Bóg, Honor, Ojczyzna. La contrarrevolución socio-política en Polonia: entre la alianza occidental y el nacionalismo católico.
Sergio Fernández Riquelme.
Universidad de Murcia (España).
Resumen.
En 2015 el partido Ley y Justicia (PiS) volvía al poder. El nacionalismo católico y conservador de los hermanos Kaczyński, que diez años antes habían conmocionado a la Unión europea (UE)
con su discurso contrarrevolucionario tras ganar por sorpresa las elecciones presidenciales y legislativas, comenzaba un nuevo periodo en la historia del país, defendiendo una Polonia
identitaria, entre la defensa de los valores sociales y morales tradicionales (bajo el lema “Dios, honor, patria”) y la membresía al eje euroatlántico (especialmente por los intereses
antirrusos); y que hizo saltar todas las alarmas en Bruselas ante discursos y medidas ajenas al mandato oficial comunitario. Otra experiencia soberanista, desde la Historia de las ideas, del
fenómeno de reacción nacional ante los procesos de homogenización liberal-progresista en el mundo occidental.
Palabras clave: Identidad, Kaczynski, Ley y Justicia, Polonia, Soberanismo, Unión europea.
Abstract.
In 2015, the Law and Justice (PiS) party returned to power. The Catholic and conservative nationalism of the Kaczynski brothers, who ten years earlier had shocked the European Union (EU) with its counterrevolutionary speech after winning by surprise the elections, began a new period in the history of Poland defending a Poland identity between the defense of traditional social and moral values and membership of the Euro-Atlantic axis (especially by anti-Russian interests); and that made all the alarms in Brussels jump to speeches and measures outside the official community mandate. Another experience, from the History of ideas, of a sovereignist manifestation of national reaction to the processes of liberal-progressive homogenization in the Western world.
Keywords: Identity, Kaczynski, Law and Justice, Poland, Sovereignty, European Union.
Una identidad muy tradicional.
El 13 de septiembre de 2016 el Parlamento europeo, en sesión monográfica y extraordinaria, se reunió para debatir, y condenar, la considerada como “deriva autoritaria” del Gobierno de Polonia, dominado desde el año anterior por el partido conservador Ley y Justicia (Prawo i Sprawiedliwość). Se denunciaba, especialmente desde los grupos socialistas y liberales de la Eurocámara, el proceso de crecimiento de sus posturas eurofóbicas contrarias a los Derechos humanos. Así se cuestionaban públicamente, y en primer lugar, sus intentos de reforma unilateral del Tribunal constitucional; en segundo lugar, el control de los medios de comunicación, tanto públicos como privados; en tercer lugar, su postura antiinmigración contraria a la acogida de refugiados; y en cuarto lugar, sus medidas de protección de la Familia natural y de limitación del aborto.
Era algo inaceptable para la UE, e impensable años antes, que uno de los “alumnos modélicos” de la ampliación comunitaria postcomunista (siendo su anterior Primer ministro, Donald Tusk, nombrado presidente del Consejo europeo) se sumase a la llamada contrarrevolución conservadora auspiciada por la Hungría de Viktor Orbán y varios Estados de Europa oriental. Los dos primeros gobiernos, reunidos en la cumbre económica en Krynica, al sur de Polonia (donde el mismo Orbán fue nombrado “hombre del año”) pusieron las bases doctrinales de esta contrarrevolución: Nación (con el rechazo frontal a la política de cuotas para repartirse la emigración externa), Familia (con la oposición total a la llamada “ideología de género”), y Soberanía (con la pretensión de reformar la estructura y funcionamiento de la misma UE). “Europa necesita una contrarrevolución cultural; no podemos renunciar a la identidad nacional. La integración europea sin identidad es imposible”, proclamaba Jaroslaw Kaczyński, líder del PiS y gobernante en la sombra para la mayoría[1]. La UE se había convertido, a su juicio, en una especie de dictadura burocrática dirigida por la Alemania de Angela Merkel, que imponía a los Estados miembros sus propios dictados, y ante la que había que reaccionar. Por ello, el reciente rechazo ciudadano en el Reino Unido a seguir perteneciendo a la Unión (Brexit), mostraba el camino a seguir por Polonia si los valores nacionales y religiosos propios de la “civilización europea” no eran protegidos ante los efectos homogeneizadores de la Globalización, y especialmente, ante sus consecuencias conflictivas materializadas, por ejemplo, en la masiva llegada de refugiados desde África y Asia entre 2014 y 2015[2].
