entre ambos para reivindicar y valorar las aportaciones de los autores al campo de la filosofía de la Historia.

Palabras claves: Narración, Trama, Imaginación, Paul Ricoeur, Hayden White.

 

Abstract: This article seeks to review the thoughts of Paul Ricoeur and Hayden White towards the importance of narrative in History. Both authors come from different philosophical traditions; however, they both emphasize the relevance of narrative and imagination as fundamental elements for the Historical task. These concepts were devaluated for a long time due to the predominance of positivism in knowledge, and are fundamental for the understanding of the discipline. As a way to reclaim and value these thinkers’ contributions to Philosophy of History, I will present their thoughts regarding narrative, and will establish a comparison between them.

Key Words: Narrative, Plot, Imagination, Paul Ricoeur, Hayden White.

 

 

Tanto para Ricoeur como para White, la narrativa puede considerarse como un universal humano. La necesidad de narrar la acción humana es una constante en la historia. Aunque los autores tratan el tema desde una óptica distinta, me parece que ambos llegan a la conclusión de que sin duda la narración es inseparable del ser humano.

Para Ricoeur, la narración surge como producto de la necesidad humana de reflexionar sobre nuestra acción en el tiempo. Tiempo y narración son inseparables, van de la mano. Incluso, podría afirmar que para Paul Ricoeur la una no existe sin la otra. La narrativa histórica se convierte en una necesidad humana de reflexionar sobre el irresoluble misterio del tiempo. Para él, es precisamente el relato, la narración, la que da cuenta y sentido de la experiencia temporal del hombre en el mundo. Pero no sólo eso, el relato, es la manera en que el tiempo cosmológico se convierte en un tiempo terrenal, humano. Es decir, para Ricoeur, el relato es inherente al ser humano en la medida en que es gracias a éste, que el hombre se construye a sí mismo y construye su propio tiempo:

El tiempo se hace tiempo humano en la medida en que se articula de un modo narrativo, y la narración alcanza su plena significación cuando se convierte en una condición de la existencia temporal.[i]

La narración, entonces, resulta indispensable para quienes, desde la labor histórica, buscan en otras ubicaciones temporales encontrar sentido al accionar humano. Ricoeur afirma que la narración que trama el historiador es la herramienta cognitiva que le permite explicar la acción humana; hacerla coherente y plausible; en otras palabras, comprender su sentido. Para él, la historia es conocimiento en la medida en que se establece una relación de sentido entre el historiador de hoy y lo vivido por los hombres de otros tiempos. Parafraseando a Ricoeur, el arte de contar se encuentra necesariamente vinculado a la complejidad ciega del presente tal como lo viven los propios seres históricos y que dicho arte está siempre sujeto al modo en que estos últimos interpretan sus acciones.[ii]

Por lo tanto, en historia, la iniciativa no pertenece a los documentos, pertenece a la cuestión planteada por el historiador. En otras palabras, la historia está siempre vinculada a un narrador, el historiador, quien es un hombre de su tiempo, condicionado por  su contexto y los valores de su presente, es quien le hará las preguntas al pasado y tramará una narración plausible para explicárnoslo.

Por el otro lado, Hayden White afirma que el reciente retorno de la narrativa manifiesta el reconocimiento entre los historiadores de que un escrito más literario que científico es lo que se requiere para un tratamiento específicamente historiológico de los fenómenos históricos. Para White, esto implica un regreso a la metáfora, la figuración y la trama, en lugar de la regla de la literalidad, la conceptualización y el argumento, como elementos de un discurso propiamente historiográfico. [iii]

Este discurso historiográfico es para White una representación. Como claramente sostiene en Hecho y figuración en el discurso histórico, la representación de una cosa no es la cosa misma. Para White, existe una estrecha relación entre la aprehensión del historiador de que algo ocurrió en alguna región del pasado y su representación de lo que ocurrió en su consideración narrada de ello.[iv] En este sentido, siguiendo a  White, los hechos históricos son construidos. Si bien tienen su origen en el estudio de los documentos, los hechos no vienen dados ni vienen almacenados como hechos. White afirma que son construidos conceptualmente en el pensamiento y/o figurativamente en la imaginación y tienen una existencia sólo en el pensamiento, el lenguaje o el discurso. En este sentido, “la narración es “un metacódigo, un universal humano sobre cuya base pueden trasmitirse mensajes transculturales acerca de la naturaleza de una realidad común.”[v] La narración, por lo tanto, es parte constitutiva del ser humano. Es la manera en que nos explicamos nuestro tiempo y nuestra acción, pero no sólo eso, la narración es la manera que tenemos para comunicarnos con otros y con el pasado.

