Magíster Vitae.
“De la Revolución política a la Revolución social”.
Diana Armas Dueñas.
Ensayista. IPS (España).
“La historia no retrocede jamás”. Salvador de Madariaga (1935)
En 1850, el jurista y sociólogo alemán Lorenz von Stein [1815-1890] introdujo en el vocabulario de las ciencias sociales el término “movimiento social” (sozial Bewegung). Un término que reflejaba el hecho histórico acaecido en 1848: la eclosión de la Revolución Social como plataforma para la construcción del Estado social en Europa. Ésta fue la fecha en la cual la nueva sociedad industrial, a partir de los hechos acaecidos en Francia (revolución social también analizada por Marx, pero con criterios diferentes), superaba las convenciones de la Revolución política liberal (1830) y anunciaba una Revolución social donde el “trabajo” no sólo se significaba como el medio natural de superar las limitaciones de la naturaleza humana, sino como criterio político futuro. La Gesellschaft nacida de la Revolución industrial superaba los viejos límites comunitarios de la tradicional Gemeinschaft, y a su vez, anulaba progresivamente la antinomia fundamental “Estado-Sociedad” [1]. En la comunidad tradicional, en trance de superación, y definida como “unidad de voluntad y de acción”, el Estado representaba a la “persona” (vehículo de autodeterminación, reino de la libertad) y la Sociedad actuaba como “objeto” (vida autónoma con leyes propias). Ahora “la sociedad como organización” interrelacionaba totalmente las esferas autónomas de lo político y de lo económico; se desbordaba el “equilibrio” entre ambas esferas: la oposición permanente entre lo político como “reino de la libertad” y lo social como “infraestructura de sujeción económica”.
Esta nueva sociedad contemporánea aparecía, a ojos de Von Stein, como un “sistema de control económico de la comunidad política”. El orden social se delimitaba, en sus relaciones y dependencias, en función de la infraestructura económica, y la actividad individual se describía en razón de su labor y puesto en la producción y administración económica. Cada individuo y cada grupo ocupaban un lugar en la jerarquía social dependiendo de su tarea y su capacidad en la esfera productiva. De esta manera pertenecían a una de las dos grande clases en las que se dividía la Sociedad: “los que poseen y los que no poseen”.
El gran cambio sucedió con el impacto político de “nuevos movimientos sociales” surgidos de la “republica de los desposeídos”, según la interpretación de Lorenz von Stein. Esta “república” aspiraba a la representación y participación en la voluntad del Estado (Constitución) y en su actividad (su Administración) superando los cauces del sufragio (universal o censitario). Tras alcanzar la “democracia pura” (soberanía universal que reconoce “como única base para la participación en la volunta del Estado la pura personalidad”) se hacía necesario alcanzar la posesión y disfrute de los medios de producción (base del verdadero dominio social). El conflicto propio de la sociedad industrial del siglo XIX, “la cuestión social” surgirá de la lucha, en el seno de la Sociedad, de los intereses políticos de las dos clases constitutivas. Estos intereses, determinados por la relación entre “propiedad y trabajo”, intentarán alcanzar el control de la Constitución y de la Administración del Estado; será la “lucha por el poder supremo”.
Pero existía una solución entre clases: un acuerdo sobre un “interés recíproco”; acuerdo sobre el que se cifraba el corporativismo, y que fundaba un nuevo tipo de “democracia social” o “doctrina de la sociedad”. El orden social, según von Stein, necesitaba de la superación de los antagonismos entre intereses clasistas, entre trabajo y propiedad, entre patronos y obreros; así se llegaría a la armonía en el seno del pluralismo social. El objetivo de neutralización de estas dialécticas económicas se fundaba, por tanto, en un nuevo sistema social y en un “objetivo político” ulterior. Una de las doctrinas que buscará superar esta “dialéctica conflictiva” será el corporativismo, como conjunto de propuestas de mediación entre lo político (el Estado como orden de la libertad) y lo económico (la Sociedad como orden de control); o lo que es lo mismo, en las luchas desatadas entre la clase social dominante (poseedoras de los bienes de producción) y la clase social dominada (carente de dichos bienes), entre capital y trabajo. Esta “sociedad del interés recíproco” representaba una tendencia social que pretendía corregir el capitalismo y los conflictos sociales generados mediante unos medios políticos fundamentalmente técnicos (y que se concretaba para Von Stein en su proyecto de “Monarquía de la Reforma social”).
