El Jazz y el movimiento por los derechos civiles del pueblo afroamericano
Alejandro Martín Guevara
Recogiendo los frutos y aprovechándose del camino abierto por los movimientos culturales surgidos de épocas anteriores, la década de los 60 fue un tiempo revolucionario plagado de diversas tendencias de impacto masivo (incluidos grupos y corrientes musicales), que marcarían un antes y un después en la historia del activismo y de la cultura como forma de protesta.
Por ello, en este número de La Razón musical no os voy a hablar de un estilo en concreto, como hemos hecho en otras ocasiones, y no me centraré en aspectos técnicos. Ahora me gustaría contaros un poco acerca de la lucha del pueblo afroamericano por sus derechos civiles, y cómo la cultura y la música (especialmente desde la libertad creativa y expresiva intrínseca en el Jazz) fueron pilares básicos para alcanzar metas que por aquella época se veían inalcanzables ante la discriminación sistémica.
Dicha década de los 60 comenzó con la gran esperanza entre muchos estadounidenses de que estaban en el umbral de una nueva y brillante época de cambio. El 20 de enero de 1961, un joven John F. Kennedy tomó el juramento presidencial, prometiendo llevar al país hacia una "nueva frontera": una en la que los estadounidenses se unirían para lograr aparentemente metas lejanas superando divisiones y discriminaciones.
Y muchos de los movimientos de activismo y reivindicación, que surgían por doquier en los Estados Unidos, estaban formados por músicos afroamericanos con aspiraciones políticas. Más allá de la defensa de los derechos civiles, la música fue una de las grandes voces que desafío al status quo de la época. Los músicos de jazz siempre estuvieron en primera línea, con la expresión del sufrimiento y la injusticia que impregnaba la vida de los afroamericanos, lo que los convertía en líderes activistas muy creíbles y seguidos.
La música como forma de protesta no era algo nuevo para el pueblo afroamericano, ya en los días de la esclavitud en la Nueva Orleans del siglo XVIII en Congo Square los esclavos se congregaban a bailar, cantar y tocar los domingos para dar un respiro sus vidas cansadas por el trabajo esclavo, a pesar de las amenazas y prohibiciones. Lo curioso de estas reuniones era que no todo el mundo hablaba el mismo idioma y la música hacía de lengua común.
También en el Renacimiento del Harlem en los años 20 del que hablaremos algún día, sería una explosión cultural y artística como respuesta a una situación social de desigualdad. Artistas como Billie Holiday con sus temas “Strange Fruit” y “Go Down Moses” que trazaba paralelismos entre los esclavos africanos y el éxodo hebreo, fueron de los primeros en darle un sentido de protesta a las letras.
Louis Amstrong que a veces fue acusado por la propia comunidad negra de actuar solamente para audiencias blancas , siendo el estereotipo propio de la Cabaña del Tío Tom, compuso en 1929 “What I did do to be so black and blue?” (Que hice yo para ser tan negro y triste), tema que sería bastante arriesgado por el contexto de ser un cantante negro cantando esa letra. En 1957 Amstrong que era embajador cultural de Estados Unidos y que se dedicaba a viajar todo el mundo para hacer propaganda Norteamérica en plena guerra fría, canceló una gira por la Unión Soviética por el impedimento a ingresar en la escuela por parte de la guardia nacional a nueve estudiantes negros en la ciudad Little Rock (Arkansas). Por este mismo motivo el compositor Charles Mingus compuso el tema titulado “Fables of Faubus”, mostrando su indignación con una letra tan agresiva que Columbia Records se negó a permitir que se grabaran. Un año más tarde la grabaría para Candid Records en “Charle Mingus Presents Charles Mingus”.
Destacar también al clarinetista Benny Goodman quien fue el primer músico blanco en contratar a un músico negro para su banda con la incorporación del pianista Teddy Wilson a su trío en 1935. Goodman que aparecía bastante en televisión hizo que la audiencia blanca disfrutará de sus formaciones en las que la integración racial estaba a la orden del día.
