El rol de agentes educativos en los abuelos del siglo XXI: transmisión de valores y principales factores que influyen en el grado de relación mantenida con sus nietos.
Antonio Luis Martínez Martínez.
Profesor de la Universidad de Murcia (España).
Resumen
Las múltiples transformaciones acontecidas en la sociedad en los últimos años, ha repercutido de manera más que evidente en los sistemas familiares, generando un cambio sustancial en el desempeño de los roles y funciones de todos sus miembros, especialmente de los abuelos y abuelas, que han pasado de un segundo plano a ostentar una relevancia más que notoria en las dinámicas familiares, mostrándose mucho más activos que antaño. Hecho que se traduce en que actualmente un volumen considerable de estos mayores, ejercen asiduamente o casi de manera diaria el cuidado de sus nietos, y por ende, influyendo también directamente en el proceso educativo de los menores, siendo participes en la transmisión de valores, actuando a modo de progenitores secundarios. No obstante, aunque los abuelos dediquen mucho tiempo a los niños y actúen como agentes educadores, debemos señalar que estos mayores como colectivo poblacional, presenta unas peculiaridades definitorias, tanto a nivel global como individual, influyendo de manera más o menos significativa en el grado de relación y comunicación mantenida con sus nietos. El objetivo de este artículo, consiste en llevar a cabo en primer término, una aproximación conceptual de las relaciones intergeneracionales, y más concretamente de la relevancia ostentada por los abuelos como parte activa en la educación de los menores y en segundo término, analizar algunas de las características más destacadas presentadas por estos mayores, llegando a influir en el grado de las relaciones mantenidas con sus nietos, fomentándolas o por el contrario dificultándolas, siendo estas peculiaridades las siguientes; edad, género, familia de pertenencia o de origen, estado de salud, distancia geográfica, factores como la personalidad, carácter o temperamento, actividades realizadas conjuntamente, y finalmente los abuelos como la generación intermedia entre progenitores e hijos.
Palabras clave: abuelos, nietos, agentes educativos, transmisión de valores, relaciones entre abuelos y nietos.
Abstract
Transformations taking place in society in recent years have affected the family system, generating a substantial change in the performance of the roles and functions of all its members, especially grandparents, who have passed from second level roles to have a more significant relevance in family dynamics. This change implies a considerable number of elderly people, regularly or daily, taking care of their grandchildren and directly influencing the educational process of children, being also involved in the transmission of values.
However, although grandparents spend much time with children as educational agents, we should note that older present some defining characteristics, both globally and individually, which influence significantly in the degree of involvement and communication with their grandchildren.
The objetive of this article is to frame a conceptual approach to intergenerational relationships and, particularly, to the relevance of grandparents as active agent in the education of children. This work also intends to analyze some of the most salient factors influencing the involvement of grandparents, such as, gender, type of family, health status, geographical distance, personality, character or temperament, activities implemented jointly and, finally, grandparents as the intermediate generation between parents and children.
Key words: grandparents, grandchildren, educational agents, transmission of values, relationships between grandparents and grandchildren.
1. Introducción
Actualmente el estudio de las relaciones intergeneracionales y la influencia ejercida por estos abuelos en el contexto escolar, es un tema relevante pero demasiado reciente. Hasta hace pocos años, concerniente al nuevo papel de estos mayores se había focalizado el análisis en aspectos más familiares, además de las dimensiones positivas y negativas, generadas a consecuencia del desempeño de los roles de cuidadores, pero no tratándose ampliamente hasta la fecha, la importancia como agente educador que implícitamente llevaban a cabo al asumir los cuidados. Destacando también por parte de los estudios científicos, que al otorgarle relevancia a las familias considerándolas como primer agente socializador, se hacía mención en exclusividad a los progenitores dejando a los abuelos al margen, tratándose de manera subliminal esta cuestión. A estos mayores a consecuencia del incremento obtenido, en el grado de participación y decisión de las responsabilidades familiares, les han permitido cuidar activamente a los nietos e inherentemente, también formar parte activa en sus procesos educativos. Motivo por el cual, diversas investigaciones desde hace algunos años le han otorgado un papel destacado a estos sujetos (Fernández Riquelme, 2017). Ya que actualmente, se demanda la necesidad que tiene para el éxito escolar de los niños, la existencia de una sólida relación entre familia y sistema educativo, constituyendo un claro ejemplo de ello, los siguientes estudios que versan sobre este ámbito.
De León (2011) señalaba que la escuela y la familia, al conformarse como los dos grandes agentes educativos de socialización, no deberían estar desvinculados entre sí, mostrando también interés por estos mayores que forman parte de la educación de los niños.
Los estudios de Jensen, Joseng y Lera (2007) avalan el planteamiento ya mencionado, estableciendo que un mayor grado de cohesión entre sistema familiar y escolar, constituye un factor que refleja un incremento en la calidad educativa. Estos autores destacan además, la incipiente involucración que el colectivo de abuelos presenta en los centros escolares, siendo bastante usual que además de llevar y recoger a los nietos al colegio, asistan a las tutorías ante la imposibilidad de los padres por trabajo.
También Montesinos et al. (2013) hacía referencia que en el preámbulo de la Ley de la mejora de calidad educativa del 2013, establecía que un compromiso de las familias con el trabajo escolar y la vida docente, garantizaba el éxito del alumnado, siendo por tanto un trabajo de responsabilidad conjunto entre todos los agentes intervinientes (alumnos, docentes, familia, administraciones educativas y sociedad).
Y finalmente destacamos que estos mayores también necesitan educarse para que las relaciones intergeneracionales sean lo más provechosas posibles.
2. Surgimiento del nuevo rol de los abuelos
Los principales cambios sociales acontecidos en los últimos años tales como, el surgimiento de familias monoparentales, homoparentales, rupturas conyugales, aumento de la fecundidad, esperanza de vida, etc. inciden directamente sobre padres e hijos, y también sobre sus relaciones con la sociedad y la escuela (Kallinski y Pourtois, 2005).