Bóg, Honor, Ojczyzna. "Dios, Honor y patria" era el viejo lema del ejército polaco, que parecía marcar la agenda del nuevo gobierno del PiS que comenzaba, en pleno corazón del Viejo continente una experiencia posiblemente definida como contrarrevolucionaria; y que, desde la Historia de las Ideas (Ideengeschichte), se encuadra en el conjunto de propuestas de reacción identitaria, nacionales o regionales, frente los efectos conflictivos del fenómeno histórico definido como Globalización. Pero a diferencia de la anterior “revolución neoliberal” (neocon o tecnocrática) de décadas atrás, que obligó a ese pacto tácito entre la supuesta izquierda que abandonaba progresivamente la defensa del “mundo del trabajo” (de la flexibilización de las condiciones laborales a la minimización del Estado del bienestar o Welfare State) y la supuesta derecha que olvidaba los llamados “valores tradicionales” (de las raíces religiosas a la institución familiar), esta reacción polaca, más tradicional y menos liberal que las occidentales en término valóricos, apostaba por un “Estado fuerte”[3].
Posición que dio mayoría al PiS, atrayendo a clases medias y trabajadoras desde un poder estatal social y cristiano, interventor (heredado de su génesis en el sindicato Solidaridad) y nacionalista (históricamente antirruso y antigermano), capaz de volcar las encuestas y sorprender en las elecciones. Un nacionalismo soberano compartido con otros partidos más pequeños, aunque con importantes diferencias ideológicas o acuerdos electorales, como el aliado Porozumienie, el transversal Kukiz'15, la más libertaria Koalicja Odnowy Rzeczypospolitej Wolność i Nadzieja (KORWiN, Wolność), el más euroescéptico Kongres Nowej Prawicy (KNP), y formaciones limitadas electoralmente como Stowarzyszenie Republikanie, Wolni i Solidarni (WiS) o Wolność i Skuteczni (W-S).
Así el 26 de junio de 2017 se recuperó, oficialmente, ese gran lema histórico de Polonia. El ministro de Defensa de Antoni Macierewicz firmó la decisión nº 135 sobre la introducción para uso oficial "de los Principios rectores en el asunto de la formación de la disciplina militar en la oficina de defensa nacional”, donde en el párrafo 3 señalaba:
“3. En el ámbito de la creación de las condiciones para el cumplimiento de la disciplina militar y la respuesta a la violación:
1) dirigir las actividades educativas en la formación de actitudes apropiadas en los militares sobre los valores cristianos del Ejército Polaco, la ética del ejército, los principios de soldados gallardos, de acuerdo con la tradición militar de Polonia: Dios, Honor, Patria”[4].
El nacimiento de Ley y Justicia.
En 2005 la clase política dirigente en Polonia se conmocionó. Tras más de una década de integración europea exitosa, dejando atrás la etapa comunista, un partido muy nacionalista y muy conservador formaba gobierno. Era el Partido Ley y Justicia (PiS) de los hermanos gemelos Jarosław y Lech Kaczyński, quienes asumían los cargos de Primer ministro y Presidente de la República respectiva y simultáneamente [5].
Hermanos que nacieron en Varsovia el 18 de junio de 1949, hijos de una familia de combatientes de la resistencia antialemana durante la II Guerra mundial. Jaroslaw y Lech se graduaron y se doctoraron en Derecho, siendo el primero colaborador en el Instituto de Política Científica y de Educación Superior y el segundo fue nombrado profesor en la Universidad de Gdansk (destacando, en 1968, en las reuniones y movilizaciones de estudiantes organizadas en el marco de los llamados “sucesos de marzo” en defensa de la libertad de expresión frente al gobierno comunista). Pronto entraron en contacto con Lech Walesa, líder anticomunista del sindicato cristiano e ilegal Solidaridad (la verdadera oposición al régimen comunista vigente[6]) y colaboraron activamente en el Comité de Defensa de los Obreros (KOR) como destacados opositores a la República popular de Polonia (Polska Rzeczpospolita Ludowa), especialmente frente a los dos últimos dictadores militares, Czesław Kiszczak y Tadeusz Mazowiecki. En esos años militaron en el Komitet Obywatelski „Solidarność”, y Jarosław se convirtió en el editor ejecutivo del semanario Tygodnik Solidarność (1989-91).
