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Una nota sobre el Brexit: entre la globalización y el populismo reaccionario.

 

David Soto Carrasco.

 

Doctor Europeo en Ciencia Política por la Universidad de Bolonia (Italia). Profesor de la Universidad de Murcia (España).

 

Resumen. Después de años en que se haya considerado el proyecto de integración de la Unión Europea como un ejemplo de éxito a nivel mundial, asistimos en los últimos tiempos a una reducción de la tendencia integradora. La salida del Reino Unido de la UE, el llamado Brexit, pone punto y final a una etapa, abriendo otra llena de incertidumbre, tanto en el ámbito interno británico, como en el europeo. Asimismo, el Brexit, puede ser leído con un reacción populista en clave identitaria frente a las diversas consecuencias de la globalización de las políticas neoliberales. El presente artículo analiza el significado de la salida británica en relación con el auge del populismo reaccionario, los equilibrios de poder internos en la UE y los efectos que puede tener en la posición de la UE en el sistema internacional.

Palabras claves. Brexit, globalización, populismo, identidad.

Abstract: After years in which the integration project of the European Union has been considered as an example of worldwide success, lately we have witnessed a reduction in the integration trend. The exit of the United Kingdom from the EU, the so-called Brexit, puts an end to a stage, opening another one full of uncertainty. As well as in the British internal fencing as in Europe. Likewise, the Brexit can be read as a populist reaction with an identity key against the consequences of the globalization of neoliberal policies. This article analyses the meaning of the British exit in relation with the rise of reactionary populism, the internal balance of power in the EU and the effects that it may have on the position of the EU in the international system.

Palabras claves. Brexit, globalization, populism, identity.

 

La salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE), conocida como “Brexit” fue decidida por la ciudadanía británica a través de referéndum el pasado 23 de junio de 2016, con un 51,9% de los votos (Álvarez, 2016). El acontecimiento constituyó una auténtica sacudida en la historia de la construcción de la UE, ya que se trató de la primera vez que un estado miembro decidía abandonar la UE.

Son diversas las razones que pudieron motivar a los británicos a votar sí en el referéndum. Desde factores domésticos y económicos, pasando por la ambivalencia y/o hostilidad que los gobiernos británicos han mantenido siempre con respecto a la UE, sin olvidar factores culturales que tienen que ver con el persistente escepticismo de Reino Unido respecto a su relación con la Europa continental y factores externos como la gestión de la crisis económica y de los refugiados por parte de la UE.

Según Debomy (2012) los británicos no se han sentido del todo cómodos en la involucración del proyecto europeo y siempre han considerado la UE desde el punto de vista material, atendiendo únicamente a la ventajas que un mercado mayor les proporcionaba. A su modo de ver, las actitudes británicas con respecto a Europa han sido distantes y reservadas, cuando no opuestas. De tal manera, que la integración, según este autor, siempre fue considerada como una amenaza a la soberanía británica (2012, pág. 23). Este sentimiento de escepticismo se acentuó más con motivo de la situación económica británica y la gestión neoliberal de la crisis económica y de migración por parte de la UE.

Entre los factores domésticos, es fundamental el económico. Habría que referirse a los desastrosos efectos de las políticas de la llamada revolución neoliberal de Margaret Thatcher, implementadas desde la dama de hierro, pasando por Blair y que llegarían hasta los gobiernos tories de Cameron sobre todo sobre las clases trabajadores y medias. La apuesta por la financiarización de la economía, que refleja bien la city de Londres, supuso la desindustrialización y empobrecimiento de regiones enteras del país, alterando las referencias cotidianas y los estados de ánimo que el pueblo británico había  había manejado durante generaciones. Sin olvidar que el aumento del paro y la desigualdad se vieron acompañados de un desmantelamiento del sector público. De este modo, en paragón con lo sucedido en los estados rednecks estadounidenses, en Reino Unido se fraguó el sentimiento de que la UE era la culpable de la desindustrialización del país, los bajos y la precarización de los pobres servicios sociales. En este contexto de crisis social, una fuerza de extrema derecha, UKIP supo aprovechar la creciente desconfianza en el proyecto europeo a partir de la ampliación en 2004 a veinticinco miembros y los efectos de la crisis de 2008 capitalizándolo electoralmente. Además como ha puesto de relieve Oliver (2006, pág. 218) el comportamiento de la zona del euro hacia Grecia e Italia había dejado dudas sobre la equidad de la UE y la percepción de que la Unión era disfuncional.