Pudiendo afirmar la existencia de determinadas transformaciones sociales y familiares, que ha repercutido directamente en el surgimiento del nuevo rol del abuelo, siendo básicamente las siguientes:
En primer término, la masiva incorporación de la mujer a los mercados laborales, propiciando no solamente la reconceptualización del rol e imagen de estas mujeres como esposas y madres, sino transformando también las funciones de los demás miembros de la familia (González Bernal y De la Fuente, 2010).
En segundo término, debido a la evidente proliferación de las denominadas familias ensambladas, consecuencia de las nuevas formaciones de pareja y el elevado índice de rupturas conyugales, surge una nueva figura como es la aparición de los abuelastros (Susana Martín, 2012).
Y en tercer término, el notable incremento de la esperanza de vida, ha permitido la coexistencia de varias generaciones de una misma familia, suponiendo un hecho histórico, según Sancho Castiello (2007) el llegar a convivir simultáneamente tres generaciones, incluso un gran volumen de sistemas familiares también cuentan con bisabuelos.
Todos los motivos anteriormente mencionados, han propiciado que estos mayores adopten un rol mucho más activo, involucrándose de manera evidente en la educación de los nietos, especialmente cuando les permiten asumir el cuidado de los mismos. Destacando que hoy en día un gran volumen de éstos ejercen de cuidadores, motivado principalmente porque ambos progenitores trabajan, señalando además, como manifiestan Papalia, Olds y Feldman (2004) que aparte de las cuestiones laborales, también es debido, a que muchos padres los consideran las personas idóneas para ejercer estas labores, depositando en ellos su confianza al comprobar las muestras de cariño profesadas a los menores.
Estas nuevas funciones desempeñadas por los abuelos, ha sido consecuencia de la adquisición de un papel preeminente en los sistemas familiares, influyendo directamente en los procesos educativos de los niños, como señalan algunos investigadores, siendo básicamente los mostrados a continuación:
Los estudios de Buz y Bueno (2006) establecían que en cierta manera, este colectivo poblacional siempre había ejercido de cuidadores secundarios, pero lo novedoso es que estas funciones no solamente se mantengan, sino que a consecuencia de haberse transformado significativamente los escenarios familiares, hayan adquirido mayor notoriedad asumiendo estos roles de manera más activa.
También García (2013) estimaba que estos mayores desde tiempos pretéritos habían formado parte activa del proceso educativo de los nietos, aportando siempre sus propias experiencias y conocimientos pero actualmente, debido a esa creciente disponibilidad les influye en el ejercicio de sus funciones, puesto que realmente deben llevarlas a cabo, siendo muchos los que cuidan varias veces por semana e incluso diariamente.
Como establecen Sanz, Mula y Moril (2011) los abuelos se han convertido en figuras relevantes en la educación de los niños, considerándose prácticamente insustituibles en su proceso de formación. Además señalan que transmiten valores familiares tales como, afecto, experiencia, confianza, sabiduría, memoria, comprensión y conciencia del mundo que les rodea, valores que son extremadamente útiles para la formación de futuros adultos, propiciando el correcto desarrollo psicológico de los menores, añadiendo que a través de la narración de historias actúan de vínculo entre las generaciones pretéritas y presentes.
En el trabajo de Labuiga (2016) pone de manifiesto, que el hecho de constituir parte activa en la socialización de los niños generan múltiples dimensiones positivas, señalando concretamente que el ejercicio de los roles de cuidadores, conforma una actividad que permite erradicar, determinadas percepciones y actitudes negativas presentadas por el colectivo poblacional de mayores. Siendo algunas de éstas las enunciadas a continuación:
-El pensar que hacernos mayores es una complicación, no una oportunidad.
-Olvidar que el cumplir años supone un hándicap en determinadas facetas de la vida, teniendo presente que disponer de buen estado de salud física y mental en la senectud, facilita las relaciones intergeneracionales permitiendo la transmisión de conocimientos, valores y experiencias vitales, que las nuevas generaciones deben aprovechar.
-Mantenerse activo es fundamental para abordar el reto que supone esta nueva fase del ciclo vital.
Además la autora, también propone a modo de guía ciertas consideraciones y actitudes, que el colectivo de mayores debería poner en práctica cuando estén con los nietos, siendo algunas de estas recomendaciones las señaladas a continuación:
- Los abuelos deben ser conscientes que su labor es complementar la labor educativa de los progenitores, ofreciendo su ayuda siempre que se requiera, nunca tratar de sustituirlos.
- Deben disfrutar del suficiente grado de libertad e independencia, el hecho de cuidar es compatible con el desempeño de otras actividades, principalmente las de ocio y tiempo libre, hobbies etc.
- Poner determinados límites a los menores, evitando que se conviertan en pequeños tiranos.
- Emplear un lenguaje correcto en presencia de los niños, evitando en la medida de lo posible la transmisión sexista del mismo, deben educar en valores de igualdad, respeto y tolerancia.
- Siempre deben respetar los modelos educacionales desempeñados por los progenitores, procurando no desautorizarles ni restándoles autoridad delante de sus propios hijos. En caso que los abuelos, estimen oportuno regañarles o discutir alguna cuestión, deben tratar de hacerlo siempre en privado nunca delante de los nietos.
3. Algunos problemas relacionados con el rol del abuelo
Según las investigaciones de López (2005), las nuevas funciones desempeñadas por este colectivo les proporcionan grandes satisfacciones, especialmente ante el hecho de disponer de tiempo suficiente para disfrutar con los niños y cuidarlos. A pesar de las alegrías no obstante, también podemos encontrar la existencia de ciertas desavenencias o conflictos en referencia al rol ejercido, precisamente por la propia ambigüedad del mismo, como afirman los estudios de Pinazo y Ferrero (2003) y Villalba (2002).
Por este motivo estimamos conveniente, mostrar algunas de las problemáticas más asiduas, a las que deben enfrentarse estos mayores en el desempeño de estas nuevas tareas, siendo básicamente las mostradas a continuación:
La primera es que no constituye un rol definido, encontrándonos límites difusos de actuación, cabiendo esperar que el papel de abuelos especialmente como cuidadores y agentes educadores, se adapte y se desempeñe de variadas formas, principalmente en función de la sociedad y de otras variables como la estructura familiar, características personales etc. Y más actualmente porque como manifiesta López Doblas (2005) considera al siglo XXI, como el siglo de las poblaciones envejecidas en las cuales, los sistemas familiares llevan intrínsecamente aparejados estilos muy diferenciados de ejercer esos roles.