Tras la llegada de la democracia, Jarosław fue elegido senador en las elecciones de 1989, y Lech se convirtió en vicepresidente del sindicato Solidaridad, como uno los principales consejeros en la campaña presidencial del legendario disidente Lech Walesa en 1990 (dirigiendo el Servicio de prensa). Entraron en el senado en las primeras elecciones bajo el paraguas del Obywatelskiego przy przewodniczącym NSZZ „Solidarność”, pero en poco tiempo se declararon opositores al primer gobierno liberal de Tadeusz Mazowiecki (que se apoyaba en los excomunistas ahora socialistas) tras llegada de la democracia parlamentaria a Polonia.
Tras crecer su conocimiento del sistema y su influencia política, los hermanos Kaczyński decidieron dar el paso, y fundaron el partido democristiano y anticomunista Porozumienie Centrum (PC), con algunos de los miembros de Solidaridad, y en 1992 apoyaron como primer ministro a Jan Olszewski, líder de la coalición católica y conservadora Wyborcza Akcja Katolicka (WAK), que duró pocos meses al ser derribado por el pacto entre postcomunistas, liberales y el propio presidente Walesa, con el que los Kaczyński rompieron relaciones[7]. El 29 de enero de 1993 fueron algunos de los organizadores de la llamada “marcha en el belvedere”, que pedía abiertamente la dimisión de Lech Walesa y una profunda “descomunización” del país (Dekomunizacja).
Tras varios gobiernos breves de antiguos miembros de Solidaridad, la crisis económica provocada por las reformas liberales radicales de los mismos se llevó por delante a los herederos de Walesa (el gobierno de Suchocka) en las elecciones de 1993, y provocó el éxito de la coalición entre los socialistas de Sojusz Lewicy Demokratycznej (SLD) y los campesinos de Polskie Stronnictwo Ludowe (PSL), siendo elegido el excomunista Alexander Kwasniewski como Presidente. El PC de Kaczyński quedó fuera del Parlamento[8].
Polonia entró en la OTAN y comenzó su proceso de integración en la UE, y durante una década el país eslavo se convirtió en modelo de integración liberal-progresista, quedando la derecha conservadora y cristiana en un espacio residual, apenas en el seno de un sindicato Solidaridad alejado definitivamente de Walesa. Pero sería en su seno donde el 8 de junio de 1996 (VIII Congreso de Solidaridad) nació Akcja Wyborcza Solidarność (AWS), coalición electoral anticomunista y nacionalista defensora de una identidad polaca basada en los valores católicos, la propiedad, la autogestión económica, la integración euroatlántica y la descentralización estatal[9]. En las elecciones parlamentarias de 1997 AWS se convirtió en la primera fuerza política nacional con 4.427.373 votos (el 33,8% de los sufragios y 201 escaños) formando gobierno en alianza con los liberales de la UD (13,3%) y presidido por Jerzy Buzek (aunque no lograron vencer posteriormente al presidente Kwasniewski). Los Kaczyński volvieron a entrar en el Parlamento de la mano de la coalición Ruch Odbudowy Polski (ROP).
Apoyaron y sostuvieron, finalmente, al gobierno democristiano de Buzek en sus momentos más difíciles, siendo nombrado Lech como Ministro de Justicia y Fiscal General de Polonia (de junio de 2000 a julio de 2001). Pero tras la dura y progresiva caída de AWS, el PiS apareció en escena. Nacía integrando a la corriente “católico-social” constituyente de AWS, frente a la otra gran corriente interna “católico-liberal” del mismo, que daría lugar a la Platforma Obywatelska, PO (Plataforma Cívica liderada por los dirigentes emergentes Donald Tusk, Maciej Płażyński y Andrzej Olechowski.). Los hermanos Kaczyński fundaron la nueva formación en 2001, uniendo al sector más conservador de AWS, a miembros del primer Porozumienia Centrum, y a grupos nacionalistas de los partidos ROP, ZChN y PPChD (y aliándose incluso con el grupo de Przymierze Prawicy de Marek Jurek).
Su presentación pública, y limitada, se produjo en las elecciones generales de 2001[10], obteniendo el 9,5% y 44 escaños, ante la aplastante victoria de los socialistas del SLD (con más de un 41% de los votos); aunque consiguieron vencer en las elecciones a la capital de 2002, donde Lech Kaczyński dio la sorpresa y se convirtió en alcalde de Varsovia. Pero pocos años después el gobierno socialista, excomunista y ahora neoliberal, de Leszek Miller[11] terminó su legislatura en medio de una grave crisis y con profundas divisiones internas (pese a entrar en 2004 en la UE); y el opositor PiS aprovechó la oportunidad, desde una juventud en paro creciente, un mundo rural abandonado y un nacionalismo católico recuperado.