El terreno para el crecimiento del descontento y el auge de la extrema derecha fue abonado además por la incapacidad para gestionar de manera airosa la crisis de los refugiados y migrantes que vivió europea en 2015 (Watkins, 2015). Como ha señalado María Victoria Álvarez (2016, pág. 30) la campaña ‘Leave’, puesta en marcha por UKIP puso el énfasis en la migración y la seguridad, conectando con preocupaciones más amplias sobre cultura e identidad nacional, especialmente entre los votantes de menores ingresos. El argumento de que el Reino Unido no podía controlar el número de migrantes si permanecía como miembro de la UE fue un arma muy efectiva de campaña (Bleinat y Arce, 2017). Como también lo fueron otras campañas propagandísticas tales como el pago de 350 millones de libras semanales de Reino Unido a Bruselas, o el inminente acceso de Turquía a la UE.

Sin entrar en más detalles, este momento populista británico culminó con la victoria del sí y, al mismo tiempo, con el mandato de David Cameron, que fue responsabilizado de manera directa de lo que significó un resultado que tendrá una consecuencias impredecibles para los ciudadanos británicos, así como para los del resto de Europa.

Sin duda, la salida del Brexit pone punto final a un etapa del proceso de integración de la UE, abriendo otra llena de incertezas, tanto en el ámbito británico, como en el europeo. Pero también en relación al papel internacional que puede jugar la Unión Europea en los próximos años. Para el Reino Unido, el ex Premier David Cameron argumentó durante la campaña que las consecuencias económicas de apartarse de Europa serían desastrosas y los costos mayores a los beneficios: habría volatilidad en los mercados financieros, posibilidad de enfrentar aranceles con la Unión Europea, subida de los impuestos, depreciación de la libra  de hasta un 6%, recesión económica en al menos 1 ó 1.5% del PIB, salida masiva de inversionistas y capitales, etc. En cuanto a los miembros de la Unión Europa, a mi modo de ver, los más perjudicados de manera individual serán Irlanda y Holanda, que son aquellos que han mantenido tradicionalmente más intercambios comerciales y más lazos de inversión con el Reino Unido. De hecho, la nueva situación obligaría a definir un nuevo acuerdo comercial entre el estado británico y la UE, cuyas consecuencias, me temo, todavía no podemos valorar en toda su complejidad.

De manera general, estimo que el Brexit ha supuesto una dura advertencia para la Unión Europea, en el sentido de que ha consistido en un llamada de atención sobre la necesidad de definir con concreción el proceso de integración, tanto social como institucionalmente, así como plantear sin ambages qué rol quiere jugar la UE en los próximos años. Además, en clave casi exclusivamente procedimental ha puesto sobre la mesa de la urgencia de pensar hacia lo interno la posibilidad de futuras salidas de Estados miembros sin que supongan una gran disrupción en la consolidación del proceso de integración.

Bajo estas premisas, resulta fundamental el papel que van a jugar Francia y Alemania, sobre todo esta última como actor hegemónico en el continente, durante los próximos años. Principalmente, cuando la percepción mayoritaria es que el proyecto europeo tras el Brexit ha quedado muy debilitado y que las políticas austericidas impuestas desde la UE, bajo el mandato alemán, solo han servido para eliminar la cohesión social y nutrir el descontento de las ciudadanías nacionales. En esta línea, Oliver (2016, pág. 216) ha subrayado que si bien el proceso de administrar el Brexit podría dejar a la UE más dividida, lo que podría desatar fuerzas centrífugas que desentrañarían a la Unión que conduciría a un cambio significativo en los marcos políticos que conforman la política europea, también podría ser una oportunidad para una unión más unida y que funcione mejor.