La segunda problemática haciendo referencia específicamente a la asunción de los cuidados, señalan que estas actividades conllevan un evidente volumen de trabajo, no debiendo ser asumidas en determinadas circunstancias, sobre todo cuando presentasen determinados problemas de salud. Al respecto de esta cuestión, Gutiérrez y Herráiz (2007) ponen de manifiesto en sus investigaciones, que los abuelos no tienen la obligación de desempeñarlas forzosamente, aunque actualmente ejerzan un papel bastante notorio, debiendo abstenerse por dos cuestiones principales la primera, ante las elevadas responsabilidades que les confiere el llevar a cabo estas dinámicas y la segunda, porque ya las llevaron a cabo anteriormente, al hacerse cargo del proceso educativo de sus propios hijos y evidentemente, por cuestiones cronológicas ya las habían dejado atrás.
La tercera problemática que destacamos es la señalada por Roa y Vacas (2000) en referencia, a que entre las generaciones alternas de abuelos y nietos, se encuentran los hijos, señalando que el grado de contacto y la comunicación intergeneracional, especialmente cuando los niños presentan edades muy pequeñas, está fuertemente mediatizada por las actividades y las decisiones mantenidas por los progenitores, teniendo éstos, la potestad para facilitar el grado de implicación de estos mayores o por el contrario, dificultar el ejercicio de su rol.
Y finalmente un cuarto foco de conflicto muy común, según establece Castells (2010) correspondería, cuando los hijos no valoran como deberían la encomiable labor llevada a cabo por estos mayores, considerándolos como un mero recurso bastante socorrido ante los imprevistos acaecidos.
Pudiendo afirmar que las situaciones que más enojan a estos abuelos, básicamente es cuando observan una demanda creciente para ejercer los cuidados, motivada por cuestiones que no sean laborales, sino más bien relacionadas con el ocio y tiempo libre.
4. Modelo Educativo de los abuelos e influencia en los nietos
A continuación en el desarrollo de este epígrafe, procedemos a señalar primeramente lo que entendemos por estilo educativo, posteriormente analizaremos los valores más significativos transmitidos en el seno de las familias, principalmente de progenitores a hijos y seguidamente, focalizaremos la atención en la relevancia de los abuelos como agentes educativos en el proceso de socialización de los menores.
Para llevar a cabo la definición de estilo educativo, tomaremos como referencia la acepción de Torío, Peña y Rodríguez (2008:153) definiéndolo de la siguiente manera, “Representan la forma de actuar de los adultos respecto a los niños ante situaciones cotidianas, la toma de decisiones o la resolución de conflictos”.
Continuando con nuestra línea de investigación también destacamos, que una de las tareas básicas desempeñadas por los sistemas familiares consiste en ejercer de primer agente sociabilizador, siendo la encargada de la transmisión de múltiples valores, pautas de comportamiento, reglas de conducta, enseñanzas, preceptos éticos, normas morales etc. Especialmente durante los primeros años de vida, cuyo propósito consiste en integrar de manera paulatina a los individuos en la sociedad, motivo por el cual, se le otorga especial relevancia a este cometido, no solamente por parte de la familia, sociedad y agentes sociales, sino también desde las investigaciones científicas, constituyendo un ejemplo algunos trabajos, siendo principalmente los de Barni, Ranieri y Scabini (2012) y Padilla-Walker (2007) que focalizan su análisis en este ámbito de estudio, tratando de evaluar el grado de eficacia en la transmisión de los citados valores, midiendo el índice de semejanza presentada por los mismos, conforme son heredados de progenitores a hijos. Observando que no existen divergencias extremadamente significativas, permaneciendo prácticamente inmutables en el tiempo.
Además los estudios de Badenes y López (2011) llevaban a cabo, una distinción entre las dos principales modalidades de aprendizaje generadas en el seno familiar, siendo las mostradas a continuación:
- La primera tipología de enseñanza, hace mención en exclusividad al ámbito académico, refiriéndose a la adquisición de conocimientos de las múltiples disciplinas tales como, matemáticas, lenguaje, ortografía, historia, geografía etc. Este tipo de educación, conforma un papel clave en la formación de futuras personas capacitadas para el futuro, siendo premisa fundamental para el avance y mejora de la sociedad.
- La segunda tipología excede al estricto ámbito docente, correspondiendo al denominado aprendizaje de valores, que consiste en generar una serie de actitudes mediante la adquisición de determinados comportamientos, conductas y hábitos, consecuencia de haberlos puesto en práctica de manera reiterada, fruto de la experiencia y repetición de los mismos.
Por otra parte, tomando como referencia el trabajo de Casas et al. (2007) en el cual, focaliza el análisis de los principales valores heredados de progenitores a hijos, cuyos autores los engloban en la siguiente categorización:
Valores espirituales y religiosos: Creencias de ámbito religioso y riqueza espiritual.
Valores relacionados con capacidades y conocimientos: Habilidades prácticas y sociales, inteligencia, estatus profesional y conocimientos tecnológicos.
Valores de carácter interpersonal: Humanidad, lealtad familiar, simpatía, tolerancia y solidaridad hacia los demás.
Valores de carácter personal: Optimismo, profesionalidad para ejecutar un trabajo ya sea académico o laboral, competencia, humor, alegría, satisfacción por la vida, sentido de la vida, coherencia, voluntad y perseverancia para afrontar los retos, amabilidad, personalidad, carácter y temperamento.
Valores Materialistas: Dinero, poder, e imagen personal.
A continuación y prosiguiendo con nuestra línea de investigación destacamos, que el colectivo de estos mayores ejerce una evidente influencia en las generaciones más jóvenes, ante el hecho de compartir con los niños sus valores, experiencias vitales, pautas cognitivas y afectivas etc. Motivo por el cual, la literatura de ámbito científico desde hace años confirma la notoriedad otorgada a las relaciones intergeneracionales, especialmente al grado de contacto y comunicación mantenido, a través de las percepciones y valoraciones tan positivas que ambos manifiestan (Giarrusso et al., 2001; Villar et al., 2010).