En este sentido, ambos autores concuerdan en que la narración depende del momento de emisión (narrador), las estructuras narrativas son autorreferenciales. Expresan condicionantes del contexto cultural y social del presente del narrador (el espejo de su tiempo). Por tanto, no pueden ser establecidas como instancias de obtención de imágenes precisas del pasado (lo real pasado). De ahí se sigue una consecuencia general: el saber histórico, en tanto no puede obviar su consistencia narrativa, no puede ser pensado desde la relación sujeto-historiador frente a objeto-pasado, relación básica de carácter cognitivo en las ciencias duras. En este caso, el historiador (el sujeto) es sujeto y objeto de estudio.

Ahora bien, tanto para Ricoeur como para White, la trama es la herramienta narrativa que nos ayuda a hacer comprensible una historia. Es el carácter explicativo del relato. Gracias a la trama logramos seguir una historia y familiarizarnos con el relato. Ambos afirman que la trama nos familiariza con lo no familiar. Es la forma por la que, para usar los términos de White, lo exótico se convierte en conocido. También coinciden en que la trama es creada por un narrador y se narra siempre desde un presente que está condicionado por situaciones culturales, sociales, políticas, etc.

El historiador que articula la trama está sujeto a su presente. Es él quien construye el discurso histórico. En este sentido, ambos autores están de acuerdo también en que la trama es una construcción imaginativa. Es el elemento ficticio de la historia. Ambos estarían de acuerdo en afirmar que, por lo que se refiere a la estructura narrativa, ficción e historia pertenecen a una misma clase. Sin embargo, creo que White lleva esta expresión más allá. La historia es ficción, o mejor dicho, es una ficción de ficciones. El elemento ficticio es inherente a la naturaleza histórica.

De aquí deriva la diferencia más notable entre ambos, que se muestra en su concepción respecto a la relación entre escritura e investigación histórica. Para White “el discurso histórico (en tanto separado de la investigación histórica) es un caso particular del discurso en general.”[vi] Y me parece que White hace esta separación precisamente para sustentar su argumento sobre la ficcionalidad de la historia. Mientras ambas operaciones estén separadas, una de ellas, la escritura, contendrá siempre el elemento ficcional. Incluso, aún separadas, White afirma que los documentos, al ser relatos sobre el pasado, también contienen su grado de ficcionalidad.

En contraparte, Ricoeur sostiene que ambos procesos, investigación y narración, son inseparables. Incluso afirma que hay que tener precaución con la afirmación de White:

He mencionado la metahistoria de Hayden White […] no obstante, hay que tratar de evitar caer en dos tipos de malentendidos. El primero consistiría en convertir el procedimiento de la escritura en una mera técnica didáctica extrínseca a la investigación histórica propiamente dicha. El segundo, en concebir esta representación ‘ficticia’ de la realidad como algo que sólo forma parte de las reglas de la evidencia que la historia comparte con otras ciencias, a reserva del carácter propio de la evidencia documental.[vii]

Para Ricoeur escritura e investigación van de la mano, no puede hacerse uno independientemente del otro, pues ambos procesos viven una persistente tensión dialéctica, se nutren constantemente. Es decir, que, cuando uno desarrolla una investigación, el proceso de escritura va de la mano, no se hace primero uno y después el otro, viven juntos y mientras se investiga se hace uso del proceso de escritura y mientras se escribe se hace uso de la indagación, de la búsqueda. Esta tensión dialéctica produce un nuevo significado, en este caso genera un mecanismo de trabajo (aún sin nombre) en el que conviven permanentemente los dos momentos.

Para Ricoeur, la historia sí tiene un elemento de ficcionalidad: la trama. Sin embargo, eso no lo lleva a afirmar que la historia es ficción, ya que, para él, el carácter de inquiry, de investigación, impide igualar a la historia con la ficción, además de que dicha indagación no puede ser separada del proceso escriturístico.

Ahora bien, como hemos tratado, para ambos autores el proceso imaginativo es esencial en la construcción de la trama, en la medida en que es a través de ella que una serie de sucesos inconexos lograrán convertirse en una totalidad significativa. La trama es, para ambos, el proceso por el que la crónica, en el caso de White, y las frases narrativas, en el caso de Ricoeur, logran articularse en una totalidad y convertirse en un relato, en una historia.

Ricoeur, incluso afirma que es la trama, entendida como proceso imaginativo, la que convierte los acontecimientos en hechos históricos. En otras palabras, la trama es el medio por el que re-configuramos la experiencia temporal, pues es en la medida en que re-describimos la acción humana (le damos una nueva forma, una nueva significación), que el tiempo también es modificado o, mejor dicho, re-configurado.

