Un libro ejemplar. “Manuel Ramírez, España al desnudo (1931-2007)”.
Reseña de
Sergio Fernández Riquelme.
Hace más de un siglo, los regeneracionistas lanzaron un grito casi desesperado para la transformación política, social y económica de España. El fin de la Monarquía hispánica tras la pérdida de las últimas colonias en América, abrió “la caja de pandora” de la identidad nacional española, ante la emergencia de los regionalismo internos, los problemas de modernización económica y los retos de desarrollo social y cultural. Y hombres como J. Costa, L. Mallada, A. Ganivet o R. Macías, enarbolaron la bandera del progreso que situaba a la misma España como “problema histórico”.
Recogiendo el testigo, a modo de ascendente espiritual, el jurista y politólogo Manuel Ramírez Jiménez, Catedrático de Derecho político de la Universidad de Zaragoza, vuelve a lanzar ese grito, en este caso desde el análisis político-constitucional, buscando no sólo la reflexión intelectual de los lectores y su ilustración histórica; aspira, siquiera, a remover determinadas concepciones que han programado la ética y la estética de la generación presente. Por ello nos ofrece en este trabajo, en primer lugar, un diagnóstico certero y riguroso, siempre desde su concepción de la libertad real fundada en la sabiduría, del itinerario histórico de la España contemporánea (desde la proclamación de la Segunda República hasta la sociedad española de inicios del siglo XXI); y en segundo lugar, inserto en el análisis de los grandes episodios nacionales, un ensayo particular de nuestro ser como nación, recogiendo el testigo de nuestros maestros José Ortega, Miguel de Unamuno o Julián Marías.
Un trabajo polémico, por tanto, y que pretende serlo, que nace del profundo “dolor sobre el ser de España” que siente al autor, sometido a embestidas ideológicas que subrayan, como leit motiv, las recurrentes “ocasiones perdidas en nuestro desarrollo” desde 1812, trasunto de la homologación con la Europa transpirenaica. Desde la tan denunciada “soledad del discrepante”, el profesor Ramírez destina sus reflexiones a encontrar la “verdad” de nuestra historia, a extender la cultura real a la ciudadanía, a “desnudar” el país, a mostrar al político la “necesidad del riesgo”, a demostrar la verdadera vocación fundadora del intelectual. Así, y como decía H. Hesse, nos invita a encontrar respuestas fundadas a leyendas ni siempre acertadas: “nuestros saberes, por mucho que se multipliquen, no acaban en un punto final, sino en un signo de interrogación”.
Estas finalidades cardinales de su trabajo (por qué y para qué), inscritas en su “interpretación metodológica sobre nuestro pasado político-constitucional”, así como del “presente que nos ocupa y preocupa a la vez”, nos interpelan a corrobora o refutar la hipótesis sobre nuestra Historia contemporánea, definida comúnmente como un fenómeno específico de “discontinuidades, bandazos, y sobre todo, de ocasiones perdidas”. Para el autor, “nuestra incapacidad de asumir el pasado, sin más”, se ha traducido bien en vivir del mismo, de “lo que fuimos”, bien en renegar del mismo, convirtiéndose nuestro pasado en mera arma arrojadiza en la contienda política. Como señalaba Ortega, “por una curiosa inversión de las potencias imaginativas, suele el español hacerse ilusiones sobre su pasado, en vez de hacérselas sobre su provenir”. El viejo sueño liberal del novecientos se truncó entre reacciones absolutistas y disputas personalistas; la federalización de la I República chocó con el caos cantonalista y la improvisación constitucional; la restauración de la Constitución Canovista paralizó el desarrollo nacional entre el caciquismo regional y el clientelismo de las elites; la modernización encarnada en la II Republica fracasó ante la extrema polarización ideológica, la misma debilidad del consenso republicano, y finalmente, el Alzamiento conservador; y una Transición considerada modélica es puesta en tela de juicio, en sus acuerdos y transacciones, por la falta de límites del proceso autonómico y por la decidida voluntad de “revancha política” de los promotores de la Memoria histórica.
Y el horizonte histórico al que nos abocamos parece dibujar, para nuestro autor, una nueva ocasión perdida. La “sociedad que padecemos”, modelada por el actual sistema democrático desde el paradigma del relativismo moral según Ramírez, destierra, ante nuevas mentalidades sociales abocadas a la fugacidad de su propia existencia, los principios y valores que consensuaron el cambio de régimen político: la unidad nacional, el patriotismo, la preocupación por el orden, el respeto por la autoridad, y el pudor. Características de una “generación bisagra”, laborioso, sufridora, respetuosa, en trance de superación por una nueva generación presa del hedonismo y el consumismo, que reniega de las tradiciones seculares, de los pilares comunitarios, de la misma trascendencia del ser humano, bien por cierta ignorancia calculada y suministrada por el sistema educativo, bien por la propaganda mediática que propugna la conversión de la libertad en libertinaje.
Frente a la violencia ideológica, a la corrupción oficial, a la maraña administrativa que ampara esta sociedad y educa, consecuentemente, a su generación protagonista, el profesor Ramírez, en su línea del que proclama como “incorrecto optimismo” aspira, sin caer en la fatiga y el miedo que genera el absolutismo partidista, a una España “desnuda de prejuicios, de mediocridad, de envidias, de odios atávicos. Es decir, plantea desde su libertad de expresión una nación capaz de reconocer lo valioso de su pasado, valorar las creaciones comunes del presente, y valorar las oportunidades del futuro”. En suma, el profesor Ramírez, recuperando a aquello que a su juicio hace un siglo aspiraban los regeneracionistas, reclama “un país con los grandes problemas de todos los países ya plenamente resueltos y no todavía pendientes, preguntándonos cada mañana que somos y por qué”.