Afirmando también, según establecen Muñoz y Zapater (2006) que cuando comparten mucho tiempo con los menores, asiduamente experimentan grandes índices de alegría y ante el hecho de involucrarse en sus actividades, que les permite participar directamente y de forma activa en su educación, constituye un elemento que favorece la red de apoyo social presentada por ambos. Proporcionándoles además, un incremento en los niveles de satisfacción vital y un mayor sentido de identidad familiar (Cheng, 2009; Villar, Celdrán y Triadó, 2012; Waldrop y Weber 2005).
Y para concluir este epígrafe estimamos conveniente, desarrollar algunas pautas necesarias que los abuelos deben llevar a la práctica, especialmente cuando actúan como agente educadores de sus nietos, tomando en primer término, como referencia las investigaciones de Voli (2009). Este autor considera que estas estrategias, sirven a modo de guía facilitando el aprendizaje de las menores, pudiendo destacar entre algunas premisas las siguientes:
-Desde ostentar una figura de referencia, acerca de los amplios conocimientos que transmite, mostrándose capaz de aprender otras temáticas.
-Estos mayores deben actuar desde reformadores de determinados hábitos, hasta mediadores ante los conflictos surgidos de manera, que deben promover nuevos caminos y obtener herramientas con el propósito, de gestionar idóneamente las problemáticas acontecidas, a fin de solucionarlas.
-Transmisor de conocimientos, a través de la narración de historias y experiencias vitales a los niños, propiciando la creación de un ambiente lúdico e ideal para los pequeños.
-Actuar como un gran comunicador, interpretando las situaciones y las experiencias durante el proceso de las mismas.
Y en segundo término, siguiendo los estudios de Singüenza y Soto (2010) exponemos a continuación un conjunto de reglas educativas básicas, debiéndolas poner en práctica conjuntamente tanto progenitores como abuelos, siendo algunos de estos preceptos los siguientes:
- ¿Qué hacer en los casos que los nietos transgredan las reglas impuestas?
- Planificación del tiempo libre y actividades lúdicas llevadas a cabo de manera conjunta (excursiones, paseos, participar activamente en diferentes juegos etc.). Todas estas propuestas surgen como alternativas al desmedido uso de las nuevas tecnologías, evitando que los niños pasen todo el día “enganchados” al ordenador, videoconsolas, Tablet, móviles, redes sociales, tales como facebook, chats, whatsApp, twitter, instagram etc.
- Estipular el horario para el desarrollo de las tareas de la vida diaria (comidas, hábitos de higiene y aseo, responsabilidad de quitarse el uniforme para no mancharse, hacer los deberes, ver la televisión, jugar, etc.). Debiendo señalar en qué casos, pueden ver la televisión o jugar antes de hacer las tareas escolares.
- Potenciar a los menores en la adquisición y desarrollo de habilidades y destrezas, tanto cognitivas, intelectuales como manuales.
- Búsqueda de información de los principales aspectos cognitivos y psicológicos, concernientes al desarrollo de los menores, cuyo propósito sea la obtención de herramientas, que propicien la comprensión y potencialización relativas a su crecimiento en los ámbitos, emocionales, sociales y cognitivos.
- Fomentar e incrementar el grado de comunicación con los demás miembros familiares, generando un círculo de confianza y amistad.
- Interés de los abuelos por los objetivos educacionales desempeñados por los progenitores, procurando llevar a cabo una enseñanza de calidad a los niños.
5. Características de los abuelos e influencia en la relación con los nietos
El conjunto poblacional de mayores presenta una serie de características definitorias, bien a nivel global, como individuos pertenecientes a un grupo social y de otra parte a nivel individual propias de cada persona. Estas peculiaridades independientemente en la categoría en que se engloben, pueden influir significativamente en el grado de relación mantenida con los nietos. De manera, que podemos destacar algunos estudios como los desarrollados por Castro Gallardo (2007) Noriega (2015) y Martínez (2016) los cuales, han focalizado su análisis en las singularidades más destacadas presentadas por el colectivo de los abuelos, tales como la edad, género, familia de pertenencia, estado de salud, distancia geográfica, actividades conjuntas, calidad de la relación de estos mayores con sus propios hijos etc. Constituyendo todos estos factores un condicionante en el grado de las relaciones intergeneracionales, pudiendo propiciarlas o por el contrario dificultar en exceso la comunicación y el contacto entre ambos.
Siendo algunas de estas características más importantes las descritas a continuación:
Edad
Las futuras relaciones mantenidas entre estos mayores y los niños, dependerá de manera significativa a la edad en que estos individuos se conviertan en abuelos, produciéndose una mayor implicación, cuando hacemos referencia a abuelos jóvenes (Osuna, 2006; Rico, Serra y Viguer, 2001; Tobió, Caballero y González, 2010). Ya que el grado de aceptación y asunción de este rol, está bastante condicionado según las edades a la que es adquirido. Actualmente se estima que a partir de los 70 años, se considera una edad tardía para desempeñarlo por varios motivos, el primero de ellos, ante la falta de tiempo cronológico, impidiendo que se pueda llevar a cabo durante muchos años y el segundo, hace mención que cuando este colectivo presenta edades avanzadas, no disponen ni del grado de paciencia necesario, ni de fuerza física para disfrutar plenamente con los niños.
Aunque debemos señalar que en nuestra sociedad, actualmente un gran porcentaje de estas personas presentan edades cercanas a la tercera edad y próximas a la jubilación, permitiéndoles el poder adquirir este nuevo rol alejado de las obligaciones parentales, disfrutando de tiempo libre para estar con los nietos (Viguer et al., 2010; Pérez Ortiz, 2007). Por el contrario al asumirse la abuelidad a edades bastante tempranas, generalmente pueden presentarse dificultades de aceptación e identificación, concerniente a las nuevas funciones que se esperan que se lleven a cabo, generando determinadas controversias impidiendo el desempeño idóneo del mismo.
Por su parte las investigaciones de Fergusson, Maughan y Golding (2008) añaden, que los abuelos más jóvenes presumiblemente sean los que tienen hijos de menor edad, algunos todavía dependientes económicamente, mostrándose estos mayores muy involucrados en los cuidados en casos de maternidad adolescente.