En las elecciones de 2005 el PiS experimentó un crecimiento espectacular y fue el partido más votado con un 26,99% de los votos y 155 escaños, formando inmediatamente un gobierno de coalición, presidido por Jarosław, junto a otros dos partidos conservadores: Autodefensa de la República de Polonia (Samoobrona Rzeczpospolitej Polskiej), y la Liga de las Familias Polacas (Liga Polskich Rodzin). Lech, además, se convirtió en Presidente ese mismo año al vencer en la segunda vuelta de las elecciones con el 54% de los sufragios, ante el candidato de Plataforma cívica Donald Tusk. Pero tras dos años de complicada legislatura, la más corta de la historia democrática de Polonia, y ante varios casos de corrupción y el rechazo frontal de Bruselas a las políticas de su gobierno, Jarosław Kaczyński dimitió días después de que Autodefensa le retirara su apoyo (al provocar Jarosław la caída del líder de Autodefensa y viceprimer ministro Andrzej Lepper, acusado de presuntos casos de corrupción)[12].
Una experiencia curiosa (por los hermanos gemelos en el poder), corta y polémica (por las políticas muy procatólicas del gobierno) que llamó la atención internacional y parecía pasar al olvido en las elecciones anticipadas de 2007 [13], con la amplia victoria del centroderecha liberal de la PO de Tusk. Nuevo gobierno claramente neoliberal y proeuropeo que durante dos legislaturas tuvo todo el poder y todo el apoyo de la UE, dejando al PiS en la oposición como partido aislado de todo pacto y de casi cualquier institución[14] (aunque el otro hermano gemelo, Lech Kaczyński, quedó en la simbólica Presidencia, hasta su fallecimiento en el polémico accidente aéreo de 2010 en Smolensk junto a su esposa)[15].
Las claves de la reacción polaca.
Pero saltó la sorpresa el 24 de mayo de 2015. Andrzej Duda, candidato casi desconocido del partido PiS, ganaba las elecciones presidenciales, frente al vigente jefe de Estado, y favorito meses antes en las encuestas, Bronisław Komorowski. Un país en crecimiento constante desde hace una década, de las pocas naciones europeas que habían eludido parcialmente la crisis, con tasas de desempleo mínimas y aliado estratégico de su vecino alemán, cambiaba de rumbo sin explicación aparente.
La Presidencia polaca, tradicionalmente un cargo protocolario, pasaba a manos de un nuevo líder que representaba los valores sociales y cristianos de la formación liderada por el denostado, por la Europa socialista-liberal, exprimer ministro Jarosław Kaczyński. Y las medidas iniciales de Duda fueron rechazar la Ley de identidad de género aprobada por el Parlamento y proclamar la defensa pública de la identidad nacional de Polonia (dentro de la Alianza de los Conservadores y Reformistas en Europa, AECR).
Leszek Skiba, presidente del Instituto Sobieski (grupo de intelectuales cercanos del PiS) señalaba que el partido de Kaczyński crecía en las encuestas al unir sus tradicionales posiciones nacionalistas y católicas con las demandas de la población de mayor reparto de la riqueza y mejores prestaciones sociales, “por un bajo crecimiento económico” aprovechado solo por las clases altas de las barrios ricos de las grandes ciudades[16].
Tras la muerte de su hermano, Jarosław quedó como el máximo dirigente del PiS apartado conscientemente de las estructuras públicas de poder. Persona sobria y de vida casi espartana según sus más cercanos; “un hombre que prefiere el correo postal al electrónico, las entrevistas personales a los intermediarios, y la comida casera que le traen de un bar cercano a cualquier restaurante de lujo”[17]. Cristiano devoto y practicante, vestido casi siempre de negro y soltero por decisión, oyente diario de la influyente Radio Maryja[18]. Visto como providencial e incorruptible por sus seguidores, ridiculizado como antiguo y maquiavélico por sus detractores. O con él o contra él.
Varios meses después la transformación se completaba. Con el lema “Polonia está en ruinas”, el 25 de octubre Ley y Justicia, encabezada esta vez por la hasta ese momento desconocida Beata Szydło (antigua alcaldesa de Gmina Brzeszcze)[19], vencía en las elecciones parlamentarias. Y lo hacía por mayoría absoluta, por primera vez en la historia reciente del país (en número de escaños)[20], en coalición con los pequeños partidos Solidarną Polską y Polska Razem. Resultado provocado tanto por el crecimiento del PiS (más del 37% del voto) como por el descalabro del liberalismo gobernante y la práctica desaparición de una izquierda que no pudo superar el umbral del 5% necesario para tener escaños (presentada en coalición como Zjednoczona Lewica, ZL). Junto con otras opciones políticas como las de Paweł Kukiz y Janusz Korwin-Mikke, los grupos socialconservadores obtuvieron una abrumadora primacía política, incluso entre el sector de votantes más joven que nadie esperaba que votara por estas opciones nacionalistas[21].