De hecho la propia Unión Europea se ha visto obligada a afrontar un proceso de reflexión sobre la necesidad de definir el camino que debe tomar para la próximos que se ha concretado en el “Libro Blanco sobre el futuro de Europa” (2017). Sin embargo, un mirada sobre el documento nos hace percatarnos de la situación de ambigüedad que vive el proceso de integración. Partiendo de la premisa que el PIB de Europa va a ir disminuyendo progresivamente con respecto al PIB mundial, y que el escenario de descontento con sus instituciones es amplio: existe un desfase entre las expectativas y la capacidad de la UE de colmarlas, la propia Unión Europea ofrece allí 5 escenarios distintos para impulsar el futuro europeo. Cinco opciones que van desde el mantenimiento del statu quo y la modificación del alcance y de las prioridades de la UN, hasta un salto parcial o colectivo hacia delante, hacia la mayor integración.

Sin embargo, en cierta manera el Libro blanco no responde a las necesidades reales de la unión, o menos si cabe, por su propia ambigüedad, a la consecuencias que la salida del Reino Unido tiene para la UE. Solo ofrece un visión panorámica que adolece de un dosis de realismo. Por ello, considero más adecuado, con Oliver, analizar los efectos que el Brexit pudiera tener para los equilibrios de poder internos dentro de la UE, que son a mi modo de ver, los que han causado de manera determinante la salida británica, y los que, en cierta medida van a concretar los horizontes de acción de la UE.

Así, a partir del análisis del contexto presentando, intentaremos plantear a grandes rasgos los efectos políticos, económicos y militares que puede significar la salida del Reino Unido para la Unión Europea tanto para los equilibrios internos como para la posición de la UE en relación al sistema internacional.

En lo referente a los equilibrios internos, estimo, como advertíamos al inicio, que el Brexit va a suponer un consolidación de Alemania como actor hegemónico en la coordinación política de la UE. La afianzará como líder de Europa. Sin embargo, como ha destacado Oliver (2016, pág. 220) Alemania también podría sentirse incómoda ante la retirada de un actor que le ha ayudado a impulsar su agenda neoliberal. A este respecto, considero con Oliver, que Alemania intentará que el centro de poder se desplace al este, a su tradicional zona de influencia.

De mismo modo, habrá que estar atentos al papel que va a jugar Francia políticamente en los próximos años. Si va a aceptar jugar un papel secundario o va a contribuir al desarrollo de una agenda política distinta a la de Alemania. A raíz de sus declaraciones, entendemos que la llegada de Macron al poder parece suponer una apuesta por impulsar la integración y avanzar hacia unos Estados Unidos de Europa, lo que implicaría la integración en áreas claves como la economía o la inmigración en donde en los últimos años la posición de Alemania ha sido divergente a la del país galo. Es decir, se volvería a una reconstrucción del eje franco-alemán. Más si cabe si tenemos en cuenta que tras la salida del Reino Unido, el poder militar de la UE descansará sobre el estado francés (Demesmay, 2017).

En cuanto a poder económico en el interior de la UE, hay que recordar que tras la salida de Reino Unido, según Eurostat, el PIB de Alemania representará un cuarto de la economía de la UE (25,11%) muy por encima de Francia (17,85%) y muy distanciada de España (8,92%). Con estos datos, los países del sur de Europa (Italia, España, Portugal y Grecia) sumarían lo mismo que Alemania, con lo que existiría la posibilidad de hablar de tú a tú con Alemania. Este cambio unido a posición que Francia pudiera jugar, podría contribuir a definir una nueva Unión Europea. Lo que nos lleva a pensar que tras la salida de Reino Unido de la UE, pudiéramos estar ante una contienda entra países germanos y mediterráneos por hacerse con la dirección de la UE.

En un orden superior, la salida del Reino Unido empuja sin remedio a un cambio en la posición de Europa en el sistema internacional. Si el Libro Blanco ya advertía de la perdida de posición en el sistema económico mundial, esta se verá acrecentada más si cabe con la salida del Reino Unido. La salida supondrá un perdida de relaciones con EEUU con previsible efecto dominó en su influencia colectiva. En mi opinión, el Reino Unido resolverá algún TTIP u otro tratado de libre comercio con Estados Unidos, lo que restará también competitividad a los países de la UE en diversos ámbitos.