Pero debemos tener claro que independientemente a la edad a la que desempeñen este papel, lo ideal es que sea aceptado de sumo agrado, debiendo estar preparados para llevarlo a la práctica aunque no se produzca en el momento propicio, siendo de manera inesperada o por el contrario, producto de un suceso concatenado de circunstancias familiares haciéndolo previsible.
Según Pollet, Nettle y Nelissen (2006) consideran que a la edad a la que se asuma, constituye un indicador bastante fiable del estilo adoptado en un futuro por este colectivo, ya que generalmente a medida que se incremente la edad, se produce un detrimento en el grado de implicación con los nietos, existiendo una correlación inversa entre ambas variables.
Por su parte Belsky (2007) estimaba que este conjunto poblacional, conforme presentase edades más jóvenes, se mostraban más participativos tanto en referencia a la disciplina, como en las actividades derivadas de los cuidados, manifestándose más cercanos con los niños, puesto que les daban consejos, ofrecían apoyo emocional e inclusive, llevaban a cabo actividades de ocio y tiempo libre de manera conjunta.
También manifestaba que las abuelas más ancianas, mantenían un escaso contacto con ellos. Y en referencia a las edades intermedias no se evidencian divergencias significativas.
Por el contrario, la investigación desarrollada por el IMSERSO (2008) no evidencia la presentación de diferencias notables, concerniente a lo expuesto anteriormente, ni tampoco ante el hecho, que los niños pudieran presentar distintas percepciones en función de las edades de estos mayores.
A tenor del planteamiento expuesto, establecemos que los abuelos más jóvenes se muestran más comprometidos y activos, empleando diversos modelos en el desempeño de estas funciones, primordialmente por dos motivos, la primera por cuestiones cronológicas y la segunda, aún disponen del grado de energía requerido para intervenir dinámicamente en el crecimiento de los menores, participando activamente en sus juegos, mientras que las personas que presentan sesenta y cinco o más años, sin atender al estado de salud, como tendencia general, suelen implicarse en menor proporción actuando de manera más formal, manteniéndose en un segundo plano y en cierta manera distantes.
Género
Atendiendo a criterios de género, se evidencian notables divergencias en el grado de las relaciones mantenidas con sus nietos, pudiendo afectar significativamente a la calidad de los contactos mantenidos, igualmente a la modalidad en el desempeño de estos roles en la senectud.
Destacando también que la transmisión de valores, manifiesta unas diferencias notorias en función del colectivo masculino o femenino. Generalmente las mujeres educan en valores sociales, mientras que sus homólogos varones focalizan sus enseñanzas en las relaciones, ocupaciones y desempeño de actividades laborales (Castañeda et al., 2004; Pratt et al., 2008).
La explicación de los resultados obtenidos se debe a varios motivos, el primero de ellos, según establecen Goodsell, Bates y Behnkeet (2011) porque tradicionalmente, la población femenina han sido educada para ejercer roles con marcados componentes emotivos, mientras que el conjunto masculino funciones de índole instrumental, el segundo motivo, como señala Block (2000) es a consecuencia que estos mayores ponen mucho énfasis en la transmisión de valores, especialmente de carácter religiosos y morales.
Por otra parte también debemos tomar en consideración, la existencia de un mayor volumen de investigaciones, cuyo ámbito de estudio se focaliza en el colectivo poblacional de las abuelas, existiendo por el contrario un menor número de trabajos que aborden la figura del abuelo (Kivett, 1993).
Constituyendo el principal motivo, porque generalmente éstas presentan índices de relación más sólidos y cercanos con los niños, mostrando actitudes más íntimas y afectuosas considerándose como madres supletorias o sustitutas (Chan y Elder, 2000). No extrañándonos que los menores les profesen tan elevada estima atribuyéndolas como sus personas favoritas. De hecho, los resultados obtenidos en el trabajo de Attar-Schwartz, Tan y Buchanan (2009) en el cual, se empleó una muestra conformada por nietos en edades adolescentes, evidenciaba que las abuelas procedentes de la línea materna lideraban el primer puesto, seguidas de las paternas y ocupando las últimas posiciones, se encontraban los abuelos procedentes de ambos linajes materno y paterno respectivamente.
También los estudios de Triadó et al. (2008) obtuvieron resultados similares, argumentando la trascendencia que para estas mujeres suponía el desempeño de las tareas de cuidados, presentando un elevado grado de implicación emocional, además de experimentar grandes dosis de satisfacción cuando asumían las citadas labores.
Por otra parte Dubas (2001) señaló, la existencia de un mayor índice de relación entre ambos conjuntos poblacionales, produciéndose diadas atendiendo a criterios de género, es decir, el colectivo femenino mantenía una relación más cercana con las nietas, mientras que los varones con los niños. Y sin embargo, Reitzes y Mutran (2004) detectó que las citadas alianzas se producían en un mayor índice por las mujeres, independientemente del género presentado por los menores, mientras que el conjunto masculino no mantenía tantos vínculos emocionales con los nietos.
La explicación a esta cuestión reside como ya hemos mencionado, al desempeño tradicional de las tareas asignadas a cada colectivo poblacional. De una parte, las actividades llevadas a cabo por los varones han sido cambiantes, modificándose según el transcurso de las generaciones a consecuencia de los diversos cambios acaecidos, mientras que las mujeres aún continúan extremadamente vinculadas a las tareas de ámbito doméstico, crianza y educación, no habiendo experimentado transformaciones sustanciales en las últimas décadas, tal y como manifiestan los estudios de Triadó y Posada (2010).
Familia de pertenencia o de origen
Otro factor que debe tomarse en consideración en las relaciones mantenidas entre abuelos y nietos, corresponde al linaje familiar o la vía de procedencia de los primeros, señalando como ya hemos mencionado, la manifestación de actitudes más cercanas y próximas pertenecientes de la vía materna en comparación con los paternos, como afirman (Castañeda et al., op.cit.; Williams y Nussbaum, 2001).