En 1943 Duke Ellington, obligado por la prohibición del acceso a los afroamericanos a ciertos hoteles, se vio obligado a comprar vagones de tren para que los músicos que integraban su orquesta y que eran tanto blancos como negros pudieran dormir en el mismo lugar durante las largas giras por todo el país. Ese mismo año compuso el tema “Black, Brown & Beige” para contar la historia de los negros a través de la música.
La creciente voz de descontento dentro de las comunidades afroamericanas, junto con esta explosión de arte y cultura politizada, trajo consigo una atención más especial al trato injusto recibido por el pueblo afroamericano y fue el germen del movimiento de los derechos civiles a principios de la década de los 60. Por ello, los músicos de jazz y blues sirvieron como altavoces para aquellos discursos que generalmente no llegaban a las grandes masas. Discursos como aquel que denunciaba las ramificaciones persistentes de esclavitud institucionalizada en los Estados Unidos. Así, uno de los temas que mejor refleja esa protesta que se unía a la música sería “How it feels to be free” de Nina Simone, que contiene unos versos llenos de anhelo de libertad, pero a la misma vez depresivos por lo lejos que se ve esa libertad para su pueblo.
La aparición de personajes como Martin Luther King con su mensaje no violento generaba simpatía incluso en esos sectores más violentos, pero sin embargo para algunos artistas este enfoque silencioso y espiritual era demasiado pasivo para la lucha que había que librar.
Muchos músicos comenzaron a hacer llamadas a la acción y empezó a tratarse el tema de la esclavitud con un tono mucho más agresivo. Entre ellos podíamos encontrar a uno de los pioneros del Bebop, el baterista Max Roach que en colaboración con el letrista Oscar Brown grabaron y produjeron el álbum “We Insist! Freedom Now Suite. Un álbum lleno de alusiones a la opresión a los afroamericanos históricamente en Estados Unidos y donde en los versos de sus letras podemos encontrar fuertes emociones y unidas a duras realidades, llegando a igualar la vida de los afroamericanos con bestias de carga. Estas canciones serían muy incomodas para ciertos sectores de la sociedad de 1960 norteamericana. Al abordar este difícil contenido con su propia banda y poniendo en riesgo su carrera Max Roach se convertiría en toda un guía del movimiento
En 1963 una pequeña iglesia bautista fue bombardeada en Birmingham (Albama) por supremacistas blancos, este evento sacudió a la nación, lo que hizo que el mundo de la cultura y de la música respondieran con la esperanza de ayudar y sanar al país para que no volviera a ocurrir algo similar en el futuro. En este contexto, Nina Simone y John Coltrane escribieron canciones desde enfoques muy diferentes. Coltrane empleó un sutil, pero llamativo titulo llamado “Alabama” donde el saxofonista enfoca el tema de una manera reflexiva acompañado al piano por McCoy Tyner. Nina Simone sin embargo con una denuncia más agresiva titularía su tema Mississppi goddam (Mississipi Maldita Sea), en la que llamaba a las armas en una línea similar a Roach.
Estos diferentes enfoques representan las diferentes formas en las que los artistas y músicos de jazz decidieron liderar y relacionarse con sus comunidades, pero a pesar de esas diferencias, el fin los une y hace que la sociedad tome conciencia. Su condición de iconos culturales los convierte en líderes comunitarios. Por ejemplo, John Coltrane con sus innovaciones en el “modal Jazz”, sus escritos y poesías, hizo que su influencia se extendiera más allá de la música y sirvió de guía para muchos artistas afroamericanos durante la lucha por los derechos civiles y años más tarde con el nacimiento del movimiento Black Power.