Pero esta aparente sorpresa tenía una explicación. En primer lugar Kaczyński se apartó a un lado, sabiendo la polarización que provocaba su figura, y dejando paso libre a políticos más jóvenes; eso sí, controlados directamente por él como presidente del partido y jefe de la bancada parlamentaria. Y en segundo lugar, Polonia votaba por valores, siendo el primer valor la Justicia social. La nación polaca era considerada como el alumno ejemplar de la Unión europea: un país excomunista que había asumido, plena y rápidamente, el modelo comunitario en lo político (democrático-liberal) y en lo económico (capitalista-liberal). Hacer bien los deberes tuvo su premio, y la estabilidad gubernamental (en manos del PO) fue recompensada con el nombramiento del exprimer ministro Donald Tusk como Presidente del Consejo europeo; mientras, los datos de crecimiento económico atestiguaban, cuantitativamente, la inevitabilidad del camino emprendido, en especial del PIB, que llegó a más de 400.000 millones (2014)[22].
Ahora bien, este crecimiento no bastaba, y así lo demostraron los electores; las políticas neoliberales mejoraban el cuadro macroeconómico pero el desarrollo no llegaba a las clases más humildes: el salario medio apenas superaba los 800 euros al mes (una cuarta parte del alemán o del sueco, la mitad que en España, y por debajo de vecinos como Eslovaquia, Eslovenia, e incluso Grecia), el riesgo de pobreza alcanzaba al 21% de la población, crecía de manera imparable la desigualdad socioeconómica (en salarios, inversiones y oportunidades) entre campo y ciudad, entre este y oeste y entre clases sociales, y se aceleraba la emigración de trabajadores polacos hacia el exterior (más de 2 millones de ciudadanos desde 2006). Asimismo, estas políticas de desarrollo socialista-liberal ponían en cuestión las mismas bases de la estabilidad nacional al no fomentar la Familia como célula social básica (como en gran parte de Europa occidental y central), con un descenso acusado en la natalidad, cuya tasa se reducía a solo el 9,9% en 2014 (con un índice de fecundidad del 1,29), con el consecuente inicio de pérdida de población desde 2012[23].
El segundo valor hablaba de Tradición. Se elegían a representantes políticos que defendían la Familia, tal como se reflejaba en Constitución de la República de Polonia (1997); en su artículo 18 proclamaba que “el matrimonio, al ser una unión de un hombre y una mujer, así como la familia, la maternidad y la paternidad, se colocarán bajo la protección y el cuidado de la República de Polonia”[24]. Y a representantes que protegiesen la vida, como se aprobó en la Ley de 7 de enero de 1993 acerca de la planificación de la familia, la protección humana del feto y las condiciones de admisibilidad de la interrupción del embarazo; texto donde se prohibía el aborto en el país (tras décadas de legalización bajo el régimen comunista), excepto en tres circunstancias perfectamente tasadas (no punibles): cuando la vida de la mujer o su salud estuviera en peligro por la continuación del embarazo (bajo análisis médico riguroso), cuando el embarazo era resultado de un acto criminal (denunciado por el fiscal), o cuando el estado del feto fuera incompatible con la vida. Incluso, en septiembre de 2016 el Parlamento polaco, pese a las protestas de la izquierda liberal y sectores proaborto de la sociedad civil, permitió el debate sobre la propuesta ciudadana Projekt Stop Aborcji de hacer prácticamente imposible el aborto en el país (con el respaldo de más de 400.000 personas).