Señalando tal y como afirman González Bernal y De la Fuente (2008) y Griggs et al. (2009) que son varios los motivos que contribuyen a ello, destacando los siguientes, en primer término, debido en parte a la edad de estos mayores porque generalmente, los progenitores de la madre siempre suelen ser más jóvenes que los del padre, en segundo término, los sistemas familiares están más unidos por la vía materna, en tercer término, este colectivo poblacional muestra mayor índice de cercanía hacia los niños propiciando que puedan compartir un gran número de actividades con ellos, en cuarto término, prestan con mayor asiduidad apoyo ante las diversas problemáticas familiares, no dudando tampoco en brindar soporte y comprensión, de manera que al estar siempre que se les requiera, tienden a implicarse también en mayor medida en las dinámicas de cuidados dedicándoles grandes dosis de esfuerzo, cariño y esmero.
Demostrando como afirman los estudios de Barnett et al. (2010) y Lussier et al. (2002) que este colectivo, ante el hecho de ejercer los roles de cuidadores presenta una mayor cercanía y menor índice de conductas externalizantes.
Tomando en consideración que no solamente influye la línea de procedencia sino también cuestiones de género. Según manifiestan Triadó y Villar (2005) en su investigación en la cual, evidenció que las abuelas maternas registraban las puntuaciones más elevadas siendo las más valoradas por parte de los nietos, considerándolas como las favoritas al mostrarse éstas más próximas y cercanas con respecto a las otras, principalmente porque cuidaban a los menores con mayor asiduidad. Y en el lado diametralmente opuesto encontramos a los abuelos paternos, los cuales, obtuvieron las puntuaciones más escasas, considerándolos como los más distantes al mantener relaciones menos satisfactorias con estos menores.
Y para concluir este epígrafe Noriega y Velasco (2013) planteaban por el contrario, que no existen divergencias extremadamente acusadas concernientes a la línea de procedencia, afirmando que no influye en exceso en los siguientes factores; grado de satisfacción que reporta los niños; actividades conjuntas y finalmente responsabilidades qué conlleva el rol de abuelos. Porque todos, independientemente de tratarse de maternos o paternos, están cuando se les necesitan y ante el hecho de cuidar, disfrutan del tiempo transcurrido con los nietos, porque estas actividades les reportan elevados índices de sentimientos positivos.
Estado de Salud
La mayoría de trabajos científicos no han investigado en profundidad, la correlación que pudiera existir entre las siguientes variables, de una parte, el estado de salud de los abuelos y de otra, el grado de comunicación y contacto mantenidos con los nietos, especialmente cuando estos últimos presentasen cortas edades. Disponiendo de escasa información al respecto, desconociendo si pudiera influir significativamente en las relaciones, el hecho que estos mayores padeciesen alguna enfermedad o dolencia grave.
Destacando el trabajo de Creasey et al. (1989) los cuales, afirmaron el planteamiento contrario, es decir, se evidenció que los niños mostraban tener relaciones más estrechas con las abuelas que no padecían problemas graves de salud. Pero con respecto a la cuestión planteada, no obtuvieron resultados demasiado concluyentes, considerando que no siempre un detrimento en los índices de salud, conlleva aspectos negativos para la comunicación, el hecho de que actúe de manera positiva, negativa o directamente no afecte, dependerá de la confluencia de múltiples factores que combinándose entre sí, propicia el que tenga lugar alguna de estas alternativas.
De otra parte lo único que podemos aportar al respecto, es que las relaciones intergeneracionales se mide por la frecuencia de los contactos, habiendo situaciones que lo propician, como es el hecho que estos mayores ejerzan de cuidadores, bien primarios o secundarios, situación que influye significativamente al facilitar la comunicación entre ambos, permitiendo que los abuelos compartan más tiempo con los nietos. Aunque Grinstead et al. (2003) no revelaban divergencias notorias entre los primarios y los secundarios.
Y que la literatura científica concerniente al ámbito de la salud de este colectivo, parece que unicamente, focaliza su análisis en las dimensiones negativas reportadas por el desempeño de estas actividades, siendo básicamente comportamientos de riesgo, acaecimiento de múltiples problemáticas y tensiones, nivel de sobrecarga, elevadas responsabilidades, deficitarios niveles de apoyo, experimentación de sentimientos negativos etc. Constituyendo todos estos elementos, factores que repercuten directamente en su salud generando un detrimento de la misma.
Pero por el contrario, no existen trabajos que determinen si las dolencias físicas, psíquicas y otros trastornos derivados del ejercicio de estas funciones, constituye un predictor para medir los índices de relación entre abuelos y nietos. Y para concluir, añadir solamente la existencia de escasas investigaciones que a su vez, versen sobre los aspectos positivos y beneficios de los roles de cuidadores, destacando a Hayslip y Kaminski (2005) aunque estos autores, abogan por la heterogeneidad de este conjunto poblacional.
Distancia geográfica
Podemos señalar, que a medida que se incremente la distancia geográfica, afectará significativamente al grado de contacto producido entre el conjunto poblacional de mayores y sus nietos, así como también al índice de apoyo ofrecido por los primeros ante el acaecimiento de situaciones familiares difíciles. Adquiriendo este factor tal relevancia que Fergusson et al. (2004) la consideraba uno de los más relevantes en la medición de las relaciones intergeneracionales.
No siendo extraño por este motivo que los niños, consideren a sus abuelos favoritos a los que residan en la misma ciudad o pueblo otorgándoles las puntuaciones más elevadas, como señalaba la investigación de Pinazo y Montoro (2004) en la cual, empleando una muestra conformada por nietos de quince a veinticinco años, reveló los siguientes resultados, el 47% estimaban que sus favoritos eran los que residían en el mismo barrio, siendo para un 25% los que vivían en la misma ciudad. Afirmando que estos menores valoraban a los más importantes e influyentes, correspondiendo a los que se encontraban más cerca de ellos. Siendo por tanto obvio, que una menor distancia geográfica constituya un factor que propicie el estrechamiento y fortalecimiento de las relaciones intergeneracionales.
Según los trabajos de Abellán et al. (2007) en nuestro país, aproximadamente dos tercios de los progenitores viven en zonas residenciales próximas a los abuelos, incrementándose el volumen de casos al hacer mención a las hijas.