Del mismo modo, la salida de la isla de la UE obliga a la Unión Europea a modificar sus políticas exteriores y militares, e incluso su relación con la OTAN. El Brexit dejará a la UE sin una de las grandes potencias que pueden pensar y operar militarmente a nivel global. Lo que conllevará a una pérdida de peso, indudablemente a nivel geoestratégico. Y, en cierta manera, obligará a redefinir la política militar de Francia y Alemania dentro de la UE, constriñendo a esta a tomar mayor partido militar en los próximos años a marchas forzadas. Sobre todo, teniendo en cuenta, el aumento de la actividad militar de Rusia en el Este, la situación del mediterráneo, la política de migración y asilo o los ataques del Daesh en Europa. Problemas que indudablemente carecen de solución en el clásico esquema del Estado-nación y que requerirán políticas europeas y cesión obligatoria de soberanía.

Por el contrario, la salida del Reino Unido daría una mayor interlocución a la UE con EEUU y la OTAN, ambos necesitarían a la UE para garantizar sus objetivos en el este del continente europeo (Arteaga, 2016, pág. 5). Resumiendo, considero que la seguridad y la defensa europea se verían negativamente afectadas a corto plazo por la salida británica, aunque creo que no afectará de manera determinante por ahora a las políticas comunes. Sin embargo, en el ciclo largo puede abrirse la discusión al papel como poder duro o blando que debe jugar la UE en el sistema internacional.

En síntesis, la salida de Reino Unido de la UE, ya sea dura o blanda, va a ser sin dudas un proceso costoso y difícil que va modificar la correlación de fuerzas dentro de la Unión Europea pero también el papel en el sistema internacional, modificando los equilibrios tradicionales.

El proceso total de separación desde las negociaciones hasta la separación efectiva, durará al menos 5 años, un periodo de tiempo en el que la UE deberá repensar y rehacer el proyecto de integración europeo. En este sentido, considero que un mundo marcado cada vez más por los procesos de integración regional en todos los continentes, es impensable que el europeo deje de tener el suyo. No obstante, no podemos olvidar, que el Brexit, como vimos al inicio, viene acompañado además del empuje de una ola de proteccionismo y nacionalismo reaccionario. Por ello, el futuro de al UE en el plazo realista de los próximos 5-10 años dependerá de la dirección que quieran darle sus dirigentes, fundamentalmente Francia y Alemania, pero también de su capacidad para mantener la cohesión social y el bienestar de la ciudadanía europea en un espacio globalizado.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

·        ÁLVAREZ, M.V. (2016). “La salida del Reino Unido de la Unión Europea: sus causas estructurales”. Revista Integración y Cooperación Internacional (núm. 23, págs. 27-31).

·        ARTEAGA, F. (2016). “La defensa y seguridad de la UE tras el Brexit”. ARI (núm. 51).

·        BLEINAT, I.; ARCE, L. (2017). “Descontentos desconcertantes”. Bordes. Revista de Política, Derecho y Sociedad (págs. 155-166).

·        COMISIÓN EUROPEA. (2017). Libro blanco sobre futuro de Europa. Reflexiones y escenarios para la Europa de los Veintisiete en 2015.

·        DEBOMY, D. (2012). “Do the Europeans still believe in the EU? Analysis of attitudes and expectations of EU public opinions over the past quarter century”. Study & Research (núm. 91).

·        DEMESMAY, C. (2017). “El tándem franco-alemán en un Europa en crisis”. Política exterior (Vol. 31, núm. 177, págs. 38-44).

·        OLIVER, T. (2016). “Goodbye Britannia? The International Implication of Britain’s Vote to Leave the UE”. Geopolitics, History, and International Relations (Vol. 8, núm. 2, págs. 214-233).

 

·        WATKINS. S. (2015). “¿Soltando Amarras?”. New Left Review (núm. 100, págs. 7-38).

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