Y Polonia reivindicaba en tercer lugar, como otras naciones de Europa del Este (Eslovaquia, Letonia, Macedonia, Rumania o Serbia, y especialmente la Hungría de Orbán), el valor de su Identidad nacional. En tiempos de globalización, con la imposición de las ideas progresistas del llamado consenso socialdemócrata-liberal occidental, y con nuevos y enormes flujos migratorios africanos-asiáticos de impacto aún por determinar (de la emigración económica a la crisis de refugiados de la guerra siria), los polacos llegaban a las urnas en defensa de aquello que les hacía diferentes y auténticos. Volvían a la palestra las lecciones del sindicato cristiano Solidaridad (Solidarność), que encabezado por el legendario y polémico Walesa contribuyó decisivamente en la caída del comunismo; las enseñanzas del ”papa polaco” San Juan Pablo II (Karol Józef Wojtyła) sobre la “dignidad del ser humano” ante un Estado omnipotente y un Mercado omnisciente; y la presencia de la misma cruz, cuando en 2013 un tribunal de Varsovia dictaminó, frente a la denuncia del Movimiento Palikot, que la cruz situada en la entrada del Sejm (Parlamento nacional) debía permanecer en su sitio al no violar la libertad de credo y representar la identidad mayoritaria del pueblo[25].
El frente contrarrevolucionario.
Esta línea doctrinal, apoyada en los meses postelectorales siguientes por las encuestas políticas, se concretó legislativamente en la reforma del Tribunal constitucional, en un nuevo marco para controlar a las ONGS, y una serie de medidas para apoyar económicamente a las Familias y la natalidad (con el avanzado programa Rodzina 500+, y con una destacada nueva ayuda a las mujeres con embarazos de riesgo socioeconómico). Y simbólicamente con el apoyo político a la inauguración del nuevo Templo de la Divina Misericordia en Varsovia o la entronización de “Jesús como Rey de Polonia” por el presidente Duda en Cracovia.
Posiciones compartidas, especialmente, con el gobierno húngaro. Así durante la citada cumbre económica de Krynica, al sur de Polonia, en septiembre de 2016 el premier Orbán fue aclamado como el “hombre del año” por su “aportación a la política de la Europa del Este”[26]. El anfitrión de la cita, el presidente del PiS Jaroslaw Kaczynski, al calor del éxito del referéndum británico sobre su salida de la UE (Brexit) señaló como ambos países compartían la misma misión de reformar Europa sobre bases conservadoras y nacionalistas: limitar el poder de la UE y el predominio alemán, frenar los flujos migratorios, defender la soberanía de los Estados, reformar la comunidad europea desde dentro, y proteger los valores morales tradicionales (como hicieron ambos países oponiéndose a las directivas comunitarias basadas en la ideología de género). Como señalaba el Viceministro de Exteriores Marek Magierowski:
“Nos preocupa lo de la Europa a varias velocidades. En general, tanto el Gobierno polaco como los otros países del Visegrado se oponen a este concepto porque podría significar el principio del fin de la Unión Europea. Queremos reformarla desde dentro, no queremos ser observadores (…) Nos tachan de euroescépticos e incluso de eurófobos, pero luego estamos entre los cinco países con mayor eurofilia según las encuestas. Si no seguimos los pasos de la Comisión ni las palabras de los países más influyentes, no quiere decir que seamos euroescépticos”[27]
Tras el primer bienio de la primera ministra Beata Szydło, en 2017 fue sustituida por el economista e historiador Mateusz Jakub Morawiecki, siempre con Jarosław Kaczyński dirigiendo desde la presidencia del PiS. Líder que soñaba con una IV República polaca desde una renovación moral del país frente al aborto y las políticas de género (protegiendo y fomentando la Familia), reivindicando un Estado social capaz de conciliar protección asistencial y libertad económica (sin renunciar al eje euroatlántico), rechazando las políticas migratorias de la UE (apostando por traer trabajadores “culturalmente cercanos” como ucranianos, bielorrusos o bálticos)[28], y cambiando de arriba a abajo las instituciones públicas (en especial una judicatura que creía heredera del comunismo[29]). Proyectos que provocaron la reacción de asociaciones feministas y partidos de oposición, así como las críticas de la UE (en especial por su reforma del Tribunal Supremo), que se movilizaron durante semanas en la calle y lograron, con apoyo de la UE, parar las relacionadas con el aborto y la parte de los cambios judiciales[30]. Por ello, el nuevo Primer ministro declaró abiertamente que “somos parte de la Unión Europea, pero queremos transformarla, volver a cristianizarla. Este es mi sueño” [31].
“Estamos construyendo Polonia como un Estado fuerte y eficiente, pero también como un Estado que incorpora valores universales y cristianos. Vamos a defender los mismos, así como nuestra singularidad, contra el fondo — por desgracia, debemos decir — de laicización que lleva al más profundo consumismo, a la falta de principios y a la falta de valores que están presentes ahora en Europa Occidental. Polonia recuerda hoy a Europa que no puede tener futuro sin sus valores fundacionales” [32].