Por otra parte, destacamos los estudios llevados a cabo por Gray, Misson y Hayes (2009) los cuales, establecieron una comparación entre la distancia residencial entre madres y abuelas, obteniendo los siguientes resultados, más del 50% de estas mujeres mayores, que vivían alejadas de sus nietos deseaban mantener un mayor contacto con ellos, mientras que solamente un minoritario 14% de las que se encontraban cerca, querían tener un mayor grado de relación con los niños, estimando que concerniente al desempeño de sus roles, la mayoría de las que residían lejos, opinaban que su vida no había experimentado cambios demasiado significativos tras adquirir el papel de abuelas, mientras que solamente un 29% de las que se encontraban cerca mantenían esa opinión.
Y para finalizar habría que destacar dos cuestiones, la primera, ante la presentación de casos de divorcio o separación de los progenitores también constituye un factor que propicia esa lejanía, pudiendo debilitar el grado de comunicación intergeneracional (Timonen, Doyle y O’Dwyer, 2009). Y la segunda, no existen pruebas fehacientes que unicamente, ante el hecho que estos mayores residan lejos, conlleve en exclusividad aspectos negativos que interfieran en las relaciones, haciendo que estas se entorpezcan o deterioren en exceso. Señalando inclusive, que ante la circunstancia que estos nietos residan en el mismo domicilio de los abuelos, no están exentos del acaecimiento de problemáticas entre ambos pudiendo en algún momento dificultar la comunicación. Constituyendo un claro ejemplo de ello, como acabamos de mencionar los casos de separación en los cuales, frecuentemente los progenitores divorciados se trasladan con sus hijos al domicilio de estas personas mayores. Y ante esta nueva situación familiar, tal y como afirma Ochiltree (2006) ambos pueden manifestar malas conductas derivadas de la adaptación al nuevo entorno, generándose tensiones a consecuencia de la convivencia diaria.
Otros factores personales
Como ya venimos desarrollando en epígrafes anteriores, existen múltiples factores personales que influyen en los contactos intergeneracionales, siendo uno de ellos la propia personalidad de los abuelos, tomando en consideración que el carácter de cada individuo es único, al tratarse al fin y al cabo de relaciones entre dos personas, aunque mantengan lazos consanguíneos la manera de ser y el temperamento, constituye un indicador influyente en el índice de la comunicación mantenida, pudiendo facilitarla o por el contrario entorpecerla (Noriega, op.cit.).
Otras circunstancias que influyen, hacen mención a la frecuencia y al grado de implicación activa de estos mayores con los nietos.
Las investigaciones de Smith (1991) ya las atribuía a dos circunstancias básicas, actuando a modo de facilitadoras o por el contrario las dificultaban, siendo tales, la viudedad y el hecho que este colectivo aún continúe en activo profesionalmente.
En el primer planteamiento cuando fallece uno de los cónyuges, como tendencia general, el supérstite suele implicarse en mayor medida con los menores que antes de enviudar, mejorando de esta manera la relación con ellos. A este aspecto añade Kivet (1991) que la viudedad generalmente incrementa la importancia de las funciones del abuelo.
En el segundo supuesto, el nivel de contactos queda determinado ante el hecho que estas personas continúen profesionalmente en activo, atendiendo especialmente a las modalidades del trabajo desempeñado y las jornadas laborales, conforman unas circunstancias que regulan el grado de disponibilidad en referencia al tiempo libre, traduciéndose en la dificultad de no poder pasar más tiempo con los niños que por el contrario un jubilado.
Por otra parte, destacamos que las relaciones intergeneracionales no dependen en exclusividad de los factores anteriormente mencionados, pudiendo influir también el estado civil, estatus socioeconómico y otras variables.
En referencia al estatus socioeconómico los trabajos de Uhlenberg y Kirby (2008) señalaban, que quiénes mantenían los índices de contacto más elevados con sus nietos correspondían a matrimonios mayores pertenecientes a la clase social media.
Actividades realizadas conjuntamente
Con respecto a este epígrafe, existen muchas investigaciones que describen las actividades más asiduas desempeñadas por los abuelos en compañía de sus nietos, siendo algunos de esos estudios los mostramos a continuación:
González Bernal et al. (2009) enumeraban las siguientes; llevar y recogerlos de los centros escolares y de actividades extraescolares; acompañamiento a centros sanitarios; pasear; leer; narración de historias familiares, contarles cuentos, leyendas; explicarles cosas; participar activamente en sus juegos; llevar a cabo excursiones, salidas de ocio y tiempo libre, llevarlos al cine, circos, teatros; escuchar música; asistir a celebraciones religiosas etc.
Resultados muy similares hemos encontrado en los trabajos de Tyszkowa (2005) el cual, mostraba desde la perspectiva de los niños, las tareas conjuntas más frecuentes categorizándolas según el grado de relevancia otorgada, constituyendo las más valorada en primer término con un 52%, mantener conversaciones de diversos temas como estudios, amigos, problemáticas con los padres etc. Ya que los menores consideraban no poder hablar distendidamente con sus progenitores, ante la escasez de tiempo por los horarios laborales y además, manifestaban que muchas veces no presentaban el mismo grado de confianza y cercanía, que en cambio sí profesaban a sus abuelos.
En segundo término, correspondería con un 23,9% a pasear tranquilamente por parques, jardines, ciudad y otros emplazamientos. Y finalmente, la tercera más valorada con un 17,4%, hacía referencia a la participación de estos mayores activamente en sus juegos.
Otro estudio relevante es el llevado a cabo por Kennedy (1992) cuyo autor englobó las citadas actividades en seis categorías, siendo las enunciadas a continuación:
Tareas de sociabilidad; Corresponde a aquellas labores, cuyos propósitos son incrementar el grado de sociabilidad, favorecer la comunicación y el contacto mediante el acercamiento de ambos colectivos poblacionales y finalmente, propiciar la creación de lazos relacionales más íntimos y sólidos (Hablar de estudios, relaciones personales, trabajo, experiencias vitales y demás cuestiones significativas para ambos, además de ver la televisión y pasar tiempo juntos).
Actividades que fomentan el compañerismo; Hace mención a las tareas cuya finalidad sea propiciar un aumento en el sentimiento de compañerismo (pasear, leer, visitar exposiciones de todo tipo, asistir a centros de mayores, centros sociales, centros lúdicos, etc.).