Sin embargo, no todos los artistas serían reconocidos por sus esfuerzos por la igualdad en la sociedad estadounidense. En contraste con el inmenso reconocimiento de la figura de Coltrane como líder del movimiento de los derechos civiles, muchos historiadores y expertos en el tema pasan por alto el papel de Nina Simone, quien a lo largo de su carrera tuvo que desafiar los estereotipos sociales que por aquel entonces en cuestiones de artistas negros y femeninas no eran muy favorables. Esta lucha y esfuerzo para deshacer estas normas prejuiciosas, servirían como inspiración a artistas que siguieron sus pasos y no cayeron en las mismas trampas.
La opinión que por entonces el público tenía de la música jazz era esencialmente que era un oficio en el que no era necesaria educación alguna, menospreciando así el mérito de los artistas mayoritariamente negros. Incluso para despreciarlos se llegaba a decir de ellos que era una habilidad natural, pasando por alto por ejemplo los rigurosos hábitos de práctica de Charlie Parker. Otro ejemplo de esa actitud condescendiente hacia el jazz eran las críticas a la cantante Billie Holliday, tachándola de emocionalmente evocadora, pero “poco refinada”.
Muchos artistas fueron despreciados de manera similar, pero sin embargo Nina Simone era una pianista que obtuvo su formación musical en la prestigiosa Julliard School, haciendo la crítica más difícil para esos detractores con aires de superioridad, dado que no había duda sobre lo refinada que eran sus formas. Quizás se libro de las críticas del público blanco, pero no de los artistas masculinos negros que a menuda la despreciaban, ya que era una artista y compositora femenina que lideraba una banda. Nina Simone según ciertos historiadores recuperó el significado de las palabras ·”negra” y “mujer”, desafiando las normal culturales y explotando una popularidad masiva. Todo un ejemplo para su comunidad dentro y fuera de los escenarios, lideró el camino hacia un cambio en las normas establecidas con respecto a la lucha de los derechos civiles del pueblo afroamericano.
Estos artistas y músicos que realizaron obras políticamente poderosas, eran todos activistas en un sentido estricto, liderando a la comunidad afroamericana con sus acciones. Cuando la gente piensa en los líderes de los derechos civiles de la década de 1960 enseguida piensan en Martin Luther King Jr, y Malcom X, con sus discursos filosóficos y liderando protestas en la calle, sin embargo el liderazgo y el activismo se extiende más allá. Muchos de los músicos de la década brillaban como lideres activistas en la forma tan vanguardista que llevaron a la opinión pública esas ansias de cambio cultural. El jazz con esa libertad que concede la improvisación y donde músicos de diversos orígenes disciplinas se juntaban para crear una expresión artística que serviría de fuente de inspiración en otras disciplinas y que fue disfrutado por iconos de la lucha por los derechos civiles del pueblo afroamericano. El mismo Malcom X escribió a su hermano sobre cómo le encantaba la música de Sonny Stitt y Milt Jackson durante su estancia en Detroit.
Esa metamorfosis de los músicos de jazz como activistas de los derechos civiles, refuerza la idea que las acciones y esfuerzos creativos tienen un gran poder dentro de nuestro multifacética sociedad. Incluso con ese reconocimiento artístico los músicos sufrían un racismo brutal, teniendo que soportar absurdas leyes como la “Cabarte Card” que era una tarjeta que sin ella no podías tocar en el estado de Nueva York y que prácticamente hacía imposible ganarse la vida a músicos como Dexter Gordon, Bud Powell y Kenny Clarke quienes huyeron del racismo de Estados Unidos a Europa y regresaban solo para grabaciones ocasionales.
Muchos esperaban que en el siglo XXI el jazz se volviera una música algo anacrónica, pero cada año va a más, incluso político y socialmente: una radicalmente música libre para un pueblo siempre libre. La implicación de los músicos de jazz con los derechos del pueblo afroamericano en Estados Unidos sigue intacta, y una prueba de ello es el tema “Breathless” de Terence Blanchard.
Playlist:
https://open.spotify.com/playlist/3cqDArXDp0L11FKYT9MToz?si=v8fkTs4DRnGPunR6Kwt3lQ