Así, y desde la Historia de las Ideas, podemos definir, de modo heurístico, la nueva experiencia polaca, como posible modelo de contrarrevolución sociocultural contemporánea (frente a su alter ego, la llamada revolución liberal-progresista) en el Viejo continente. Modelo que dicho Gobierno, y parte de la oposición (Kukiz`15 o PSL), defendía y promovía desde la “continuidad histórica” entre el pasado (la experiencia nacional), el presente (la transformación política) y el futuro (la expectativa identitaria). Nacionalismo emergente visible en la gran marcha ciudadana en conmemoración de la Independencia de Polonia en 2018, con más de 200.000 ciudadanos desfilando por las calles de Varsovia, coincidiendo la marcha oficial del PiS y sus socios y la de los movimientos nacionalistas extraparlamentarios, como la ONR (Organización Nacionalista Radical)[33].
Pese a la citada movilización contra su reforma del aborto o de cambios en la justicia, que sacaron a las calles de miles de ciudadanos, el PiS y sus aliados lograron vencer a nivel nacional en las elecciones locales y regionales de octubre 2018. Pese a no poder lograr desbancar al PO del poder en las grandes ciudades, consiguió más del 34% del voto total (creciendo un 7,25% más respecto a las anteriores), la mayoría de asientos regionales (ganando por primera vez en nueve provincias o voivodatos) y 62 municipios o pequeñas ciudades (y solo cuatro ciudades grandes al verse perjudicado por las alianzas frontales en su contra en las segundas vueltas)[34].
Soberanismo identitario no solo desarrollado, en su versión conservadora social, por el PiS. La Marcha soberana de 1 de mayo de 2019 (Marsz Suwerenności) sacó a la calles a miles de ciudadanos y a diferentes partidos parlamentarios y extraparlamentarios, desde el nacionalismo a la extrema derecha, en plena conmemoración de la adhesión de Polonia a la UE. Bajo el lema "Stop dyktatowi Berlina i Brukseli" un nutrido grupo de formaciones y líderes se unían frente al denunciado intervencionismo de la UE y frente al considerado excesivo liberalismo del PiS. Los jóvenes de Młodzież Wszechpolska, el líder del Movimiento Nacional (Ruch Narodowy) Robert Winnicki, el fundador de Federacja dla Rzeczypospolitej Marek Jakubiak (diputado anteriormente de Kukiz), el eurodiputado y máximo dirigente de Koalicja Odnowy Rzeczypospolitej Wolność i Nadzieja Janusz Korwin-Mikke, proclamaban casi al unísono que en Polonia “no tenían sitio las perversiones” occidentales y que el país “no se sometería a los dictados germanos o rusos”[35].
Semanas antes de las elecciones europeas de 2019, Jarosław Kaczyński proclamaba que solo los candidatos de su formación podrían actuar como "un dique contra el mal que está creciendo en la UE, y que realmente está amenazando nuestra civilización", la cual solo podía hundir sus raíces en el Cristianismo; y añadía que no solo debían atender a la “defensa de Polonia y los intereses polacos, sino también la defensa de esta Civilización”, que era “la misión de nuestra delegación ... nuestra misión polaca en la Unión Europea”. Y Kaczyński apuntaba además que había que golpear a lo que llamaba como una “ofensiva contra los valores tradicionales y el sentido común”, siendo el PiS la única agrupación a su juicio capaz de resistir tal ofensiva. Palabras que se unían a las del Primer Ministro Morawiecki, quién señalaba en un artículo de opinión publicado por el Servicio público de noticias que la UE estaba “atrapada en un círculo vicioso de crisis” y que se necesita con urgencia cambiar de rumbo después de las elecciones al Parlamento Europeo [36]. Apoyo a la integración europea pero reforma soberanista de la misma. Por ello, Kaczýnski rechazaba de plano adoptar el euro como moneda al ser parte de la soberanía polaca. “... Algún día lo haremos, pero esto sucederá cuando nuestro nivel de riqueza se compare con el de Alemania” señaló. Para Kaczyński el euro era, en estos momentos, un gran instrumento al servicio del “poder alemán”, y su adopción destruiría la competitividad de Polonia en el mercado común; rechazo compartido por la mayoría de los ciudadanos en las encuestas[37].