Actividades domésticas y de la vida diaria; La primera clasificación, corresponde al desempeño de las denominadas labores de la vida diaria en las cuales, estos mayores suelen ir acompañados de sus nietos (Efectuar compras en el mercado, supermercado, farmacias, panaderías y demás establecimientos, asistir a centros de salud, hospitales, revisiones médicas, llevar a cabo gestiones burocráticas, trámites bancarios etc.).
Y la segunda tipología hace referencia precisamente, a la ayuda ofrecida a sus abuelos en sus domicilios, ayudándoles en el desarrollo de algunas de las actividades de ámbito doméstico, ante la dificultad de éstos para poder ejecutarlas idóneamente, bien por motivos de salud, problemas de movilidad o dolencias puntuales.
Acontecimientos comunitarios; Corresponde al acompañamiento de verbenas, fiestas patronales, fiestas del barrio, pueblo, ferias etc.
Actividades de entretenimiento; Las conforman principalmente, también el desarrollo de dinámicas relacionadas con el ocio y tiempo libre, constituyendo básicamente las siguientes: comer en restaurantes, ir a cafeterías, tomar café, refrescos, helados en terrazas y bares, efectuar compras, pasear por el parque por la ciudad, ir al cine. Etc.
Ayuda en tareas al aire libre; La ejecución de estas labores pueden variar significativamente al hacer referencia al ámbito urbano o rural. En los casos que estos mayores residan en pueblos o en el campo, asiduamente ejecutan tareas de jardinería, construcción de mobiliario de jardín, sillas y mesas para terrazas, reparación de aperos y útiles de labranza, sembrar, plantar en el huerto, regarlo etc. Añadiendo además, la posibilidad que muchos abuelos tengan animales domésticos y de granja, disfrutando los niños siendo los encargados de alimentarlos y cuidarlos principalmente gallinas, conejos, cerdos, palomas, vacas, ovejas, cabras etc. Por el contrario, los residentes en las grandes urbes se decantan mayoritariamente por gestiones administrativas.
El autor concluye qué a medida que se incremente el desempeño de las actividades conjuntas mayor será la relación entre ambos, favoreciendo además, la cohesión, acercamiento, comunicación y la sensación de cercanía. Y focalizando la atención en criterios de género se presentan ciertas divergencias, produciéndose una marcada división en los roles tradicionales asignados para cada conjunto poblacional, de un lado, el colectivo femenino suele llevar a cabo conjuntamente con las nietas, actividades domésticas, efectuar determinadas compras, visitación de enfermos etc. Mientras que los varones van acompañados de los nietos en las tareas administrativas o burocráticas.
En el trabajo desarrollado por Triadó et al. (op.cit.) también llevaron a cabo una clasificación de las citadas funciones, englobándolas en las siguientes categorías:
En primer término actividades de ocio, incluyendo la participación activa en sus juegos, ver la televisión, pintar, leer, asistir al cine, teatros etc.
Actividades instrumentales, consiste principalmente en llevarlos y recogerlos de los centros escolares y de actividades extraescolares, asistir a centros sanitarios etc.
Tareas de disciplina, hace mención al hecho de castigar o recompensar a los menores dependiendo de cómo actuasen, básicamente en temas de conducta, deberes escolares etc.
En cuarto término, las denominadas actividades de cuidados básicos, englobando las tareas de manutención que corresponden a la elaboración de las diferentes comidas del día (comida, merienda, cena), además de asearles y bañarles.
Y actividades de estudio, hace referencia a la ayuda prestada en la elaboración de los deberes escolares, supervisándolos posteriormente para comprobar que efectivamente los han concluido.
Y los estudios de López López (2009) las clasificaba en tres grupos; instrumental de ocio y disciplina. La primera clasificación, corresponde a llevarlos y recogerlos del colegio, además de vigilarlos en parques y jardines mientras juegan. La segunda categoría, hace mención a las actividades de ocio principalmente juegos, paseos, tomar refrescos, ir al cine etc. Y la tercera, consiste en cumplir una serie de normas básicas disciplinarias impuestas por los abuelos en sus domicilios (horarios de comidas, realización de los deberes escolares y cooperación en labores domésticas).
Calidad de la relación de los abuelos con sus hijos
Un aspecto a tener en consideración es que los índices en los contactos intergeneracionales dependerán sumamente de las relaciones, actitudes y expectativas que a su vez, mantengan los progenitores con estos mayores y a la inversa. Porque como señalaba Block (op.cit.) los padres representan la generación intermedia constituyendo un puente entre las otras dos, actuando como mediadores en el grado de comunicación entre abuelos y nietos, ya que tienen el poder de decisión de cuánto tiempo y con qué frecuencia vayan a visitarlos, especialmente cuando los niños presentan cortas edades.
Otorgándole tanta relevancia a este aspecto que Attar-Schwartz et al. (2009) afirmaban, la existencia de una influencia más que directa entre estas dos variables, de una parte, el grado de relación mantenido entre estos mayores y sus propios hijos y la segunda, el índice de calidad de las comunicaciones mantenidas entre los primeros y sus nietos.
También podemos afirmar, la existencia de algunas circunstancias familiares que en determinados momentos genera que se produzca una pérdida del contacto intergeneracional, incluso durante un gran intervalo de tiempo, constituyendo un claro ejemplo de ello, las dos siguientes situaciones acontecidas:
La primera, según establecen Megías y Ballesteros (2011) corresponde a los casos de separación o divorcio en los cuales, el padre no custodio tiende a perder el contacto con sus propios hijos y por ende, se hace extensible a los demás familiares principalmente los abuelos.
La segunda como manifiesta los trabajos de Michalski y Shackelford (2005) es debida, cuando los nietos presentan edades adolescentes, siendo muy usual en esta etapa que se produzca un sensible detrimento en el grado de comunicación con estos mayores, circunstancia generada porque los progenitores ya no ejercen tanto poder de influencia ni decisión en los hijos, no pudiéndoles obligar ir a visitarlos si no quieren, pero como tendencia general, una vez pasada la adolescencia y ya en la edad adulta vuelven a retomar el contacto, manifestando una excelente relación entre ambos, ante la posibilidad de poder hablar con libertad de múltiples temas de interés tales como, relaciones sociales, de pareja, amigos, cuestiones labores, estudios etc.
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