Pero este ideal de “armonía social” como criterio básico de la Política Social europea, parece haber desparecido en gran parte pensamiento continental a inicios del siglo XXI. La burocratización del Estado del bienestar (que para O´Connor llevaba hasta su “crisis fiscal”), la mercantilización del desarrollo humano (como denuncia la encíclica Caritas in Veritate), y la extensión de los proyectos de ingeniería social (impulsados por el laicismo postmarxista y la ideología de género), nos advierten de la necesidad de refundar la Administración social, recuperando los principios morales, la realidades comunitarias y el horizonte histórico, en especial el papel de la sociedad civil y sus cuerpos sociales intermedios, que hagan del desarrollo social un instrumento leal al servicio, material y espiritual, del ser humano. Así ofrecemos tres dimensiones para estudiar la esencia de la sociedad, en su pasado inmediato y su presente en continúa construcción.
La primera parte sobre Historia y Sociedad, comienza con el elocuente trabajo de Ignacio Sánchez Cámara, Catedrático del filosofía del Derecho, que nos alumbra sobre el horizonte ideológico de un socialismo democrático en la búsqueda, eso sí paradójica, de un nuevo referente doctrinal, en este caso “republicanista”, tras el ocaso de sus antiguos principios marxistas, populistas o eco-feministas. A continuación presentamos el magnífico trabajo del catedrático nicaragüense Guillermo Gómez Santibáñez sobre la realidad dilemática de la Ultramodernidad, reto ante el que se enfrentan los Estados del mundo occidental. En Modelos de familia, el profesor de Derecho civil Juan Luis Sevilla Bujalance nos ilustra de manera rigurosa sobre las bases históricas y teóricas sobre el hecho social y cultural de la familia, apostando por el respeto a la que se viene denominando como “familia tradicional”. Justicia y justicia social. Recapitulación del catedrático Manuel Moix Martínez, nos recuerda las bases epistemológicas e históricas de la noción de Justicia social, rememorando la polémica abierta tras el análisis de su trabajo por el insigne Gonzalo Fernández de la Mora, hace ya cuarenta años. Para finalizar, el historiador Sergio Fernández Riquelme, analiza en Política Social en la Unión Europea. Del Estado del Bienestar a la Europa Social, las claves de la Política Social europea, mostrando sus límites y posibilidades a la hora de ejercer su papel como mediación entre las exigencias de la economía (mercado único) y de la política (integración comunitaria y expansión territorial).
La segunda parte, centrada en Sociedad y Ciencia, César Nombela, Catedrático de Microbiología analiza, a continuación, los principios que deben guiar a la ciencia, como parte de la sociedad, en defensa de la vida y “contra la eutanasia”; un estudio que resalta el “valor de la vida humana” como bien de toda sociedad, y principio de desarrollo y cohesión de un orden social verdaderamente humano. Nicolás Jouve de la Barreda, Catedrático de Genética, aclara con precisión la gran cuestión bioética sobre la manipulación genética de la creación y manipulación de la vida humana, subrayando empíricamente la “ficción” de crear vida.
En la tercera y última parte de este volumen, que versa sobre las relaciones entre Sociedad y Religión, comenzamos con el imponente trabajo de Teresinha Duarte y Tamiris Alves, de la Universidad de Goias (Brasil) sobre el concepto de libertad en Martín Lutero (lo reproducimos en su lengua original, el portugués). Monseñor Raffaello Martinelli, analiza continuación, de manera magistral, la necesaria actitud y función de los católicos en política, señalando las líneas fundamentales de su acción, de tanta urgencia ante temas de actualidad como la legalización del aborto o ciertas políticas laicistas. El investigador Miguel Blanes Coll continúa con una importante reflexión sobre los principios de la “sociedad de los derechos” que parece haberse impuesto en la conciencia ciudadana y la gestión política de las sociedades occidentales. Finalmente, Fernando Pascual, profesor de filosofía y bioética nos ilustra, con el pasaje bíblico como metáfora, sobre la defensa del “David” de la vida (desde su concepción hasta su muerte natural) frente al “Goliat” de la muerte” (el gran negocio eugenésico).
Como epílogo, nuestro colaborador Esteban de Castilla glosa el contenido de la obra del profesor Jerónimo Molina, En la cabellera de un cometa llamado Giménez Caballero, mostrando no sólo su apasionante y polémica trayectoria vital e intelectual, sino también las peripecias del autor a la hora de publicar esta obra en un ambiente universitario cada vez más lastrado por la ideologización y la mediocridad. Y para concluir, reseñamos la obra del profesor de sociología José Pérez Adán, introducción a la apasionante filosofía política y social del comunistarismo, objeto de estudio en próximos números.
Véase Lorenz von Stein, Movimientos sociales y Monarquía. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1981, págs. 56 sq.
La Razón Histórica, nº9, 2009 [2-4], ISSN 1989-2659. © IPS.