Unas elecciones europeas cruciales donde el PiS se enfrentaba a la unión de casi toda la oposición parlamentaria (PO, SLD, PSL, Nowoczesna y Partia Zieloni), aliada en la llamada Koalicja Europejska (KE). Y que en las semanas previas a esta crucial cita, comenzó de nuevo una campaña sistemática contra el gobierno, utilizando en su contra la detención de una activista opositora que había ridiculizado la imagen sagrada de la Virgen de Częstochowa (señalando el Ministro del Interior, Joachim Brudziski, que “los argumentos sobre la libertad y la 'tolerancia' no le da a nadie el derecho a insultar las creencias de los fieles”); las declaraciones públicas de Kaczyński sobre la defensa de “nuestros valores” frente a la amenaza de la “ideología de género”[38]; la polémica en torno al rechazo del gobierno a la ley de restitución de bienes de la población judía durante la II Guerra mundial que se impulsaba desde los EEUU, y ante la que Kaczyński señalaba que "Polonia no tiene obligaciones resultantes de la guerra, ni legal ni moralmente” ya que no fue responsable de la misma[39] (y que conllevó la agresión racista en Tel Aviv del embajador polaco Marek Magierowski)[40]; determinados casos de sacerdotes pederastas que saltaron a la luz tras un polémico documental (subrayando la oposición las relaciones entre el PiS y la Iglesia aun cuando esos casos concretos fueron mucho antes de sus gobiernos)[41]; o el rechazo de Alemania y otros países europeos a sus políticas sociales y culturales [42].
“Dios, Honor y Patria”. El lema de cuatro años de gobierno, de amplia protección social[43], mejoras demográficas[44] y crecimiento económico estable[45], el PiS se enfrentaba a un doble escenario electoral que marcaría, fundamentalmente, su destino y el de Polonia: el regreso de la oposición liberal-progresista al mando del país (mostrando como infructuosa la alternativa identitaria) o la continuación de su “misión nacional” (demostrando su impacto real en las clases populares polacas). Europeas y legislativas en 2019 donde el soberanismo polaco, más conservador o más nacionalista, reivindicaba la larga y orgullosa identidad histórica nacional representada en el majestuoso castillo (y palacio real) de Wawel en Cracovia, donde en sus iconos, sus tapices, sus cuadros y en sus tumbas se recogían algunos de los grandes hitos del país: el bautismo de Mieszko I, primer rey documentado fehacientemente; la moderna obra política y legislativa de Kazimierz II el Grande; la batalla de Grunwald o Žalgiris, donde el Reino lituano-polaco de Ladislao II Jagiełło derrotó a los caballeros de la Orden teutónica [46]; la intervención de Jan III Sobieski en la defensa de Viena ante el imparable avance otomano por Europa; la promulgación de una de las primeras constituciones modernas europeas, la Carta magna del Reino polaco-lituano de 1793 (mancomunidad) bajo el reinado de Stanislaw August Poniatowski[47]; la lucha por la independencia, frente a las particiones de alemanes y rusos, del popular militar nacionalista Andrzej Kościuszko; la construcción de la renacida identidad cultural polaca, en pleno romanticismo, por el afamado poeta Adam Mickiewicz o el conocido compositor musical Frédéric Chopin; o los intentos del Mariscal Józef Piłsudski, el llamado “salvador de Polonia”, de evitar la trágica realidad sufrida por el país en el siglo XX, como país mártir entre los totalitarismos que quisieron reducirla a la nada (comunismo y nacionalsocialismo); y finalmente, con el sepulcro del penúltimo presidente conservador-nacionalista del país, Lech Kaczyński, a quién el gobierno erigió una estatua en la simbólica Plaza Pilsudski de Varsovia, junto a la tumba al soldado desconocido y la cruz de piedra desde la que Juan Pablo II pronunció su famosa homilía contra el comunismo en 1979[48].
[1] Gemma Saura, “La contrarrevolución polaca”. En La Vanguardia, 30/07/2017.
[2] Sergio Fernández Riquelme, “Polonia y la contrarrevolución conservadora en el siglo XXI”. En Democresia, 13/12/2016.
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[29] “Polonia mantiene su reforma del Tribunal Supremo pese a la resistencia de los jueces y las quejas de la UE”. En RTVE, 03/07/2018
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[35] “Tu jest Polska, nie Bruksela, tu się zboczeń nie popiera”. En Rzeczpospolita, 01/05/2019.
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[42] “Merkel insinúa que Hungría y Polonia son un "peligro" para Europa”. En La Tribuna del País Vasco, 02/04/2019.
[43] “Beata Szydło: program 500+ przywrócił nadzieję wielu polskich rodzin”. En PolskieRadio24, 16/06/2019.
[44] Julio Llorente, “Éxito de las medidas del Gobierno polaco: 20.000 nacimientos más en 2017”. En La Gaceta, 25/05/2018.
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