White, por su parte afirma que es la trama la que convierte una serie de eventos aislados en una historia. Para él, ningún conjunto dado de acontecimientos históricos causalmente registrados puede por sí mismo construir un relato. En todo caso, lo máximo que podría ofrecer el historiador son elementos del relato. Para que este conjunto de acontecimientos puedan ser un relato, tienen que incorporar las técnicas que normalmente esperaríamos encontrar en el tramado de una novela o una obra: tiene que haber una supresión y subordinación de acontecimientos, tiene que haber énfasis en otros, caracterización, repetición de motivos, variación del tono y el punto de vista, etc.[viii]

La configuración de una narración histórica por lo tanto, depende de la sutileza del historiador para relacionar una estructura de trama específica con un conjunto de acontecimientos históricos a los que desea dotar de significado. Esto, afirma White, es una operación literaria y “llamarla así en ninguna forma invalida el estatus de las narrativas históricas como proveedoras de un tipo especial de conocimiento.”[ix]

Siguiendo lo anterior, ambos autores concuerdan en que la trama introduce una innovación semántica en la medida en que articula una nueva congruencia al texto, dota de un nuevo significado a los hechos históricos que se deciden incorporar al relato. Dicho de otra manera, la trama renueva la narración convirtiéndola en una posibilidad de articular y mirar hacia el pasado. En términos de White, el relato histórico dota a la realidad de una forma.

En este sentido, Ricoeur nos recuerda, que el cómo se va desarrollando una historia nos impulsa a continuar en ella y respondemos a dicho impulso mediante expectativas que se refieren al comienzo y al final de todo el proceso. En este sentido, el final de la historia, la conclusión del relato, es el polo magnético que orienta todo el proceso. Lo que implica que estamos orientados en cierta dirección al leer un relato. En este sentido se le atribuye una función teleológica a la conclusión. Más que predecible, afirma Ricoeur, una conclusión debe ser aceptable. Dirigiendo nuestra atención hacia atrás, desde la conclusión hacia los episodios intermedios, debemos poder afirmar que ese fin exigía estos acontecimientos y esa cadena de acciones.[x]

Para White, la conclusión en un relato es retomada en un sentido diferente:

[…] la exigencia del cierre en el relato histórico es una demanda de significación moral, una demanda de valorar las secuencias de acontecimientos reales en cuanto a su significación como elementos de un drama moral. [xi]

Aunque el punto de vista teleológico no es primordial en White, es importante resaltar el papel que otorga al cierre del relato. Él apunta a que es una demanda de característica moral, es decir es un compromiso que el autor tiene de antemano con la historia; compromiso que debe ser coherente con la manera en que dicho autor escogió entramar sus acontecimientos.

Consideraciones Finales

 A lo largo de esta revisión, hemos analizado el valor y predominancia que dan nuestro dos autores al ejercicio narrativo dentro de la Historia. La trama, esa necesaria intervención que lleva acabo el historiador, se convierte en parte central del quehacer histórico. Por su parte, esta trama no podría concebirse sin esa otra facultad intrínseca al ser humano: la imaginación. Aún a pesar de las diferencias que los autores puedan tener respecto al carácter ficcional de la historia, o respecto a los procesos de investigación y escritura de la misma, ambos reconocen que este elemento imaginativo, siempre anclado en el presente del historiador, es el que da coherencia y articula el relato histórico.

Concluyo diciendo que, como bien afirma Ricoeur, la imaginación es un juego de posibilidades, y que es precisamente eso lo que han hecho estos autores: imaginar. En otras palabras, han logrado imaginar nuevas formas de reconocer y de realizar esa necia búsqueda humana de comprender su pasado para explicarse a sí mismos. Condición ideológica exclusiva de nuestra especie, que, sólo gracias a su capacidad de imaginar y narrar realidades y existencias ausentes, puede construir, en el pensamiento y desde su presente, imágenes con sentido de lo que fue y de lo que podría llegar a ser.

 

Bibliografía:

 



[i]Ricoeur, Paul: Tiempo y Narración, Vol.1, traducción de Agustín Neira, México, Siglo XXI, 1995, p. 113.

[ii]Ricoeur, Paul: Historia y Narratividad, traducción de Gabriel Aranzueque Sahuqillo, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona-Paidós, 1999, p. 105.

[iii]White, Hayden: El texto histórico como artefacto literario, traducción de Verónica Tozzi, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 2003, p. 49.

[iv] Ibídem, p. 51.

[v]White, Hayden: El contenido de la forma, Narrativa, discurso y representación histórica, traducción de Jorge Vigil Rubio, Barcelona, Paidós, 1992, p.17.

[vi] White, Hayden: El texto histórico como artefacto literario, p. 185.

[vii]Ricoeur, Paul: Historia y narratividad, p. 138.

[viii]White, Hayden: El texto histórico como artefacto literario, p.113.

[ix] Ibídem, p. 115.

[x] Ibídem, p. 252,

[xi]Ricoeur, Paul: Del texto a la acción, Ensayos de hermenéutica II, traducción de Pablo Corona, México, FCE, 2002, p. 35.

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